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Robert Sternberg: "Lo que enseñamos a los estudiantes es, básicamente, la obediencia intelectual"

Escuelas y universidades miden la evolución de los estudiantes con unos test centrados en evaluar la adquisición de conocimientos a corto plazo. El psicólogo Robert Sternberg propone un nuevo enfoque basado en enseñar sabiduría a largo plazo.
Marta Peiro del ValleMartes, 6 de junio de 2023
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Robert Sternberg es autor de la teoría triárquica de la inteligencia | © JORGE ZORRILLA

El pasado mes de mayo, Robert Sternberg asistió al Encuentro Internacional sobre Inteligencia y Talento en la Universidad Camilo José Cela de Madrid (UCJC). El psicólogo norteamericano, autor de la Teoría Triárquica de la Inteligencia, dio una conferencia sobre cómo en los centros educativos se puede enseñar la sabiduría. En ella habló sobre la importancia de aprovechar las cualidades de las personas para transformar el mundo, en vez de educarlas para su triunfo profesional.

Sternberg propone dar un enfoque diferente a la educación para mejorar, como personas y como sociedad, buscando el bien común, aprovechando las fortalezas de cada uno y compensando sus debilidades. Hablamos con él sobre sabiduría y conocimiento, sobre las carencias del sistema educativo y la importancia de habilidades ‘blandas’, como la creatividad, que quizá esté en peligro por el avance de la tecnología.

¿Puede empezar hablando sobre su concepto de sabiduría?
—Cuando empecé a estudiar Psicología en Standford, el profesor nos preguntó qué queríamos estudiar. Yo estaba interesado en la inteligencia, pero cada estudiante decía «la memoria semántica», porque era lo que él había estudiado. Cuando llegó mi oportunidad, debí decir la inteligencia… pero respondí «la memoria semántica». Y me di cuenta de que el comienzo de la sabiduría es ser fiel a uno mismo. Si una persona no es fiel a quien verdaderamente es, no puede ser sabia.

También es importante usar nuestras habilidades para lograr un bien común, mientras que lo que enfatizan las escuelas es adquirir conocimiento, que los alumnos mejoren sus oportunidades para tener una casa grande y un buen coche. El énfasis se hace en la memorización y la adquisición de conocimiento, un conocimiento que muchas veces se olvida al día siguiente o después del curso. Yo enfaticé la importancia del bien común a largo plazo.

La clave de la sabiduría es el equilibrio: hay que equilibrar nuestros intereses con los de otras personas y realidades más grandes. Una persona no puede ser sabia sin considerar, a largo plazo, intereses más allá de los suyos y pensar de una manera ética. Hoy en día, en Estados Unidos, se pone menos foco en la ética. En esta era de la tecnología se enfatiza la competencia tecnológica sin enfatizar de igual manera cómo se usa. Y tenemos muchas herramientas, pero las usamos mal, especialmente para los adolescentes.

Los coeficientes intelectuales han aumentado en 30 puntos, pero el mundo no va mejor. En algunos casos, va peor. En estos tiempos, más que en el pasado, la sabiduría es lo más importante. Por ejemplo, la invasión de Ucrania. Este es un ejemplo de un país que cree una historia falsa. En la invasión sólo tuvieron en cuenta sus intereses. Y hoy en día no hay espacio para este tipo de pensamiento.

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Los test no miden la sabiduría, sino el conocimiento en problemas de ingeniería o matemáticas

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¿Cuál es la mejor forma de medir la evolución de un estudiante?
—Lo que usamos para medir es lo mismo que para enseñar los pensamientos sabios. Si hay un conflicto entre dos países… es como Egipto y Libia. Hay un río que fluye por los dos, pero el país de abajo culpa al de arriba de estar cogiendo demasiado agua y no dejar para ellos… y hoy en día el agua es fundamental. Este conflicto hace que estén casi preparados para comenzar una guerra… pero si hubiera un negociador tratando de evitarla… Uno dice que es su país y pueden hacer lo que quieran. Y el otro dice que hay que compartir porque también es su río.

