Fernando Sánchez Dragó: "Que hoy te llamen facha es un piropo"
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) llora al recordar la palabra “tahona”. Son las mismas lágrimas que brotaron de sus ojos cuando aquella mañana, paseando por Madrid, la vio rotulada en una panadería. Recién volvía de un exilio que fue borrando de su léxico palabras de infancia. ¿Hay peor castigo para un escritor? Entonces los haters eran de carne y hueso y Twitter, para su desgracia, no existía. Quizá por eso hoy tuitea sin medir las consecuencias. Y quizá por eso hoy regala la sonrisa de Cheshire a quien pretende ofenderle llamándole facha. Hace como que no le importa. El saludo, al recibirme en casa, revela lo contrario.
—¿Tú sabes lo difícil que es ser Sánchez Dragó?
¿Por qué?
—Me he convertido en un personaje que han creado y no soy yo.
Quería avisarle por WhatsApp para que me abriera la puerta, pero la aplicación no me reconoce su número…
—Es que no tengo WhatsApp. Y el ordenador lo uso como una máquina de escribir. No sé hacer nada con él. Estoy en permanente rebelión contra la araña, que es como yo llamo a la mayor catástrofe de la historia de la humanidad: internet.
¿Es un peligro?
—Es una sentencia de muerte. Desde que llegó internet todo se ha terminado: el periodismo, la música, el cine, la tienda de la esquina, el amor. A cambio, ha irrumpido la posibilidad de un espionaje universal. Ahora mismo, esto que tú y yo estamos hablando seguramente está siendo grabado. Los políticos, desde la noche de los tiempos, han soñado con controlar a sus súbditos. Antes no era posible: ahora internet hace posible esa imposibilidad. Y digo súbditos porque eso de ciudadanos es un camelo: solo hay súbditos.
¿Y lo saben los súbditos?
—La mayoría no. El hombre no desciende, como se dice, del mono, sino del borrego. No se da cuenta de casi nada. Ahora estáis con esos móviles todo el rato sin daros cuenta de que lleváis el demonio en la mano.
Pero usted es muy tuitero.
—Yo uso Twitter como un género literario, en concreto, el aforismo. En él empleo las técnicas de las artes marciales, que consisten en aprovechar el impulso del enemigo. En Twitter soy a la vez abeja y aguijón. Me divierte tocar las pelotas, lo confieso, y las toco bastante. Salvando las distancias, es lo mismo que hacía Borges, que le encantaba epatar al burgués. A mí me encanta epatar al progre.
¿Y a la RAE?
—Simplemente maticé en un tuit que no puede decirse “presidenta” porque “ente”, que deriva del latín, no tiene femenino. Lo dije y lo mantengo. De todos modos, la RAE es una asociación privada y no tiene ninguna autoridad. El idioma lo hacen el pueblo y los escritores, no los académicos. Pero este “conflicto” con la RAE no lo ha habido: son invenciones de los que andan por Twitter. Nunca te creas lo que digan en Twitter, excepto lo que digo yo.
El mal de España, como dijo Ortega, es la aristofobia, es decir, el odio a la excelencia; aquí, cuando sobresales por algo, van a cortarte el cuello
"¿Busca la polémica o la polémica le busca a usted?
—Detesto cuando me llaman “polémico escritor”. Yo no soy polémico. Los polémicos son los que polemizan conmigo. Otra cosa es que mis ideas sean provocadoras. Estoy en permanente enmienda a la totalidad.
¿Y no se irrita?
—Aunque no lo parezca, yo cultivo la ley del silencio: apenas salgo de casa y me paso días enteros sin hablar.
¿Le molesta que le llamen facha?
—Eso, hoy, es un piropo.
¿Qué es hoy ser facha?
—Llamar facha a alguien.
¿Y puede uno pasar de la izquierda a la derecha?
—Quien no cambia está muerto. Otra cosa es que uno cambie porque le convenga: eso es ser un chaquetero. ¿Tú no has cambiado?
He evolucionado…
—¿Y qué es la evolución sino cambio? Yo soy evolucionario, no revolucionario.
