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El buen examen según Obama

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Una de las principales asesoras educativas de Barack Obama se ha dedicado a analizar cómo examinan a sus estudiantes los países que ocupan el top educativo mundial. Presentadas hace unas semanas, sus conclusiones perfilan un sistema de evaluación en el que el alumno no repite como un loro sino que demuestra un conocimiento profundo de la materia.

El mismo día que Linda Darling-Hammond dio a conocer los resultados de su estudio Sistemas de Evalución que Apoyan  un Aprendizaje de Alta Calidad, Barack Obama anunciaba (en un acto casi simultáneo) que EEUU necesita repensar la forma en que se examina a sus alumnos. Muchos interpretan que Darling-Hammond, principal asesora educativa de Obama durante su campaña presidencial,  ha marcado el camino a seguir tras sintetizar los métodos más habitualmente utilizados en los países que reinan en la Educación mundial (Finlandia, Hong Kong, Holanda o Singapur) y en los estados con mejor rendimiento (Vermont, Maine, Connecticut o Kentucky) de la superpotencia.

“Las naciones que han conseguido mejorar regularmente el aprendizaje de sus alumnos han creado un estilo de evaluación que insiste en cómo se utiliza el conocimiento para resolver problemas y desarrollar habilidades cognitivas”. Extraída de las primeras líneas del informe, la cita revela el mensaje esencial lanzado por la profesora que coordina la investigación educativa en la excelsa Universidad de Stanford: los mejores huyen de los exámenes puramente memorísticos. Quieren que sus alumnos demuestren que han entendido lo que se les enseña y no que se limiten a volcar como autómatas lo que ha dicho el profesor o dicta el libro de texto.

Preguntas open-ended

El examen tipo incluiría preguntas open-ended (de final abierto o sin una única solución posible) que requieren analizar, aplicar conocimiento y, normalmente, escribir “extensamente”. Con ellas se pretende “dar al alumno la oportunidad de desarrollar la capacidad de organizar y sintetizar información y de utilizarla en situaciones nuevas”. Darling-Hammond pone un ejemplo:  en lugar de “¿Bajo qué supuestos actúa la lluvia ácida?”, la cuestión alternativa open-ended sería “Supón que tienes que construir una estatua que soporte los efectos de la lluvia ácida. Describe y explica tu propuesta”.

La profesora añade que estos países también suelen otorgar un lugar preponderante a la elaboración de trabajos en clase y fuera de ella del tipo “proyectos de investigación” o “desarrollo de productos”. Y que enfatizan las presentaciones orales, un rara avis evaluativo en países como el nuestro.

A lo largo del estudio, Darling-Hammond no se cansa de repetir que muchos tienden a olvidar que, más allá de comprobar las competencias de los alumnos, los exámenes son una impagable fuente de información para mejorar otras facetas ensenciales de las dinámicas de enseñanza-aprendizaje como son las técnicas pedagógicas o el diseño curricular. De hecho, los profesores de los sistemas educativos más eficientes casi siempre se involucran de manera activa en la elaboración de las pruebas y las utilizan para contrastar su propia valía profesional.

 

Evaluaciones externas

Darling-Hammond es consciente de que la forma de examinar que propone plantea serias limitaciones a la hora de efectuar evaluaciones externas, donde unos criterios de corrección objetivos se antojan imprescindibles. Apuesta por un “equilibrio” entre ambos enfoques. La autora añade que en los países con mejor rendimiento no se abusa de las pruebas de evaluación generales en Primaria (no más de dos), aunque sí son habituales en Secundaria.

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