Miedo al agua
Sentir miedo ante las situaciones nuevas es una reacción normal en un niño. Sin embargo, una experiencia negativa en el agua puede desencadenar una fobia que le lleve a evitar por todos los medios acercarse a ella, retrasando así el momento de aprender a nadar
Autor: Laura GÓMEZ LAMA
A los niños les encanta chapotear en la bañera. Y no es de extrañar, pues el mundo acuático despierta sensaciones de confort que devuelven al subconsciente al útero materno. Otra cosa es tener un encontronazo desagradable con el agua en los primeros meses de vida o, más adelante, con el mar o la piscina, ya que este incidente determinará la predisposición del niño a meterse en el agua de forma distendida.
“El miedo al agua es un fenómeno psicológico normal, evolutivo y adaptativo de un niño que se enfrenta a una situación nueva. El miedo a la oscuridad, a los ruidos fuertes, a los extraños o a quedarse solos son temores comunes en todos los niños, pero hay veces que éstos se desarrollan por haber vivido una experiencia negativa o por presenciar una situación peligrosa, lo que podría derivar en una fobia”, comenta la psicóloga infantil Lorena Colón del Centro Psindra de Algeciras.
LO PRIMERO: NATURALIDAD
Para familiarizar a tu hijo con el medio acuático, debes hacerlo con la mayor naturalidad posible, entre juegos, risas, chapoteos… Cuanto antes se dé la toma de contacto positiva, mejor, por lo que resulta recomendable reservar la hora del baño de un bebé como el momento más especial del día. Esto quiere decir que deben darse las siguientes condiciones: luz tenue, temperatura agradable tanto dentro (entre 34 y 37 ºC) como fuera del agua (entre 22 y 25 ºC, según la Asociación Española de Pediatría), tiempo y actitud para los juegos y los mimos. Así se formará en su memoria una asociación entre el agua y la diversión, ejercitando su capacidad de autocontrol en el medio, a la vez que el bebé mejora la coordinación de sus extremidades, su equilibrio y sus reflejos, y desarrolla la comunicación socioafectiva con los padres.
El juego constituye, por tanto, un contexto ideal para que se produzcan muchos de los aprendizajes, como es el caso de empezar a nadar. La Asociación Española de Pediatría recomienda que los niños aprendan a nadar antes de que den sus primeros pasos. Por ello, tras los primeros baños, puede empezar a ir a una piscina infantil.
En los cursillos, generalmente, se empieza por familiarizar al niño con la piscina, un lugar más grande que su bañera, y que comience a coordinar sus brazos y piernas. Es recomendable que sea la madre o el padre quienes les proporcionen las primeras clases para que los niños se sientan más seguros.
DEL MIEDO A LA FOBIA
Si los padres observan que su hijo siente rechazo hacia el agua, deberían ir a un especialista para que les informasen de los pasos a seguir, así como aportar comprensión y seguridad al niño.
“En primer lugar sería conveniente distinguir tres conceptos: miedo, fobia y ansiedad. El miedo es un fenómeno psicológico normal, una reacción emocional ante estímulos nuevos o situaciones extrañas. La fobia es un miedo clínico, porque es desproporcionado, irracional, involuntario y lleva a evitar, por todos los medios, la situación fóbica. Por último, la ansiedad es el conjunto de reacciones que se tienen ante una amenaza no real, cuando no existe desencadenante específico”, explica Lorena Colón.
Según la psicóloga infantil, existen diferentes métodos para superar las fobias según la etapa evolutiva del niño, pero siempre basados en la exposición al miedo. Esto puede hacerse gradualmente o de golpe, pero siempre acompañado de un tratamiento previo en el que se le dan al niño estrategias para disminuir el malestar a nivel físico, cognitivo y conductual.
“Evidentemente –concluye Lorena Colón– cuanto más pequeño es el niño, más creatividad hay que tener. Se suelen usar cuentos, dibujos o películas para que entienda lo irracional de su fobia. Además, es fundamental el refuerzo positivo a través de premios (que no tienen por qué ser materiales) cuando cumplen objetivos, las técnicas de relajación, la paciencia, la comprensión y, por encima de todo, el cariño”.
CUIDADO CON LOS PELIGROS QUE NO ESTÁN EN SU CABEZA, SINO EN EL MAR |
• Ahogamientos. Si tu pequeño aún no sabe nadar y quieres que se bañe contigo donde le cubre, elige una zona con el fondo regular y poco oleaje, y métele poco a poco, hasta que el agua te llegue a la cintura. Procura que haya otra persona contigo y si a él no le hace gracia, no le fuerces.
• Cortes de digestión. El peligro en realidad está en el shock que produce en el cuerpo el cambio de temperatura, por lo que el niño debe huir tanto del frío como del sofoco durante dos horas después de las comidas. En cuanto al tiempo que debe permanecer en el agua, vigila que los labios no se pongan amoratados. • Irritaciones. Se producen al mezclarse la sal con el sudor y se evitan pasando por agua dulce. • Quemaduras. Los menores de seis meses tienen una piel incapaz de producir melanina para protegerse, por lo que una quemadura solar podría ser grave y conviene resguardarlo completamente del sol. Si es menor de 3 años, la Asociación Española Contra el Cáncer recomienda evitar la exposición directa. Además del fotoprotector, el gorro es un aliado para la piel y los ojos. |