No todo tiene que ser democrático y la escuela, por definición, no puede serlo; tiene que haber una diferencia, una autoridad, entre profesores y alumnos
"¿Le importa la política?
—Me aburre como una ostra. Los desastres de la humanidad comienzan a fraguarse el día en que Aristóteles inventó eso de que el ser humano es zoon politikon. Mentira: el ser humano no es un animal social, es un animal cordial. Ahora todo se ha vuelto política. Los fachas de izquierda, que son la mayoría, dicen que todo es política cuando nada es política. La gente vive al margen de ella. Cierto es que algunas personas, las que no sirven para nada, se convierten en políticos. Un analfabeto puede ser hoy presidente de Gobierno. Los políticos, la verdad, son lo peorcito de la sociedad.
Habla usted como si de verdad le importara la política.
—A veces me veo obligado a hablar de ella en mis artículos, pero no busques política en mis libros, que son los que me definen.
En cambio, se le cita como artífice del nombramiento de Ramón Tamames para la moción de censura de Vox.
—Conozco a Tamames desde 1956. Ese año, junto a Enrique Múgica, José María Ruiz Gallardón y Dioniso Ridruejo, acabamos en la cárcel tras protagonizar el primer motín universitario contra el régimen franquista. Ahí surgió una amistad que perdura. Por eso, hablando un día con mi buen amigo Santi Abascal sobre la necesidad de presentar una moción de censura, le sugerí el nombre de Tamames, un hombre por encima de las partes con una trayectoria de izquierdas, aunque, como yo, ha derivado a posiciones más neutrales. Les pareció bien y se puso en marcha. Pero que sea una moción apoyada por Vox no significa que Tamames haya entrado en Vox.
¿Algún político le ha intentado comprar?
—Soy insobornable.
¿Y callar?
—Constantemente. Cada vez que el PSOE ganaba unas elecciones, a mí me echaban del trabajo.
¿Usted es liberal?
—Mucha gente piensa que lo soy, atribuyéndome una etiqueta política que no tengo. Pero yo lo que soy es libertino.
¿Y qué más?
—Panteísta. Creo que la física de la naturaleza está en todas partes y por eso me irrita internet, que es la violación de la naturaleza, y las leyes que nos intentan imponer, como la del maltrato animal o las LGTBI, que van contra natura. Para mí es sagrado respetar las leyes de la naturaleza.
Me he convertido en un personaje que han creado y no soy yo
"Aun poniéndose serio, no pierde usted la sonrisa.
—Yo siempre estoy feliz. Los compañeros de clase me decían que tenía piel de rinoceronte porque nada me afectaba. Terminando ya el bachillerato, que en mi época era de siete años y no separaba ciencias de letras, el director del colegio donde estudié, “El Pilar”, llamó un día a mi madre para decirle dos cosas: que no me atara en corto y que me dejara estudiar Filosofía y Letras. Cuando se cumplió el 25 aniversario de mi promoción, los antiguos compañeros de clase organizamos unas jornadas y nos leyeron las notas. Una de ellas decía: “Este niño es muy raro porque cuando se le da una mala nota, en lugar de echarse a llorar, sonríe”. Soy escritor y un escritor a todo le ve el lado bueno, aunque evidentemente me han ocurrido cosas malas.
¿Como cuáles?
—No conocí a mi padre porque lo mataron al comienzo de la Guerra Civil. A los 19 años estuve en la cárcel y luego acabé en el exilio. Otro, en mi lugar, se angustiaría, pero yo estaba feliz porque sabía que estaba alimentando mi futura obra.
¿Ha llorado?
—Muchas veces, pero no por ir a la cárcel o hacer la mili. Tenía 25 años cuando me fui al exilio con 7.000 pesetas en el bolsillo y el pasaporte de un amigo diez años mayor que yo. Estuve siete años recorriendo el mundo y volví con un pasaporte de verdad y con más de 7.000 pesetas en el bolsillo. Sentía una inmensa alegría.
¿Hoy somos menos felices?
