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Supernanniespara ovejas descarriadas

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Tony Blair ha apostado por imitar las premisas del programa de
televisión Supernanny para tratar de contener los comportamientos
anti-sociales de los jóvenes británicos, a la cabeza de
Europa en vandalismo y violencia. Una red de 77 expertos
educativos recorrerán los barrios más conflictivos de Inglaterra
y Gales aconsejando a los padres.

Autor: RODRIGO SANTODOMINGO

Si hablamos de drogas, alcohol, peleas o vandalismo, los adolescentes ingleses se llevan la palma. Lo dice el Instituto para la Investigación de la Política Pública, que, tras analizar los resultados de varios países europeos, concluyó que los chavales de la isla lluviosa son los reyes del mal comportamiento.
Para la mayoría de la población (según otro estudio de la consultora Mori), se trata de un problema netamente educativo germinado en el seno familiar. Cría cuervos y saldrán a la calle a escandalizar y atemorizar a la comunidad. Así piensan ocho de cada diez británicos.
Cruzando datos (y añadiendo unas gotas de inspiración televisiva), el primer ministro Tony Blair cree haber dado con la panacea que ayudará a limpiar las calles inglesas y galesas de jovenzuelos indeseables: un ejército de expertos en enseñar a educar.
Poco ha tardado la prensa en poner la etiqueta de “supernannies” o superniñeras a los casi 80 trabajadores sociales que, previa formación ad hoc, acudirán en breve a los barrios más conflictivos para tratar de enmendar a sus hijos descarriados. De hecho, el propio Blair no dudó en referirse a la “gran popularidad de los programas televisivos en los que expertos ayudan a los padres con hijos problemáticos” para justificar la iniciativa. Lo hizo, con estilo simple y directo, en una carta publicada en el diario The Sun, el favorito de la clase obrera en Gran Bretaña.

  OBLIGATORIO 
Con un presupuesto inicial de unos seis millones de euros, el proyecto está englobado en una estrategia marco que, bajo el nombre de Respeto, pretende recuperar la convivencia pacífica en los espacios públicos. Más a largo plazo, la filosofía que impregna el programa parte de una premisa básica: un ciudadano bien educado es mucho más barato para el estado que otro que no sabe comportarse en sociedad.
En un principio, la ayuda para las familias con adolescentes que perturben el orden social será voluntaria. Para los casos menos graves, la Administración tiene previsto organizar terapias de grupo en las que se enseñarán mecanismos ágiles y sencillos para encaminar una senda educativa errática. Pero si el chaval ha cometido algún delito o es absentista escolar, no habrá opción para los padres. Es entonces cuando, bajo amenaza de sanción, una supernanny se presentará en el hogar familiar dispuesta a emprender la tarea reeducadora.

  “ESTADO NIÑERA”   
Amén de acusar a los laboristas de empeñarse en buscar “titulares” con medidas fútiles, el Partido Conservador se ha echado las manos a la cabeza ante lo que considera una intromisión en la intimidad familiar más propia de regímenes soviéticos que del país menos intervencionista de Europa occidental.
Para los tories, esta nueva iniciativa no es más que otro paso adelante en la instauración del “estado niñera” que el gobierno está labrando con paso lento pero seguro. Un estado que intenta convencer a sus ciudadanos de que deben comer sano, hacer deporte, dejar de fumar… ¡Y que ahora les ilustra sobre cómo educar a sus propios hijos!
“Nadie habla de interferir en vidas familiares normales”, se defiende Blair. “El argumento del “estado niñera” aplicado en este caso es sencillamente basura”, asegura en su carta.
Por su parte, la máxima responsable del proyecto, Louise Casey, aduce que “los cursos de este tipo dirigidos a padres han funcionado increíblemente bien”.
En España ya se han levantado algunas voces señalando que mejor que una superniñera –y su intromisión en la vida familiar– son las Escuelas de Padres. El presidente de la Confederación Católica Nacional de Padres y Madres de Alumnos (Concapa), Luis Carbonel, alberga dudas sobre la capacidad del estado para inmiscuirse en algo tan privado como es la Educación que tiene lugar en los hogares. Por su parte, apuesta por una llamada a la acción para que sean las propias familias quienes se organicen y busquen ayuda externa. “Lo que no es normal es que tengan que venir a nuestra casa como si fuéramos paralíticos cerebrales”, asegura el presidente de los padres católicos.
De naturaleza más profesional se antojan las críticas del psicólogo y experto en terapia familiar Bernabé Tierno. “Una cosa es ver las cosas en televisión y otra muy distinta es la realidad”, señala. “En la Educación no existen las pócimas milagrosas, pero la gente ya cree en el milagro de Supernanny”. A no ser que la Administración británica forme un auténtico “cuerpo especial”, Tierno augura un “fracaso total a la iniciativa”. En cualquier caso, Tierno y Carbonel coinciden en apuntar a las escuelas de padres organizadas como una alternativa preferible a la red de superniñeras.

CRÍTICAS
Además de la furibunda crítica lanzada desde las filas conservadoras ante lo que consideran la culminación del “estado niñera”, la iniciativa del Gobierno Blair ha suscitado dudas y reproches entre distintos sectores de la sociedad cívil británica.

Un día después de que el primer ministro diera a conocer sus intenciones, Sheila Lawlor, directora de Politeia (uno de los think tank políticos más prestigiosos del país), denunció en un artículo lo que a su juicio constituye un “claro caso de cómo la televisión dicta la agenda” de Blair. Siguiendo con el hilo argumental desplegado por los tories, Lawlor se preguntaba: “¿Qué ocurrirá si los padres se niegan a cooperar con el estado niñera? ¿Les llevarán los servicios sociales ante los tribunales? ¿Les confiscarán a sus hijos?”.

Menos duro se mostró el presidente de Nacro, una ONG de lucha contra el crimen con más de 200 proyectos en Inglaterra y Gales. Para Paul Cavadino –que en líneas generales ve la iniciativa con buenos ojos– obligar a los padres a recibir ayuda del Estado puede resultar contraproducente al “crear resentimiento” contra los poderes públicos.

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