Fábulas en clase: ¿por qué enseñarlas en Primaria?
Dentro del género narrativo, las fábulas se presentan como un formato enormemente útil para la comunicación y la didáctica. Son cuentos breves que enseñan una lección concretada en una moraleja.
Sus protagonistas son animales, objetos y seres inanimados humanizados; es decir, que han adoptado características humanas. Esta es su principal diferencia con las parábolas, un subgénero hermano, cuyos personajes son humanos.
Sirven para transmitir valores y modos de comportamiento, por lo general recomendables, positivos y motivacionales. En la oratoria moderna se utilizan para cambiar concepciones, conductas y vicios en el auditorio de una manera indirecta. Hacerlo de otro modo provocaría rechazo y colocaría al público a la defensiva.
En la tradición oral, se transmitían de generación en generación, habitualmente de padres o abuelos a niños. Enseñar con fábulas era algo muy habitual, teniendo en cuenta además que estas narraciones suelen ser divertidas, directas y ejemplares. Antes de acostar al peque, proliferaban en las lecturas y las conversaciones familiares.
Por cierto, recuerda que al escribirlas e interpretarlas el estilo directo adquiere una gran importancia. Los diálogos son frecuentes y, si las estás contando, debes intercalar voces y registros diferentes. Cuando las diriges a niños es imprescindible y, si se las cuentas a adultos, muy importante.
En cierto modo, todos somos niños hinchados de tiempo. Sin duda, este recurso engancha y emociona al público, atrapa su interés y mejorar la comprensión de los mensajes lanzados.
Algunos autores excepcionales de fábulas
Este subgénero oratorio tienen un carácter eterno: habitualmente, son historias atemporales y útiles en todas las culturas y las épocas. Sus mensajes morales suelen ser incombustibles. No es de extrañar, por ello, que los mejores autores de fábulas de la historia sigan siendo conocidos, disfrutados y leídos o escuchados.
Anota estos autores clásicos en tu repertorio:
- Esopo. Todo indica que fue un esclavo griego que compartía estas historias. Se le atribuyen algunas tan míticas con La tortuga y la liebre, El león y el ratón, El escorpión y la rana y La zorra y las cigüeñas.
- Samaniego. Es, posiblemente, el fabulista español más importante. Entre sus grandes creaciones figuran El león y la zorra, Los dos amigos y el oso, La gallina de los huevos de oro y El congreso de los ratones.
- Jean de la Fontaine. Este autor francés del siglo XVII dejó su actividad profesional como inspector forestal para dedicarse a la literatura a los 38 años. Cuenta con gran cantidad de parábolas y fábulas, como El cuervo y la zorra o El cura y el muerto.
- Augusto Monterroso. La obra más memorable de este escritor hondureño fallecido en 2003 es La oveja negra y demás fábulas (1969).
Estas breves narraciones cuentan con grandes atributos y proporcionan importantes recompensas para el público infantil. Son sintéticas, fáciles de entender, didácticas y activan la imaginación de los niños.
Enseñar con fábulas y enseñar a hacer fábulas son dos recursos académicos más que interesantes. Fíjate en todos los beneficios que aportan a tus alumnos:
- Invitan a pensar. Las moralejas, y cómo se desprenden, promueven su pensamiento crítico.
- Favorecen la memoria. Los peques consiguen recordarlas y se esfuerzan para hacerlo porque les encantan.
- Fomentan la pasión por la lectura. Siempre que se encuentran historias y relatos que enganchan, aumentan las posibilidades de convertirse en lector.
- Estimulan la empatía y aumentan la sensibilidad. Son buenos recursos que animan a ponerse en el lugar de los demás.
- Difunden valores. Sus mensajes positivos y su carácter ejemplar favorece la adquisición de estos elementos tan motivadores.
- Impulsan su creatividad. Les invitan a crear, a inventar y a comunicarse de otro.
- Ayudan a vencer el miedo oratorio. Si las incorporas al aula en modo oratoria, tu alumnado comenzará a adquirir experiencia al hablar en público y a superar sus miedos escénicos.
Ahora bien, recuerda algo más: el poder de las fábulas en clase no es efectivo únicamente para los más pequeños. A los adultos también nos encantan. Por ello, los adolescentes y los jóvenes en general sienten asimismo una clara atracción y querencia por ellas.
Para trabajarlas, léelas en clase, pide que las cuenten con un guion, compártelas mediante vídeos de animación o pide que las inventen. ¡Todos ellos son estupendos ejercicios!
¿Estás dispuesto a incorporar las fábulas en tu clase? Si lo haces, ayúdanos a todos: comparte tus experiencias en este blog y aprenderemos junto a ti de esta iniciativa. ¡Nos estimula mucho saber cómo les va a los mejores profesores y maestros del momento!