—El mal del siglo es la depresión. Es un mal misterioso, de difícil cura y para la que muchas veces se prescriben pastillas, una droga que achata la personalidad pero que no cura.
¿Y de quién es la culpa?
—De internet. Cuanto más gente lo utilice, más estaremos sustituyendo la vida real, la de salir a la calle, hacer amigos, enamorarse, coger la gripe… es decir, la vida tal como es. Quienes están todo el día enganchados al móvil se sumergen en una burbuja y eso a la larga pasa factura. No hay droga peor en este momento que la de los móviles.
Cada vez que el PSOE ganaba unas elecciones, a mí me echaban del trabajo
"¿Nos falta calle?
—Es la escuela más importante. Yo era un niño de buena familia, del barrio de Salamanca, pero cuando volvía del colegio salía a jugar hasta por la noche con otros niños, mezclándonos ricos y pobres, daba igual la clase social. Aprendíamos a vivir. Eso sí que era una escuela. Hoy los niños apenas tienen contacto con la vida.
O sea, la escuela tiene que enseñar a vivir.
—Ahora lo que enseña es a ser un buen ciudadano, pero la escuela nunca debería adoctrinar sino instruir. Y para instruir tiene que existir una cosa que ha desaparecido y que los latinos llamaban auctoritas. El profesor debe tener autoridad. En mi colegio tratábamos a los profesores de usted y ellos también nos trataban como tal. El usted hoy ha desaparecido y eso es gravísimo porque se elimina la tercera parte de las conjugaciones.
¿Se está perdiendo el respeto?
—Es que la escuela no se puede democratizar: la escuela, por definición, no es democrática. Hoy pasa lo que Tocqueville llamó “abuso de la democracia”, es decir, extender la democracia a todo. No todo tiene que ser democrático y la escuela no puede serlo. Tiene que haber una diferencia, una autoridad, entre profesores y alumnos.
¿Todo empieza en la escuela?
—Como decía Bernard Shaw, Premio Nobel de Literatura: “Mi educación terminó el día que me llevaron al colegio”. El niño es un ser libérrimo, independiente, fiel a sí mismo, desobediente por naturaleza. Luego, cuando llega a la que llaman edad de la razón, empiezan a adoctrinarlo, a decirle lo que es bueno y malo. A partir de ese momento, el niño se olvida de quién es y pasa a ser adolescente. Algunos llegan a la edad adulta, pero muchos son adolescentes de por vida y eso es lo que ocurre en la sociedad actual: la mayoría de las personas no salen de la adolescencia, son adolescentes pastoreados por políticos y gurús hasta que mueren. Esta es la gran tragedia de nuestro tiempo.
La mayoría de las personas no salen de la adolescencia, son adolescentes pastoreados por políticos y gurús hasta que mueren; esta es la gran tragedia de nuestro tiempo
"¿Y la de España?
—Ser español es muy duro porque es nacer en el país que ha tenido más guerras civiles en la historia de la humanidad. España es un país maledicente: todo el mundo habla mal de todo el mundo. El mal de España, como dijo Ortega, es la aristofobia, es decir, el odio a la excelencia. Aquí, cuando sobresales por algo, van a cortarte el cuello. Eso sí, cuando mueres, te elevan y glorifican, pero tienes que estar muerto. Como dice Antonio Gala, en España vamos al velatorio para comprobar que el muerto está muerto.
Y, sin embargo, usted se siente español.
—Mi abuelo era francés, por tanto, podría haber optado por la nacionalidad francesa. En Francia tendría mucho más dinero, éxito, premios y respeto, pero he nacido aquí. En España está mi lengua, que es la patria de un escritor. Recuerdo cómo en el exilio hice esfuerzos sobrehumanos para mantener viva mi lengua. Al volver, paseando un día cerca de la Puerta del Sol, me encontré con una tienda ya cerrada con un rótulo que decía: “tahona”. Una palabra de suma belleza que significa panadería. Cuando yo me fui era de uso común, pero se me había olvidado en el exilio. Entonces ese día, frente a aquel rótulo, lloré.
