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Miguel Aranguren: "Conozco a estudiantes que, gracias a su pasión por la literatura, han salido del pozo de los fracasos"

El proyecto del novelista Miguel Aranguren celebra dos décadas en las que ha conseguido que miles de adolescentes de España, México y Perú hayan publicado sus relatos y artículos de opinión.
RedacciónJueves, 26 de octubre de 2023
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Miguel Aranguren dirige el proyecto Excelencia Literaria, una mentoría de talentos literarios entre cientos de jóvenes de España e Iberoamérica.

«Todo comenzó de una manera imprevista», nos dice Miguel Aranguren al comienzo de este encuentro. «Al final de la presentación pública de mis libros, en las que solía aprovechar para contar cómo me convertí en escritor, siempre me abordaba algún joven que me confesaba su deseo de vivir una experiencia parecida a la mía, o que me pedía que le ayudara a publicar sus textos. Pero yo no tenía una editorial ni era agente literario, así que mis consejos se deslizaban por las generalidades: preséntate a algún concurso, envía tu novela a la editorial que mejor encaje con su temática, etc. Será mi modo de ser, porque me marchaba a mi casa con la sensación agridulce de no haberles podido ayudar».

A su bandeja de correo electrónico iban llegando otras peticiones parecidas, remitentes que le solicitaban una opinión sobre sus manuscritos o el contacto con algún editor. «Y no podía atenderlos como se merecían, entre otras cosas porque yo tenía mi propio trabajo (ajeno a la literatura y que me ocupaba ocho horas diarias) y los compromisos que me iban surgiendo con las editoriales y con los medios en los que publicaba mis columnas».

Hasta que un día, después de sopesarlo, decidió «tirar la casa por la ventana», sonríe. «Consideré que había llegado el momento de ofrecer una respuesta, de brindar una oportunidad y de devolver, a mi modo, un regalo del que me sabía deudor: que mis libros se encontraran en las librerías y mis artículos tuvieran un lugar reservado en la prensa». Aranguren, en efecto, había publicado la primera de sus novelas recién cumplidos los 19 años, y contaba, desde los 24, con una aplaudida página en una importante revista, así como espacios en distintos periódicos. «Tengo claro que no se debe abandonar a su suerte a un adolescente que es capaz de manifestar sus sueños y de trabajar por cumplir ese anhelo», prosigue. «Así que dejé aquel empleo para dar comienzo a Excelencia Literaria».

El proyecto le devuelve una y otra vez a los momentos en los que se cuajó su vocación literaria: «Los años de Secundaria fueron imprescindibles para que arraigara mi pasión por leer y por narrar. Gracias al impulso que recibí en mi colegio y a la libertad que se respiraba en mi familia, fui cuajando en lo que soy, un pequeño escritor que se gana la vida dejando historias en el papel».

¿Por qué escogió a los adolescentes como público objetivo de su proyecto?
—La adolescencia es la etapa de la vida en la que surge la vocación profesional. El adolescente empieza a ser dueño de su libertad, con la que puede dar la vuelta a sus quimeras infantiles para definirlas con cierta madurez. Si aquel momento fue decisivo en mi experiencia literaria y yo fui un muchacho normal, ¿por qué no pensar que había muchos otros en una situación parecida? Por otro lado, hay chicos y chicas que precisan que alguien les zarandee para que abandonen su estado de comodidad y se enfrenten a retos que exigen compromiso. La escritura creativa es uno de ellos. Quizás en estos momentos los adolescentes viven presos de constantes distracciones, pero la experiencia me asegura que cuando se les presenta un reto auténtico, siempre hay unos cuantos valientes que se atreven a dar el paso, aunque les obligue a trabajar más allá de lo que exigen sus circunstancias habituales.

