Alberto Soler y Kontxín Roger: “El miedo es simplemente una emoción y como tal deberíamos validarla”
Tener miedo es normal pero no siempre es fácil acompañar los miedos infantiles de forma adecuada. Los psicólogos valencianos nos explican qué debemos evitar.
Por Diana Oliver
El miedo es una emoción normal y necesaria, que varía en función del momento vital en el que nos encontremos. Para acompañar a los más pequeños en la comprensión del miedo, Alberto Soler y Kontxín Roger, psicólogos especializados en crianza e infancia, publican Tengo miedo (B de Blok). Se trata de un original álbum ilustrado con el que podremos explicar a niños y niñas qué es el miedo y qué puede ocurrir cuando aparece. Eso sí, según los psicólogos, no se trata de ocultar esta emoción ni de evitar que aparezca, pero sí de comprenderla para normalizarla y transitarla de la mejor forma posible.
‘Tengo miedo’ es un cuento para trabajar con los niños los miedos. ¿Cuáles son los motivos más habituales de los miedos de los niños?
Todos tenemos miedo. En cada momento de a vida nos da miedo lo que nos puede resultar más peligroso en ese período. Los bebés pequeñitos temen lo que pasa en su entorno más inmediato, como la pérdida repentina de apoyo o los ruidos fuertes. Conforme empiezan diferenciar lo familiar de lo extraño, van apareciendo el miedo a la separación de las figuras de apego y el miedo a los extraños. Antes no les tenían miedo porque tampoco tenían este desarrollo cognitivo. A partir del año aproximadamente comienzan los miedos a animales y a fenómenos meteorológicos como las tormentas. Entre los dos años y medio y los seis, con la explosión en el desarrollo cognitivo, pueden empezar a tener miedo a cosas más abstractas y a un montón de cosas que imaginan, como la oscuridad, los fantasmas o los monstruos. Conforme crecen, el miedo a la separación de los padres puede convertirse en miedo a estar solos. A partir de primaria empezarán a temer a situaciones más realistas como el daño físico o la muerte, y empiezan a aparecer también los miedos más sociales, como el miedo a las críticas, al fracaso o los relacionados con el ámbito escolar. En la preadolescencia continúan los miedos relacionados con el ámbito académico y los sociales, y pueden aparecer los relacionados con la autoimagen. Y en la adolescencia, a partir de los 12 o 13 años, se incrementan los miedos relativos a las relaciones interpersonales y aparecen otros más similares a los de los adultos como los relacionados con la esfera sexual, con la identidad, los políticos o los económicos.
¿Debemos hacer algo para evitar que los niños tengan los miedos más irracionales?
No podemos evitar completamente los miedos irracionales porque, entre otras cosas, muchos de los miedos infantiles tienen que ver con seres imaginarios, y entran dentro de la normalidad. Lo que podemos intentar es no generarles más miedos por resultar amenazantes para ellos por tratarles de manera autoritaria y poco respetuosa, o exponiéndoles a contenidos que no sean apropiados para su edad. Y para los miedos que vayan surgiendo, cuando tengamos la duda de si exponerles o evitar la situación temida, en la medida de nuestras posibilidades deberíamos acompañarles en la dirección de la exposición más que optar por la evitación. Pero hemos dicho acompañarles, no empujarles. La idea es ayudarles a superarlo, no obligarles a exponerse de cualquier forma, porque cuando forzamos demasiado “puede ser peor el remedio a la enfermedad”.
A lo largo de muchos años por vuestra consulta han pasado muchas familias. ¿Diríais que los miedos han cambiado en los últimos años o seguimos temiendo cosas parecidas?
Igual que diferentes momentos evolutivos tienen diferentes miedos, diferentes momentos históricos se caracterizan también por diferentes preocupaciones. Por ejemplo, hace algunos años en el País Vasco podía haber mucho más miedo al terrorismo, en ciertos barrios a los robos o a los problemas derivados de la pobreza o las drogas. En estos momentos estamos observando un incremento en la preocupación por la salud, los trastornos obsesivos compulsivos de contaminación o las agorafobias. El cambio más importante recientemente ha sido la pandemia, y esto se refleja también en nuestros miedos.
¿Qué podemos hacer las familias para acompañar el miedo de nuestros hijos e hijas de forma adecuada?
La primera sugerencia sería no ridiculizarles ni impedirles la expresión de esta emoción. El miedo es simplemente una emoción y como tal deberíamos validarla. Cuando les decimos que no tengan miedo, o que no deberían tenerlo, aunque la intención sea buena, lo que le llega al niño es que no están sintiendo lo que deberían sentir, que deberían sentir otra cosa, que se están equivocando o que “hay algo mal en ellos”. Cuando hacemos esto el problema es doble: por un lado, las emociones no son buenas o malas, el miedo no es malo, las emociones son lo que son, y si están ahí es para cumplir una función. Pero es que además no podemos evitar las emociones, no podemos no sentirlas, van a aparecer porque somos personas y las personas tenemos emociones. Tenemos que contar con ellas y aprender a gestionarlas. Si intentamos evitarlas, lo más probable es que no lo consigamos y que esto nos genere más frustración y malestar. Así pues, todas las emociones son válidas, tienen una razón de ser y tenemos que transmitirles que las aceptamos y que tiene sentido sentirse así.
Además de validarlas, deberíamos tratar de acompañarles, estar ahí con ellos cuando estén asustados. Que sepan que no están solos, que pueden contar con nosotros, que vamos a estar a su lado sin juzgarles, pero sin sobreactuar tampoco. Cuando aceptamos que se pueden sentir así y les acompañamos, a los niños les reconforta saber que lo que les pasa es normal, que otros niños también lo sienten, y que incluso nosotros mismos a su edad también lo sentíamos, pero que poco a poco, conforme fuimos haciéndonos mayores, esos miedos se fueron haciendo más pequeños, y que cuando nos necesiten estaremos a su lado para ayudarles a superarlos.
Por último, ¿cómo saber cuando el miedo se ha convertido en un problema y necesitamos ayuda profesional?
Un miedo puede convertirse en fobia cuando produce un malestar muy grande, es muy desproporcionado respecto al estímulo que lo origina y cuando la persona evita o se resiste mucho a enfrentar la situación temida o la tolera con mucho malestar, y esto interfiere de manera significativa en el funcionamiento cotidiano. Llegados a este punto, el miedo deja de ser normal y pasaría a considerarse ya fobia, y sería aconsejable buscar ayuda profesional, más concretamente terapia cognitivo conductual que es la terapia que mayor efectividad ha mostrado para superarlas.