El movimiento como motor para el aprendizaje
Dar oportunidades de movimiento al alumnado facilitará el aprendizaje y nos servirá para anticipar posibles dificultades en su desarrollo posterior | © Mr. Bolota
El movimiento ayuda al desarrollo psíquico y este desarrollo se expresa a su vez con un movimiento y una acción
"Desde antes del nacimiento, el niño está explorando y aprendiendo constantemente del medio que le rodea. Gracias a los sentidos, recibimos inputs sensoriales y damos respuesta a lo que percibimos del exterior, de esta forma experimentamos. Gracias a este procesamiento sensorial y desarrollo evolutivo, empezamos a movernos, creamos nuevos patrones para así conocer más de nuestro mundo y entorno.
Desde que somos bebés todos nuestros músculos y articulaciones empiezan a madurar y a aprender para llegar a movimientos más desarrollados. El movimiento nos ayuda a explorar, conocer, tocar, sentir, socializar, participar en actividades. Esto a su vez repercute directamente en funciones más específicas del sistema nervioso central y de esta forma vamos desarrollándonos desde que somos bebés.
Tenemos que tener en cuenta que el niño aprende a través del movimiento. Las experiencias que adquiere con la exploración, el juego y la interacción de su cuerpo con el entorno constituyen la base de los conocimientos superiores. En esta etapa, el niño perfecciona de manera paulatina los elementos psicomotores indispensables para consolidar la adquisición de la escritura, la lectura y la lógica matemática. Al mismo tiempo que adquiere confianza, seguridad y valores que implican un crecimiento en la relación que establecen con los niños de su edad y el entorno.
El movimiento está relacionado directamente con la atención y en nivel de alerta que los niños tienen que tener para aprender. Si en el ámbito escolar pasamos demasiado tiempo sentados y no damos oportunidades de movimiento, la atención y capacidad de aprendizaje se verá disminuida a medida que pase el tiempo. Es necesario integrar el cuerpo en el aprendizaje académico, ya que de esta manera la atención aumentará y podremos mejorar la capacidad que tiene el niño de prestar atención y, por tanto, consolidar los conocimientos adquiridos.
Las investigaciones y estudios recientes indican que existe una relación entre la capacidad de concentración y el rendimiento motor, ya que demuestra que los niños con una buena coordinación corporal general y un sentido del equilibrio desarrollado podrían presentar una mayor capacidad de concentración. Otras investigaciones plantean que los niños pueden llegar a mostrar menos agresividad, mayor disposición al aprendizaje, mayor concentración y atención al integrar el movimiento.
Conociendo esto, deberíamos poder darles oportunidades de movimiento a los niños en las aulas. Las medidas que se pueden adoptar van desde integrar ejercicios pautados, donde los alumnos puedan participar en ellos, adaptaciones concretas en los asientos o mesas, o diferentes tipos de actividades durante la jornada.
- Introducir descansos activos: en cada intercambio de clase se pueden pautar diferentes ejercicios que cada alumno pueda realizar. Estos pueden ser: jumping jacks en el sitio, saltos verticales con giros en sí mismos, contracción-extensión de diferentes partes del cuerpo, hacer simples posturas de yoga.
- Adaptaciones en el pupitre: atar una banda elástica en las patas de la mesa o silla, puede dar oportunidades de movimiento en los niños, ya que, si apoyan sus pies en ellas, pueden estirar y contraer la musculatura de sus piernas y, por tanto, favorecer el movimiento en miembros inferiores.
- Misiones: todos los niños pueden ser encargados de alguna tarea en la clase que implique movimiento. Ej. colocar el aula desplazando sillas y mesas, da la oportunidad de movimiento a la vez que se responsabilizan de su espacio. Borrar la pizarra activa la propiocepción de la musculatura de los miembros superiores, sobre todo, subir y bajar persianas, rellenar botellas de agua, recoger juguetes y colocarlos en su sitio correspondiente, mover la mochila de un lado al otro de su asiento.
- En las actividades que sean posible podemos optar por que los niños trabajen de pie o en superficies verticales, de esta forma evitaremos tiempos de sedestación tan largos.
- Recreo o patio: fomentar actividades que impliquen movimiento, ya sea correr, algún deporte, circuitos motores, una zona de columpios, uso de patinetes, carreras…
Observar a los niños en este ámbito, puede servir de ayuda a los profesores o educadores para detectar signos de alarma en el alumno. Algunos de ellos son:
- Evita juegos donde haya mucha carga de movimiento.
- No puede estarse quieto.
- No participa en deportes grupales.
- Interrumpe constantemente en clase con ruidos o tocando objetos.
- Se apoya o se tumba en la mesa o en la silla y no permanece bien sentado.
- Le cuesta escribir.
Si observamos este tipo de signos en el alumnado, es conveniente realizar una observación más exhaustiva y recomendar una valoración en Terapia Ocupacional para poder intervenir, ya que la forma en que se mueve un niño nos dará mucha información sobre cómo aprende y si su capacidad está afectada. Por tanto, dar oportunidades de movimiento al alumnado y tener breves espacios para ello, facilitará el aprendizaje y nos servirá para anticipar posibles dificultades en su desarrollo posterior.
- Tania Morcillo es terapeuta ocupacional