¿Cuáles fueron los primeros pasos de Excelencia Literaria?
—En cuanto encontré un financiador que se entusiasmó con la idea, envié cartas a un montón de colegios, en las que explicaba mi iniciativa. En apenas unas semanas recibí las suficientes respuestas positivas como para darle forma a la primera edición, que coincidió con el curso escolar 2004-2005. Guardo un especial agradecimiento hacia aquellos profesores y directores de centros educativos que depositaron su confianza en mí. No se vieron defraudados, pues la mayoría repitió el curso siguiente, al que se sumaron otros colegios. Algunos no han fallado en las 20 convocatorias.

¿Podría contarnos cómo plantea el proyecto? Supongo que no será fácil dar con escritores de esas edades.
—Advertí a los responsables de aquellos colegios, que no esperaba un número llamativo de alumnos interesados por el programa. Imaginé –echando la vista a mis años de estudiante– que en cada curso habría tres o cuatro fichas de inscripción. La sorpresa estalló el día que recibí el primer sobre enviado por un centro con las instancias: eran más de 90 alumnos deseosos de participar en la iniciativa. La mayoría de ellos tenían un nivel medio o bajo de lectura, lo que implicaba una pobre expresión escrita. Sin embargo, durante aquellos meses se fue formando un grupo sólido que logró colocar la literatura en el lugar que merece en la vida de un intelectual. Porque cualquier persona dedicada al estudio, no lo olvidemos, tiene que ser considerada con el rango del intelectual.

¿Cuál es ese lugar?
—Mire, no todos los alumnos tienen por qué ser escritores (de hecho, un escritor es una excepción que reúne circunstancias muy singulares), pero cualquier chico o chica que llega a la secundaria debe convertirse en un buen lector y ser capaz de expresarse con corrección al hablar y sobre una hoja en blanco. Por desgracia, los políticos han arrinconado las habilidades creativas en la educación. Así, nuestros adolescentes llegan a la edad adulta sin haber experimentado con la ductilidad de las palabras y sin haber desarrollado la comprensión lectora. Se entiende que nuestra sociedad sufra graves problemas de comunicación: en el ámbito familiar, en el laboral, en el social… Una persona que no sabe manejar el lenguaje está gravemente limitada. Y el lenguaje solo se aprende por absorción: desde la lectura y la escritura creativa.

¿Cómo contribuye Excelencia Literaria a solucionar este problema?
Excelencia Literaria es un proyecto pequeño, artesanal. Yo soy su único responsable. No he querido ampliar su radio de acción ni sumar a otros escritores, porque llegado el caso, quiero ser solo yo quien responda de mis consejos, de mis correcciones a los textos que me envían los alumnos. Dicho lo dicho, a lo largo de estos 20 cursos he llegado a más de 30.000 adolescentes, entre los que he encontrado mucho talento (muchas veces sin explorar), en quienes ha nacido el empeño personal de resolver esa carencia. A medida que los alumnos se han comprometido a leer y a escribir, puedo atestiguar cambios maravillosos, una evolución, una maduración y la certidumbre de que son capaces de cumplir el sueño de la publicación de textos de calidad.

Pero, ¿el escritor puede jugar algún papel determinante en este tiempo, que está volcado en la ciencia y la tecnología?
—Escribir no está reñido con ninguna otra actividad. Cuanto más amplio será el campo de intereses del escritor, más llamativa será su literatura. Y aunque vivimos una era tecnológica, a la que se le añaden sorprendentes avances científicos, es la cultura la que sigue construyendo nuestra sociedad. Necesitamos novelistas, ensayistas, poetas, guionistas… que promuevan un mundo más justo, verdaderamente humanizado, más ahora, cuando nos amenaza una inminente sustitución del pensamiento individual por la Inteligencia Artificial. La sociedad precisa un rearme de principios, valores y virtudes, un redescubrimiento de quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos, el trazado de un camino hacia la felicidad. Esa es la única razón del Arte: enfrentar al hombre a su trascendencia. Urgen los líderes culturales. Y, no tengo duda, Excelencia Literaria está ayudando a encontrar y formar a esos líderes.