Otro ejemplo es una pareja: Charles y Margaret. Se mudan a Europa porque él consigue un buen puesto, y aunque ella no quería, se traslada con él. Con el tiempo, ella consigue un buen puesto, pero Charles recibe otra oferta de EEUU y desea mudarse para perseguir esa oportunidad, e insiste a Margaret en que es buena para ella también. Pero ella piensa que se mudó para estar con él y esta es su oportunidad para perseguir sus intereses. Por tanto, hay un desacuerdo, y si se diera consejo a ambos…

En cada caso hay un conflicto, un desacuerdo. Un partido tiene intereses aquí, otro allá… ¿Cómo se pueden resolver estos problemas de una manera que se logre un bien común? Esa es la idea. Cuando se enseña sabiduría no solo se presentan problemas, sino que se alienta a los estudiantes a analizar sus propios problemas y pensar cómo resolverlos de una manera justa. Eso es lo que falta en la sociedad hoy. En EEUU, por ejemplo, el Congreso casi no puede hacer nada, porque los republicanos quieren una cosa, los demócratas otra y no hablan los unos con los otros. Y no es un problema de conocimiento, de coeficiente intelectual, de lo aprendido en la escuela… es un problema de falta de sabiduría.

Los países prefieren sus ideologías a comunicarse y no tienen en cuenta los intereses de ambos partidos. Esa es la idea, y es lo que falta, porque hay gente que va a muy buenas universidades y tiene buena educación, pero aprende hechos o supuestos hechos en vez de aprender a pensar creativamente, con pensamiento crítico y sabiduría.

Entonces, ¿las escuelas se han olvidado de enseñar esas capacidades?
—No es que se olviden, es que los test no miden la sabiduría, sino el conocimiento en problemas de ingeniería o de matemáticas. Los docentes piensan que tienen que enseñar a sus estudiantes para garantizar que tengan buenas notas en los exámenes. Hice una investigación de los libros de lectura para los niños jóvenes de 1º y 2º de Primaria y lo que descubrí fue que, entre 1900 y 2000, había un descenso de énfasis en la sabiduría, la ética, el conflicto moral… En vez de eso, hay más de un conocimiento muchas veces trivial.

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Hay tanto énfasis del sistema educativo en el conocimiento que la gente accede a puestos de responsabilidad sin tener las habilidades y aptitudes con las que resolver conflictos

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¿Cómo podemos cambiar la educación para que los alumnos aprendan estas capacidades?
—La sabiduría y el éxito no entran en conflicto. Alguien me preguntó si cuando se gana sabiduría se puede hacer mejor tu trabajo y tener más éxito. Consideramos líderes a personas que no son sabias y que tienen el conocimiento técnico pero no sabiduría, y estas son las que fracasan. Como líder, hay que tener en cuenta los intereses diversos del resto, que muchas veces entran en conflicto. Lo que pasa es que hay tanto énfasis en el sistema educativo en el conocimiento, que la gente accede a puestos de responsabilidad sin tener las habilidades con las que resolver esos conflictos.

Yo estuve en la gerencia de tres universidades y no se puede encontrar un término medio entre los intereses de la administración, los profesores, los estudiantes y los graduados. Mucha gente fracasa rápidamente o se mantiene en su puesto pero sin éxito, porque se necesita sabiduría para lograrlo. El problema es que mucha gente, al oír hablar de este concepto, piensa en filósofos u hombres viejos. Y no hablamos de eso. Un adolescente puede ser sabio. Por ejemplo, Malala Yousafzai, la mujer pakistaní que lucha por los derechos de las mujeres y ganó el Premio Nobel. O Greta Thunberg. La sabiduría no es solo cosa de viejos, lo importante no es la edad. Hay muchos adultos que no son sabios, porque tienen experiencia pero no aprenden. Lo importante no es la experiencia, sino lo que se aprende de ella.

¿Cree que en la sociedad falta capacidad de adaptación y resolución de problemas? Cada vez están más demandadas por las empresas…
—Sí, y deben exigir que la gente pueda resolver los problemas. Pero muchas veces dicen una cosa pero hacen otra. Lo que más les importa es lo que ganan, el dinero. Todo empieza cuando en la escuela un maestro afirma valorar la creatividad, pero si sus alumnos tienen una pregunta que está en conflicto con su punto de vista, hay problemas.
Lo que enseñamos a los estudiantes muchas veces es, básicamente, la obediencia intelectual. Y aún los test que usamos muchas veces son de obediencia intelectual. Es como la historia que he mencionado al principio: cada uno sabía lo que el profesor quería oír, y yo me vendí para darle lo que quería. Tenía 22 años y fue una humillación actuar así, pero desde aquello nunca lo he hecho de nuevo.

