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"No tenía opción: se trataba de tener éxito [académico] o morir"

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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David Blunkett es uno de los políticos más populares del Reino Unido. Ministro en tres ocasiones (Educación, Interior y Trabajo), entre 1997 y 2001 puso en marcha una profunda reforma de la enseñanza británica que poco tardó en cosechar excelentes resultados. Ciego de nacimiento, Blunkett es un admirable ejemplo de superación personal.

Autor: RODRIGO SANTODOMINGO Y JOSÉ MARÍA DE MOYA

La revista Magisterio quiso inaugurar su serie de desayunos con personajes relevantes del mundo educativo trayendo a España a David Blunkett, auténtica leyenda viva del Nuevo Laborismo y uno de los políticos más conocidos en el Reino Unido. Blunkett nació en 1947 en el seno de una familia modesta. A los 16 años parecía abocado al fracaso escolar. Con 22 se convirtió en el concejal más joven en la historia del Ayuntamiento de Sheffield, ciudad industrial en el norte de Inglaterra. Fue sólo el comienzo de una carrera meteórica.  
P. Usted ejemplifica la idea de superación personal y fe en uno mismo. ¿Cree que sus dificultades de partida le dieron aún más motivación para alcanzar todos los logros que ha conseguido en la vida?
R. En mi caso se trataba de tener éxito o morir. Tener éxito en cuanto a alcanzar una cualificación académica, ir a la universidad, ya que la otra opción era literalmente condenarme a lo más bajo del escalafón económico. A los 16 años no poseía ningún título, así que tuve que ir a clase en horario de tarde mientras trabajaba en la industria del gas. Conseguí la Secundaria básica y estudios profesionales, y a los 22 años, más bien como estudiante tardío, ingresé en la universidad. Simultáneamente inicié mi carrera política como concejal.
P. Debieron ser años un tanto locos…
R. Sí que lo fueron. Algunos profesores me decían que el hacer tantas cosas al mismo tiempo podía perjudicar mi éxito académico, pero al final todo funcionó bien: ¡conseguí mi título!
P. Dígame cuál es la fórmula para mejorar los resultados al tiempo que se aumenta la exigencia, algo que usted puso en práctica en su etapa como ministro de Educación. Ya sabe, normalmente la gente piensa que cuando los resultados mejoran en poco tiempo es que se ha bajado el nivel.
R. En Gran Bretaña tenemos un régimen de inspección muy riguroso. También los medios de comunicación y la clase política en general muestran un gran interés por conocer donde se sitúan los estándares (niveles mínimos exigidos). Todos comprobaron que no habían disminuido, más bien habían aumentado. No hay nada peor que engañarse a uno mismo pensando que lo estás haciendo bien, que la Educación nacional está mejorando, cuando esto no es cierto. Pero me preguntaba por la fórmula…
P. Sí, los ingredientes básicos que contribuyeron a crear un éxito tan fulgurante.
R. En primer lugar, reconocer que los alumnos tienen diferentes necesidades y distintas inteligencias. Segundo, liderazgo educativo, algo absolutamente crucial a todos los niveles. Me refiero ante todo a la habilidad de inspirar a los alumnos para que el objetivo sea siempre hacerlo mejor que antes. Tercero, un gran énfasis en la formación permanente del profesorado para poner al día sus habilidades docentes, acompañado de un sistema de incentivos según el cual, a partir de un nivel, sólo cobran más aquellos que acrediten que lo están haciendo bien en el aula. Por supuesto, siempre teniendo en cuenta las características socioeconómicas de sus alumnos, su punto de partida.
P. Durante su etapa como ministro la reforma se centró en Primaria.
R. Sí, en esa etapa pusimos en marcha programas especiales para la enseñanza y el aprendizaje de conocimientos básicos de Lengua y Matemáticas. Tenemos margen de mejora, pero lo cierto es que en 1997 seis de cada diez alumnos tenían el nivel básico en esas dos áreas a los 11 años, y ahora la cifra ha aumentado hasta los ocho estudiantes de cada diez.
P. En Secundaria también iniciaron profundas transformaciones que sus sucesores en el ministerio han continuado con entusiasmo.
R. Básicamente queremos que cada centro se especialice en un área determinada, que tenga su propio punto fuerte, ya sea en ciencias, idiomas, deportes… Pensamos que si consigues la excelencia en un área, esto mejora el nivel general, aumenta las expectativas de los alumnos y cambia la actitud de los profesores. Los datos demuestran que así ha sido. Al principio encontramos mucha oposición, se dijo que las escuelas especialistas terminarían por dividir al sistema educativo. Pocos dicen lo mismo en la actualidad.
P. ¿Se siente un pionero? A fin de cuentas usted ha demostrado que en educación es posible introducir medidas que producen mejoras espectaculares en un plazo de 3-4 años. Pocos políticos se muestran tan ambiciosos…
R. Pienso que hay que ser capaz de demostrar cuanto antes que se están consiguiendo progresos, y hacerlo a través de una buena evaluación. También hay ocasiones en que uno tiene que moverse más rápido que la propia profesión, es decir, yo actué más rápido de lo que los profesores en Gran Bretaña hubieran querido. Y lo hice porque pensé que no tenía otra elección: de no haberlo hecho, hubiéramos desperdiciado a toda una generación de alumnos. Sé que no fui muy popular durante un tiempo, pero al final la gente comprobó que lo que habíamos hecho funcionaba, y esto sirvió también para modificar las actitudes de la comunidad educativa. El éxito conduce al éxito.
P. En España aún existe mucha resistencia a la evaluación, no digamos ya a publicar los resultados de cada centro como se hace en su país. ¿Qué diría a los escépticos? ¿Quizá que es difícil mejorar las cosas si no sabemos qué funciona mal?
R. Siempre he promovido la idea de que debemos recibir con los brazos abiertos todo tipo de información, primero porque es moralmente correcto que todos –y no sólo un grupo de privilegiados– sepan lo que está pasando. Y en segundo lugar porque es bueno comparar siempre y cuando se tengan en cuenta los datos básicos y también las características socioeconómicas de cada centro. Hemos sofisticado la información con el objetivo de conocer hasta qué punto un centro se enfrenta a mayores desafíos que otro.
P. Usted fue ministro del Interior británico en un momento crucial para el proceso de paz en Irlanda del Norte. ¿Qué podemos aprender de su experiencia?
R. Ante todo, paciencia. También  que hay que saber aprovechar la corriente cuando ésta sea favorable. Habrá momentos en los que sea posible avanzar, realizar progresos: identificar esos momentos resulta esencial.
P. Varias figuras implicadas en el conflicto del Irlanda del Norte, como Gerry Adams o Alec Reid, opinan continuamente sobre el problema del País Vasco. En ocasiones parece que pretendan sentar cátedra…
R. Uno de los motivos por los que he sido tan cauto en la respuesta anterior es que no podemos ir diciendo a la gente de otros países lo que tienen que hacer. El País Vasco tiene una historia y unas circunstancias propias, muy diferentes a las de Irlanda del Norte.
P. No me resisto a preguntarle por lo que ha ocurrido con De Juana Chaos. Supongo que está informado al respecto.
R. Sólo puedo decirle que Bobby Sands (preso del IRA fallecido en 1981 tras una huelga de hambre que duró 66 días) murió cuando intentaba chantajear al Gobierno de Margaret Thatcher. El mundo no se hundió por ello. Hay ocasiones en las que conservar o no la propia vida es una decisión que uno toma libremente. 

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