Después de escucharle, sería bueno que nos aclarara qué es Excelencia Literaria y cómo funciona.
—Se trata de un concurso… un tanto singular. Cada edición del proyecto dura de octubre a septiembre. Pueden inscribirse un máximo de 25 centros educativos (de España, México y Perú), con los que agendo una fecha para mantener una jornada de trabajo con sus alumnos, desde 3º de la ESO a 2º de Bachillerato. A lo largo de ese día celebramos un libroforo, les explico cómo pueden aprovechar Excelencia Literaria y trabajamos dos talleres prácticos (uno de narrativa y otro de artículo de opinión) con los candidatos que desean participar. Estos, una vez me hacen llegar una ficha personal, comienzan a enviarme sus escritos, que corrijo de uno en uno y las veces que sean necesarias, sugiriéndoles modificaciones, enmiendas, un uso correcto de las reglas gramaticales, etc., hasta de que pueden considerarse trabajos “excelentes”. En ese momento, el escrito se publica en la página web del proyecto y pasa a ser de dominio público. Es decir, el candidato se convierte automáticamente en escritor, pues escritor es aquel que publica sus piezas literarias para disfrute de los lectores, especialmente de los lectores desconocidos.

¿Y el concurso?
—Cada alumno participante puede presentar cuantos relatos breves y artículos de opinión considere oportunos. Publicar no es fácil, pues yo hago de muro de contención y les exijo como si fueran profesionales, dada la responsabilidad que tiene dirigirse a un lector desconocido. Que aparezca uno de esos trabajos en la página web es todo un éxito para el alumno. Muchos jóvenes escritores logran aumentar su número de publicaciones a lo largo de los meses, hasta que, en el mes de junio les pido que dejen de enviarme sus piezas. Es el momento en el que les presento a los miembros del jurado, que está compuesto por novelistas, articulistas de prensa, críticos literarios, profesores de universidad, editores, algún antiguo ganador de Excelencia Literaria, etc., a los que pido que evalúen los textos publicados en la web, de modo que puedan escoger a los cuatro mejores alumnos en relato y a los cuatro mejores en artículo, a quienes Excelencia Literaria entrega dos premios: el primero, un diploma durante unas jornadas de formación literaria en la Universidad de Navarra; el segundo, el derecho de publicar en los medios de comunicación asociados al proyecto (MAGISTERIO, la web de COPE, Topcultural, Bebrave y Woman Essentia).

Hay quien podría pensar que resulta una osadía permitir que un adolescente publique en estas cabeceras.
—Y lo entiendo. Si supiera la de peticiones que me llegan de autores adultos, incluso contrastados, que sueñan con una oportunidad como está… Nuestros jóvenes escritores acaban formando una colección envidiable de textos publicados, ya que el ganador no tiene un límite temporal para enviar sus piezas. Tenemos autores que ya están casados y siguen publicando. Aquí es bueno resaltar que la literatura es una dedicación perfectamente compatible con cualquier oficio.

¿Qué papel juega la Universidad de Navarra en esta historia?
—Cuando yo encaraba la segunda edición, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra vino a verme. Estaban decididos a apoyar el proyecto. La Universidad empezaba a modelar nuevos grados de Humanidades, entre los que ha cristalizado el de Literatura y Escritura Creativa, que encaja como un guante con el proyecto. Decidieron que su aportación consistiría tanto la participación de algún profesor en el jurado de cada edición, como en la organización de unas Jornadas anuales de formación literaria (de jueves a sábado) en el campus de Pamplona, a las que suelen acudir más de 100 participantes de Excelencia Literaria desde todos los puntos cardinales, y durante las cuales hacemos entrega de los premios.

Tras estos primeros 20 años de Excelencia Literaria, ¿qué ha sido de los alumnos que han pasado por el proyecto?
—No es sencillo dar una respuesta. La mayoría de ellos, supongo, han continuado con sus aspiraciones académicas y laborales, ligados a la lectura. Me los encuentro allá donde voy, y es muy bonito cuando se me acercan para decirme que Excelencia Literaria fue una de las mejores experiencias en su etapa escolar porque el proyecto les enseñó a pensar, lo que resulta especialmente interesante: para enfrentarnos a una hoja en blanco, primero tenemos que realizar un profundo ejercicio intelectual (saber qué queremos contar y a quién se lo queremos contar, qué estructura vamos a escoger, qué tono es el adecuado, cómo debemos mostrar nuestro modo de ver las cosas, etc.). Es decir, la literatura refrena la impulsividad (uno de los rasgos que retratan al necio) y favorece la reflexión y el diálogo.

