fbpx

Máximo Peña: "Estamos construyendo una sociedad de espaldas a los niños"

El psicólogo Máximo Peña acaba de publicar este otoño 'Paternidad aquí y ahora', un manual para aprovechar la paternidad para revisar actitudes machistas y avanzar hacia paternidades del cuidado.
Saray MarquésLunes, 13 de noviembre de 2023
0

Máximo Peña, autor de 'Paternidad aquí y ahora'. © JORGE ZORRILLA.

Máximo Peña fue periodista antes que psicólogo, venezolano antes que madrileño, hijo antes que padre. De esta última transición habla en su libro Paternidad aquí y ahora (Arpa), que merece un lugar en la mesita de noche de todos aquellos hombres que son padres o quieren serlo. Docente en el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal y miembro de la Asociación Española de Psicología Perinatal, a Peña le preocupa que sean más las lectoras que los lectores, como en esas formaciones que realizan para padres en las que se encuentran con un público mayoritariamente femenino. «Precisamente la intención del libro es que los hombres se acerquen a un tema, el de la maternidad, que no es un tema de mujeres. El nacimiento de los niños, de las niñas, transcurre en el cuerpo de las mujeres, pero nos involucra a nosotros, nos interpela a nosotros, y hay que formarse».

La buena noticia es que nunca es tarde, siempre se está a tiempo de tomar conciencia, cambiar, intentar hacerlo mejor: «La paternidad no es una carrera de 100 metros lisos, sino una maratón. En el momento en que nos incorporemos los hombres, hay muchísimas cosas que hacer, en un proceso gradual, si estamos atentos a los procesos evolutivos de los niños, que van implicando distintos roles y funciones».

De hecho, en el libro se habla de la díada madre-bebé, y hasta los 2 años la equidad entre madre y padre parece complicada. 
–La idea que a mí me gusta manejar es la de gradualidad: Imagínate una pareja que va al hospital y sale del hospital con un bebé. Esa mujer y ese hombre al momento en que salen del hospital no están en igualdad de condiciones. Y está bien que sea así. La mujer, si ha tenido una cesárea, tiene por lo menos 20 puntos de sutura en el cuerpo, si no ha sido una cesárea, igual el embarazo y el parto han transformado su cuerpo, y ese bebé que vivió durante nueve meses en el vientre de la mujer es normal que al salir quiera estar junto a ese vientre donde estuvo. Además, la especie humana es una especie que nace muy inmadura y hay un proceso que se llama la exterogestación, que es ese crecimiento que se da los nueve meses después del nacimiento, en el cual los bebés necesitan mucha cercanía corporal, mucho cuidado de un adulto. ¿Quién es el adulto ideal? La madre, y el padre gradualmente se va incorporando a esos cuidados, de tal manera que al final de ese periodo, que pueden ser dos años, pueden ser tres, de una gran inmadurez de los bebés, ya ese padre, porque ha ido asumiendo cada vez más labores de cuidado, puede establecer ese vínculo con ese hijo, con esa hija, en una situación de más igualdad con la mujer. Pero es importante ese concepto de que no hay una igualdad al momento del nacimiento, sino que esa igualdad se va construyendo con el tiempo y lo ideal es llegar a ese momento de igualdad.

¿Qué opina de la gestación subrogada?
–A mí en general la gestación subrogada no me gusta, en el sentido de que hay una utilización del cuerpo de la mujer como una vasija que alberga un bebé, puede darse explotación de mujeres de países pobres, y, luego, hay una separación de esa madre biológica y ese bebé, que puede tener también unas consecuencias en los dos, tanto en la mujer que, a lo mejor en un momento dado acepta porque se puede ganar un dinero en una situación de pobreza, y un bebé que va a estar separado de su madre biológica.

Es cierto que los bebés humanos tienen una gran flexibilidad. Imaginémonos un bebé cuya madre muere en el parto, que es algo que ocurre poco en Occidente, donde las tasas de muerte materna por suerte son muy bajas, pero si eso ocurre si ese bebé es sostenido por otra mujer o por otro hombre que lo cuida tiene un desarrollo normal. Pero sobre todo tiene que ver con que la gestación subrogada como el deseo de un adulto que de pronto dice “Yo quiero ser madre, quiero ser padre”, bueno, pero si biológicamente o por el motivo que sea no puedes serlo, pues no puedes serlo. También la madurez está en aceptar que hay cosas que no podemos, que hay cosas que no se pueden comprar y vender. Y yo creo que un bebé no es algo que se pueda comprar y vender, entra dentro de esa categoría.