Entonces, ¿cree que sí faltan esas capacidades? ¿Que no las enseñan?
—El problema es que cada uno piensa que es responsabilidad del otro enseñarlas: la escuela dice que es de los padres, los padres que de la Iglesia y la Iglesia quizá tenga responsabilidad, pero es que a veces los referentes no son buenos. Muchas veces hay más problemas en las iglesias que en el resto del mundo, y la sabiduría se enseña por ejemplos, por modelos de comportamiento. Y si alguien dice “la Biblia dice esto”, y actúa de una manera completamente diferente… es como un padre que le dice a su hijo que nunca fume cuando él lo hace. Hay que actuar, y los políticos no actúan de una manera sabia. Y eso es lo que ven los jóvenes, malos modelos.

No tienen buenos referentes para lo que les intentan enseñar…
—Creo que los maestros no tienen concepciones de la sabiduría porque no es lo que están preparados para enseñar, por tanto no saben cómo enseñar para la sabiduría, y los niños no aprenden.

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Lo que las escuelas deben hacer es enseñar que todo el mundo tiene fortalezas y debilidades. Hay que dar oportunidades a los alumnos para ver dónde están sus fortalezas

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¿En qué consiste su teoría triárquica de la inteligencia?
—Esa teoría está un poco anticuada. Hoy me centro en la inteligencia adaptativa. El concepto de inteligencia surgió para analizar cómo se puede adaptar el ser humano al medio ambiente. Y se perdió por los test de coeficiente intelectual, que no son de adaptación, porque los problemas no tienen nada que ver con los reales del mundo, y hay mucha gente que tiene alto coeficiente intelectual y buenas notas pero no sentido común ni es creativa, por lo que no puede adaptarse.

Lo importante es reconocer que el mundo tiene muchos problemas reales y necesitamos resolverlos, no problemas abstractos que alguien inventó para vender tests. En mi teoría, la persona inteligente es aquella que puede planear su vida y ejecutar los planes y evaluar si van como se espera. Y cuando fracasen, cambia, aprende, y planea un nuevo rumbo.

Por ejemplo: en las relaciones interpersonales cada persona tiene fracasos, y mientras algunas aprenden y la próxima vez tratan de mejorar, otras cometen los mismos errores de nuevo. Y no solo en las interpersonales: la inteligencia no es algo con lo que hayamos nacido, es una interacción entre la persona y la experiencia, y aprendemos a ser mejores por las experiencias. Lo importante es planear, actuar y evaluar pero de una manera positiva para mejorar el mundo, no de una manera narcisista.

Usted defiende que todos somos buenos en algo pero tenemos que conocer nuestras debilidades. ¿Cómo alcanzar nuestro máximo potencial?
—Lo que las escuelas, especialmente las universidades, deben hacer es enseñar que todos tenemos fortalezas y debilidades. Hay que darles oportunidades a los alumnos para ver dónde están sus fortalezas y debilidades. La gente con éxito es la que reconoce y encuentra una forma de hacer importantes sus virtudes  y compensa las habilidades que no tiene.
Por ejemplo, yo no tengo mucho sentido de la dirección, y cuando vengo a España casi siempre estoy con otra persona que me ayuda. Es decir, encuentro a otras personas que pueden ayudarme para compensar mis debilidades, que todos tenemos. Hay tres o cuatro cosas que hago bien, pero trato de hacerlas más, son importantes en mi vida. Me gusta enseñar, hacer investigaciones…

¿Cree que el hecho de que todo parezca inventado es una ventaja o un inconveniente para desarrollar nuestra creatividad?
—De alguna manera, ambos. Depende del uso. Los chatbots y demás tecnologías pueden suponer una desventaja, porque se puede poner uno perezoso intelectualmente. Pero también se puede usar la tecnología para generar ideas.
Lo importante en la creatividad no es la tecnología, que puede ser usada de una manera buena o mala. Lo más importante es la actitud de desafío: no necesitar hacer las cosas porque el resto las haga. Volviendo a la historia del principio, si todo el mundo responde al profesor “la memoria semántica”, yo no tengo por qué decir lo mismo. Se necesita desafiar a la muchedumbre, no solo hacer lo que hace el resto. Se necesita desafiarse a uno mismo. Muchas veces tenemos ideas, que con el tiempo quedan obsoletas, pero nos empeñamos en ellas y no nos permitimos crecer de una manera intelectual. Tenemos que desafiarnos.

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