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Hijos bajo la lupa

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Contratar a un detective o investigador privado se está imponiendo como una peligrosa moda entre muchos padres para ejercer una vigilancia sobre sus hijos. Los resultados están casi garantizados, pero ¿resulta ético desde un punto de vista pedagógico? Y lo más importante, ¿resulta eficaz para el aprendizaje del hijo?

Autor: María del Carmen García

El detective espera bajo un ventilador de aspas con los pies encima de la mesa y una barba de cuatro días sobre la cara. Observa las leves manchas de su gabardina cuando de repente suena el teléfono. Siguiendo esta trama, lo lógico sería esperar la llamada de una mujer desesperada o de un oscuro y anónimo interlocutor. Sin embargo, cada vez más agencias de investigación reciben peticiones de clientes con una orden concreta, la de vigilar a su propio vástago. A pesar de la discreción que siempre rodea a este tipo de ocupaciones, algunas agencias consultadas, como las madrileñas Agencia Cárdenas o Adip Detectives reconocen como habituales este tipo de servicios.
Método-3, una agencia de detectives con sede en Barcelona (aunque operan a nivel nacional) no es ajena a esta moda y también han hecho de forma habitual seguimientos a jóvenes por encargo directo de sus padres. Este tipo de actuaciones, reconoce el detective de la agencia catalana Francisco Marco, suelen venir de clientes que ya han contratado con anterioridad los servicios de alguno de los investigadores o criminólogos de Método-3 para servicios relacionados con la empresa privada, y que ahora utilizan sus servicios de forma particular para vigilar a sus hijos.

UNA FUERTE SOSPECHA

Por lo general, un padre justifica este tipo de encargos en una fuerte sospecha sobre su hijo, habitualmente relacionada con el absentismo escolar o con el consumo de drogas. Los padres –en ocasiones al contrario que los propios detectives– consideran estos motivos lo suficientemente graves como para recurrir a estos métodos de control. Dependiendo del motivo de la sospecha, el seguimiento por parte de estos profesionales se realiza durante los periodos lectivos en caso de absentismo o en el tiempo de ocio (fines de semana), donde el detective frecuenta los ambientes del chico para tratar de confirmar las sospechas de los padres. Estos seguimientos tienen una duración media de tres días, una vez pasados los cuales el detective entrega lo que en su argot se conoce como un “informe puro”, convenientemente acompañado de fotografías o vídeos.
Las consecuencias psicológicas que para el niño pueda tener esta reciente moda no pueden todavía ser teorizadas, si bien desde el gremio de pedagogos y educadores se apunta a que contratar a un detective para seguir a un joven no es sino un tremebundo ejemplo de irresponsabilidad parental que no puede sino empeorar, en algunos casos de manera definitiva, la relación entre la cabeza familiar y sus vástagos.
Paralelamente, muchas agencias de investigación comienzan a hacer su agosto al haber vislumbrado un nuevo filón en este seguimiento juvenil. Las tarifas por uno de estos seguimientos (recordemos que de tres días) oscilan entre los 400 y los 750 euros diarios, dependiendo de si se contacta con un detective por libre o con una agencia. Es un precio alto que muchos padres están dispuestos a pagar por una verdad tangible y absolutamente empírica acerca de su hijo.
Contrastando las opiniones de los profesionales de la pedagogía, que sólo recomendarían esta medida en caso de que la vida del joven corriera auténtico peligro contra la frivolidad de muchos padres que, alertados por el boca a boca, deciden emprender tan arriesgada empresa, es a todas luces el joven quien tiene todas las posibilidades de, al igual que una hormiga puesta bajo una lupa al sol, acabar ardiendo hasta carbonizar la confianza con sus progenitores. Elemental, querido padre.


MOTIVOS Y PROBLEMÁTICA DE LA VIGILANCIA

• Los padres tienen una fuerte sospecha sobre alguna conducta de sus hijos que no ven adecuada o, por motivos laborales, están habituados a utilizar los servicios de un detective privado.
• El gremio de pedagogos y educadores considera esta práctica como un tremebundo ejemplo de irresponsabilidad parental que puede terminar con la confianza y empeorar las relaciones familiares.

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