"

La madurez está en aceptar que hay cosas que no se pueden comprar y vender. Y yo creo que un bebé no es algo que se pueda comprar y vender, entra dentro de esa categoría

"

Y, frente a este deseo, hay mucha gente que se pregunta para qué traer un hijo a este mundo.
–La decisión de tener hijos es algo muy personal. A mí me parece estupendo que haya gente que no quiere tener hijos, no es que yo sea un incentivador de que la gente tenga hijos, hijas. A mí en particular me preocupa la cantidad de niños y niñas que hay sin protección. Y que si te planteas adoptar a un hijo la dificultad legal, el dinero que cuesta, sea tremendo, como si los mecanismos y procesos de adopción estuvieran hechos para que no se adopte.

Eso sí, creo que la experiencia de ser madre, padre, es maravillosa, una oportunidad para el propio cambio personal y en el libro hago mucha incidencia de cómo puede ayudar mucho a los hombres con el machismo. Es decir, el nacimiento de los hijos es una oportunidad tremenda, o bien para que un hombre refuerce sus posiciones machistas, o bien para que se cuestione su propia mentalidad y sus propias actitudes machistas. La paternidad le puede ayudar a cambiar y asumir una corresponsabilidad en labores de cuidado y domésticas con la mujer.

"

El nacimiento de los hijos es una oportunidad tremenda, o bien para que un hombre refuerce sus posiciones machistas, o bien para que se cuestione su propia mentalidad y sus propias actitudes machistas

"

Habla de la pareja, de cómo se tiene que reacomodar ante esa realidad.
–Cuanto más se implique el hombre en los cuidados más puede entender por lo que está atravesando la mujer, que en ese primer año, esos primeros dos años, tiene una mayor implicación y responsabilidad. Cuanto más se implique más puede comprender por lo que está pasando la mujer y más él mismo va a tener un proceso de transformación personal que lo lleve a asumir con madurez lo que significa ser padre.

Antes de uno ser padre uno está centrado en el yo, y parte de lo que es la paternidad es pasar a pensar en función de nosotros, nosotros como familia, es la aparición de la familia. Hay necesariamente un reacomodo y reajuste en la pareja y lo que a mí me gusta decirle a los hombres es esta idea de la gradualidad y de que todo pasa. Es decir, que cuando hay un nacimiento hay unos primeros dos, tres años, que hay una mezcla de emociones muy potentes, un bebé es algo por un lado hermosísimo y produce muchísima felicidad, pero también son muy intensos y producen mucho desgaste, hay falta de sueño, se enferman todo el tiempo… Los niños tienen una demanda tremenda, la crianza va adquiriendo nuevos retos, pero ese primer momento más difícil pasa y la pareja se va reajustando y reacomodando.

Yo le dedico un capítulo a la sexualidad y, por ejemplo, parte del reajuste, que es algo que en terapia sexual se trabaja, es pasar de una sexualidad espontánea en que nos miramos a los ojos y nos dan ganas y tenemos relaciones a una sexualidad más programada, acordada, en que el próximo sábado dejamos a los niños con los abuelos o con mi hermana, y aprovechamos para estar juntos. Y no pasa nada por asumir una sexualidad más programada. También la sexualidad de la mujer cambia mucho con la maternidad y también los hombres tienen que asumir ese cambio.

La mujer tiene unos cambios incluso neurológicos a raíz de la maternidad, ¿también hay constancia de cambios en el hombre que se convierte en padre?
–La evidencia científica da cuenta de esos cambios cerebrales en la mujer. Antes se hacía mucho énfasis en el tema hormonal, que era más evidente, pero ahora, por todos los avances en neurociencia, hay muchos estudios que comparan cerebros de mujeres embarazadas, después del parto, a los seis meses, con cerebros de mujeres que no han sido madres, y se dan cuenta de que hay un cambio en las estructuras y el funcionamiento del cerebro.