Ahora, al recordarlo, también se emociona.
—Por eso, cuando uso palabras y las nuevas generaciones no las entienden, se me pasa por la cabeza dejar de escribir. Es tremenda la pérdida de contexto que está acaeciendo.
Pero usted nunca dejará de escribir…
—Todavía me faltan dos o tres volúmenes de mis memorias, pero no sé si voy a tener tiempo de escribirlos. A mis 86 años, estadísticamente yo debería estar muerto. Sé que estoy en la recta final.
¿Se jubilará?
—No entiendo que la jubilación sea obligatoria. Eso sí que es una violación de los derechos humanos.
Currículum Vitae
- Vida. Fernando Sánchez Dragó nació en Madrid en 1936, en el seno de una familia de periodistas. Licenciado en Filología Románica y Lenguas Modernas, se doctoró en Letras con una tesis sobre Valle-Inclán. Siendo universitario, se afilia al Partido Comunista y en 1964 escapa al exilio, donde trabaja como corresponsal. Desde su vuelta a España en los años 70, ha compaginado la escritura con la docencia y colaboraciones en radio, prensa y televisión. Actualmente organiza los Encuentros Eleusinos.
- Obra. En 1979 fue Premio Nacional de Ensayo por Gárgoris y Habidis y Premio Planeta en 1992 por La prueba del laberinto. Recibió también el Premio Ondas por su programa El mundo por montera.
¡ Genial, Frndo Sánchez Dragó. Eres un auténtico «dragón » del siglo XXI !!
No formar parte de la masa aborregada politizada , hoy, ya de por si , es un privilegio. Urge y hace falta pensamiento crítico del de verdad . Saludos.
Después de una primera lectura de las 3 páginas ‘condensas’ – aquí solo un poco de brain-storming:
1) A parte que NO me meto (también por desconocimiento) en ‘la política’ – me llama la atención a su argumento que España es una sociedad de “aristofobia” – lo que ya Ortega dice 1984: “«Después de haber mirado y remirado largamente los diagnósticos que suelen hacerse de la mortal enfermedad padecida por nuestro pueblo, me parece hallar el más cercano a la verdad en la “aristofobia” u odio a los mejores.»
2) Ref. su rechazo ‘total’ de INTERNET: Si bien coincido –en general – y más todavía ref. móviles – – veo desde mi perspectiva más personal TAMBIÉN ciertas ventajas del medio: Depende de lugar (situación) dónde uno vive, p.ej. ciudad.. , o – en mi caso – aldea. Ahí – el internet – me facilita cierto ‘contacto’ con ‘todo el mundo’.
Es como en todos los inventos y desarrollos de las NNTT (nuevas tecnologías) – Se debe uno usar con cautela – y ‘sentido’ – y no solo pasivo tragarse to’…
3) ref. Panteísmo (de Fernando S.D.): NO estoy acuerdo con su generalización (pero es su manera ‘provocativa) – y menos de caer en una ‘falacia naturalista’ – todo de ‘la naturaleza’ será ’bueno’…
4) Ref. ‘siglo de depresión’: Tampoco se debe generalizar lo de ‘pastillas’, hay patologías que necesitan su empleo…
y finaliza mi brain-storming – con subrayando lo que dice ref. sociedad actual: “…la mayoría de las personas no salen de la adolescencia” – –
ESPERO con interés vuestros comentarios críticos –
y también otros pensaban…: … En alguna oportunidad, Jean Cocteau, que era algo loco pero no tonto, dijo que se aproximaba el día en que los imbéciles tomarían las lapiceras y se pondrían a escribir. No era el temor de un sabio que ve a Satanás empujando a los tarados, pero sí el de un esteta que veía la depreciación de la inteligencia provocada por dos terribles fuerzas convergentes: la aristofobia de los
mediocres y el criterio puramente económico del negocio editorial.
{{Jean Cocteau (1889-1963)_poeta, dramaturgo, escritor, crítico de arte, ensayista, pintor, director de cine y diseñador francés.}}
[fuente: «Las canciones de Militis» 1945,1973]