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Su futuro no es el tuyo

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Llega un momento en que nuestros hijos tienen que decidir sobre su futuro profesional. Qué estudios elijan será determinante para el resto de sus vidas. Por eso nos tenemos que tomar muy en serio su orientación académica. ¿Hasta qué punto podemos influir en su decisión? ¿Dónde está el límite entre agobio y persuasión?

Autor: PILAR GUEMBE y CARLOS GOÑI

Orientar no es tarea fácil, pues no se trata de decidir por ellos, sino de facilitarles una buena elección. Para ello, debemos informar, pero también formarles; debemos conocer, pero también conocerles; debemos opinar, pero también escucharles.
Lo que no podemos hacer es dejar la orientación profesional para cuando llegue el momento de decidir “qué hago”, porque entonces ya no estaremos a tiempo. El “qué vas a ser de mayor” debe ser un tema de diálogo frecuente en la adolescencia que nos servirá para conocer a nuestros hijos y para ir ejerciendo nuestra labor orientadora.
Para tal fin deberemos deshacer algunos tópicos que nos impiden llevar a cabo nuestra labor orientadora. Estos tópicos son:

Lugares comunes

Elegir una carrera con futuro. Parece ser la premisa de toda buena orientación, sin embargo, hay que decir que no existen carreras con futuro, sino personas con futuro.
Estudios fáciles y difíciles. Más engañoso si cabe. Primero, porque la dificultad depende de muchísimas circunstancias, como las diferentes aptitudes, y, segundo, porque no sólo se ha de pensar en los estudios en sí, sino, sobre todo, en la vida profesional posterior.
Uno hace lo que se propone. Y podríamos añadir: suponiendo que tenga la capacidad suficiente. Por eso, es muy bueno conocer las posibilidades reales de nuestros hijos. A veces nos vendría bien tener una visión objetiva, para eso están los tests de inteligencia general y factorial. Aunque el tesón es muy importante, en determinados estudios las aptitudes intelectuales pueden ser decisivas.
Es tan listo que puede estudiar lo que quiera. ¡Cuidado! Está demostrado que a partir de la adolescencia, a la hora de sopesar aptitudes y trabajo, la balanza se inclina (dentro de un margen) hacia el segundo. Supuestas unas capacidades suficientes, el papel de los hábitos y técnicas de estudio, y la capacidad de sacrificio, pasan a primer plano.
Que sea médico como su padre. Quizá el error más grave. No debemos olvidar que es él o ella quien elige, no nosotros. Si le avasallamos con nuestras preferencias, acabará por no saber siquiera que existen otras posibilidades. Si el padre o la madre es médico, o abogado, seguramente de esas profesiones será de las que menos se tenga que hablar, porque son un referente continuo.
Que estudie lo que quiera. Elección sin deliberación. Dejación de nuestro compromiso en su orientación. Hará la carrera que quiera, por supuesto, pero hay que ayudarle a descubrir qué es lo que quiere. Muchas veces confundimos la orientación con el intrusismo, y la libertad con la improvisación. Los padres y educadores no podemos tomar decisiones por ellos, pero podemos ayudarles a tomarlas.
En definitiva, la labor de los padres debe ir encaminada a conseguir que sea él o ella quien tome la decisión. 


A TENER EN CUENTA A LA HORA DE DECIDIR

 Conocer sus aptitudes intelectuales.
 Tener en cuenta los rasgos de su personalidad.
 Averiguar sus intereses profesionales.
 Considerar su madurez.
 Ser realistas con la situación económica de la familia.
 Plantear con tiempo la decisión.
 Estar en contacto con el tutor.
 La decisión última debe ser suya.
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