En el caso de los hombres algunos estudios encuentran una disminución en los niveles de testosterona durante la crianza, pero son menos concluyentes.  Hay que pensar que en condiciones normales los hombres tienen 10 veces más testosterona que la mujer. Muchos estudios encuentran esa reducción, pero a la vez se dan cuenta de que esta depende, por ejemplo, de cuál es la profesión del hombre. A lo mejor un profesor universitario se pude dar el lujo de que la testosterona le descienda, pero un policía o alguien que trabaja en un matadero no… y sus niveles de testosterona siguen donde están. Es muy dependiente del contexto social y de la implicación del hombre en los cuidados. Hay hombres, padres, que no cogen a su bebé en brazos. Yo hago mucha referencia en el libro a poner el cuerpo en los cuidados. En la medida en que tú tienes la experiencia de sostener a tu bebé, de portearlo, de salir a caminar con él al parque y de alguna manera sentir como si estuvieras “embarazado”, notar la vulnerabilidad: estás con tu bebé, de pronto viene un ciclista de frente y tú tienes la tendencia de protegerte… En la medida en que un hombre se implica hay más posibilidad de que haya cambios tanto hormonales como cerebrales, pero hay menos evidencia científica y, además, está la gran diferencia que es el embarazo y el parto. El hombre no pasa por ellos, y eso hace que los cambios neurofisiológicos sean menos potentes que en la mujer.

En el libro critica a los hombres que dicen eso de “estamos embarazados”.
–Tiene un lado positivo: es una señal de que el hombre se quiere involucrar. Por ahí lo podemos aceptar. Y, además, hay una lectura que yo también hago y es que, mientras la mujer está embarazada y está gestando un bebé el hombre puede pensar que él se está gestando a sí mismo como padre. Durante el embarazo de la mujer el hombre, aparte de acompañarla a todas las pruebas, de informarse, de irse implicando en todo ese proceso de la llegada del bebé y de adaptar la casa a la llegada del bebé, puede iniciar un trabajo personal de revisión de su relación de origen: ¿cómo era mi relación con mi familia de origen? ¿qué cosas de mi educación o crianza recibí y no me gustaría transmitirle a mis hijos? ¿cuáles sí? ¿qué valores le quiero transmitir? ¿qué tipo de padre quiero ser? Todo ese proceso es un proceso de gestación del hombre como padre. En ese sentido puede valer lo de “Estamos embarazados”, pero es importante no quitarle el protagonismo a la mujer en el tema del nacimiento.

A veces es como si la sociedad quisiese jugar a que la maternidad no existe. La maternidad existe, tiene unas consecuencias y lo importante es que socialmente tomemos conciencia de eso. En vez de que las mujeres tengan discriminación en el mercado laboral por ser madres debería ser todo lo contrario. La mujer está cumpliendo un rol fundamental para el mantenimiento de la sociedad. No se trata de decir: la mujer da a luz, ha parido, ha tenido un bebé y ya está en las mismas condiciones que el hombre para trabajar. No, no es verdad, y es mejor que lo asumamos. Y cuanto más se incorpore el hombre a los cuidados en mejores condiciones estará la mujer de asumir su vida laboral nuevamente.

Es como si se pasara de un extremo a otro. De “la mujer nace para ser madre” a negar la maternidad.
–Hemos pasado de un extremo a otro, pero a veces ese paso es normal en muchos aspectos de la cultura. Por ejemplo, el movimiento feminista nació de alguna manera en oposición a la maternidad, porque en esa época las mujeres se daban cuenta de que eran la maternidad y la crianza de los hijos las que las condenaban a la vida doméstica y surge una reacción contra la maternidad. Y ahora hay muchísimas mujeres feministas que dicen: “No, lo que tenemos es que reivindicar la maternidad como algo que es propio de las mujeres y que es importantísimo”. Yo en el libro digo que si los hombres parieran en las plazas en vez de haber las estatuas con los generales a caballo tendríamos estatuas de hombres pariendo en cuclillas, como las de las mujeres en la antigüedad. Pero, como es de las mujeres, de alguna manera lo menospreciamos o ninguneamos. De lo que se trata no es de esconder la maternidad debajo de la alfombra, no, la maternidad está aquí, importa, y lo que esta mujer necesita es una implicación de la pareja cuando existe, del grupo social de apoyo y de toda la sociedad. Es decir, que en los trabajos entiendan que es una función social, que el Estado lo entienda, que las familias que tienen hijos necesitan apoyo y ayudas.

¿Es perjudicial para esa gestación como padres que las paternidades sean cada vez más tardías?
–Antes se era madre o padre entre los 20 y los 30 años. Biológicamente era más natural, pero la sociedad era completamente diferente. Ahora mismo, si pensamos que el promedio en España está por debajo de los 35, pensamos en una mujer que, probablemente, si ha hecho una carrera universitaria o similar, ha podido tener su primer trabajo profesional, igual el hombre, es decir, que más bien estarían en condiciones, porque ya están de alguna manera “hechos”, ya tendrían esa capacidad de pasar a esa etapa de dar cuidados.