¿Y si hablamos de casos concretos?
—Como hay una distancia importante respecto a las primeras ediciones de Excelencia Literaria, estoy en condiciones de mostrar muchos ejemplos, que tengo recogidos en la página web. A medida que pasan los meses me llegan nuevas noticias, que me convencen de que el esfuerzo ha merecido la pena, porque el proyecto da voz a jóvenes que tienen cosas que decir y que, de manera natural, van contracorriente de los nuevos flujos ideológicos. Hay antiguos alumnos de Excelencia Literaria que saben sacarle un buen partido literario a sus redes sociales (con recomendaciones de lectura, con micro relatos, pensamientos y sugerencias); alguno que vive en otro país (me viene a la cabeza una muchacha de origen británico) publica cuentos para niños en su idioma materno; una ganadora ha publicado dos ensayos destinados al lector joven. Uno analiza la felicidad. El otro, el mejor aprovechamiento de las nuevas tecnología; otra ganadora publicó su primera novela en un periódico de ámbito nacional, por entregas (a la manera de Alejandro Dumas); algunos son columnistas de prensa o firman reportajes en algún medio de comunicación; hace un par de años tuve la sorpresa de encontrarme con otra ganadora en una de las casetas de la Feria del Libro de Madrid, en la que firmaba su primer poemario; tenemos ganadores que han encontrado su hueco como críticos taurinos, o de cine y series; uno ha sumado a su oficio como ingeniero agrónomo la escritura de libros infantiles acerca de la vida en el campo; hay autores que han recibido premios de poesía, de relato corto; al menos cuatro han publicado su primera novela (sin que Excelencia Literaria haya tenido que intervenir); otro trabaja en la industria del cine y firman guiones de series para las plataformas digitales; han aparecido varias colecciones de relatos cortos y tenemos un caso, singularísimo, en el que un jovencísimo ganador, mientras estudiaba el último curso de la ESO, publicó su primera novela y la presentó en su colegio, ante las cámaras de la televisión, los flashes de la prensa y los micrófonos de la radio; por último, los mejores embajadores de Excelencia Literaria son aquellos que trabajan en empresas culturales y formativas como editoriales, librerías, universidades, colegios, medios de comunicación, gabinetes de prensa, etc.

¿Eran todos ellos alumnos brillantes en el colegio?
—Suelo decir que Excelencia Literaria no busca genios, porque apenas los hay y porque suelen ser personas conflictivas. Me da igual si son alumnos brillantes, con un expediente académico inmejorable, o alumnos con serias dificultades para aprobar. Conozco a varios estudiantes que, gracias a que han descubierto la pasión por la literatura creativa han salido del pozo de los fracasos. Publicar estimula. Y como para publicar es necesario superar el listón de mi exigencia, hay razones sobradas para que el adolescente abandone su sensación de perdedor para convertirse en un estudiante optimista que ve mejorar sus resultados en todos los niveles. Escribir destapa aquellas heridas que llevamos ocultas. Y también las virtudes que quisiéramos desarrollar. Es decir, la literatura nos hace mejores porque es un bálsamo interior que, al existir el propósito de entregarla a nuestros lectores, ponemos al servicio de los demás.

Miguel Aranguren acaba de iniciar este XX aniversario con el mismo ímpetu y frescura de aquella primera edición. Le esperan 25 colegios, unos 1.500 alumnos, y un sinnúmero de textos por corregir. Es como un Flautista de Hamelín, que en vez de música utiliza el imán de las palabras. Para saber más: www.excelencialiteraria.com

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