¿Hay algo equivalente en los hombres a la sororidad entre las mujeres?
–Está naciendo. Cuando me preguntan qué pueden hacer los hombres por su salud mental precisamente hablo de construir redes de crianza. No solamente con hombres, en general con personas en tu misma situación de crianza y pueden serte más «útiles».

Yo, como psicólogo, trabajo con parejas jóvenes que, de pronto, dicen “Es que nuestros amigos no son padres y no nos entienden, quedan en un bar un viernes a las diez de la noche y se enfadan porque no vamos y nosotros preferimos quedar un domingo en un parque a las once de la mañana…”. Entonces te das cuenta de que incluso eso cambia y que crear esas redes de apoyo, por ejemplo entre hombres, tejer esas alianzas con otros hombres en situación de crianza, te puede venir muy bien. Es algo que siempre han hecho las mujeres, que pueden conectar mejor con una mujer que no es su amiga pero la conocen de la maternidad y está atravesando un mismo proceso que con una amiga que no es madre.

Quizá para las mujeres es más fácil, por ejemplo, en los grupos de lactancia, pero una edad maravillosa para los hombres es a partir de la escolarización. Cuando los hijos entran en la escuela con tres años el verdaderamente involucrarte, buscar a tus hijos y conectar con esas familias que están igual que tú e irse juntos al parque y pasarte una tarde entera con tus hijos en el parque y conectar con esas familias. Esas redes es lo que de alguna manera te sostiene y te ayuda a llevar adelante la crianza. La crianza en soledad es muy difícil.

"

La crianza en soledad es muy difícil

"

¿La salud mental de los padres es fundamental, también para los hijos?
–Claro, lo que pasa es que mucha veces está vinculada a situaciones de pobreza, de vulnerabilidad social, precariedad… La vulnerabilidad psicológica a veces va muy unida a la social. A veces decimos: “Bueno, eso es populismo”, pero en países muy serios como Alemania o los países nórdicos existen prestaciones dirigidas a los niños, que reciben a través de la madre o del padre: Tú cuando naces tienes derecho a recibir una prestación social del Estado hasta los 18 años. El Estado se hace del alguna manera corresponsable de la maternidad y paternidad para garantizar que a esos niños no les falte comida, educación, etc. y que, a su vez, la madre y el padre puedan organizarse: Puedan decidir quién reduce jornada, o si contratan a una persona… Muchas veces la salud mental está relacionada con la vulnerabilidad social.

¿Es más difícil ser un buen padre que una buena madre?
–Son cosas diferentes. El padre no es una segunda madre, sino que tiene que buscar su propio perfil. Es tan difícil una labor como la otra. La maternidad es una característica única de las mujeres que no está lo suficientemente valorada, pero el papel de apoyo, responsabilidad, educación y crianza del hombre también es fundamental. Numerosos estudios que señalan que en las familias donde los hombres se implican más en la crianza y le leen a sus hijos esos niños y niñas tienen un rendimiento cognitivo superior a otros con familias en que el hombre no se involucra y está ausente en la lectura. Si tú combinas una participación activa del hombre con la lectura, esos dos elementos potencian muchísimo el rendimiento cognitivo de los niños.

"

Numerosos estudios señalan que en las familias donde los hombres se implican más en la crianza y le leen a sus hijos, esos niños y niñas tienen un rendimiento cognitivo superior

"

Hace unos años se habló de las madres arrepentidas y fue muy polémico, ¿también hay muchos padres arrepentidos?
–Es muy difícil decir que te arrepientes de ser padre, es algo socialmente muy mal visto, pero ese arrepentimiento de los hombres seguramente se expresa en la cantidad de separaciones y divorcios después del nacimiento de los hijos. Las cifras hablan de en torno a un 30% de divorcios después del nacimiento de los hijos, en los años inmediatos. Es difícil achacarlo como causa-efecto, pero sí es cierto que hay una reducción de la satisfacción de la vida en pareja a raíz del nacimiento de los hijos, durante los primeros años, y luego eso vuelve otra vez a equipararse, cuando se comparan parejas que han tenido hijos con parejas que no.

Parte del arrepentimiento de los hombres seguramente se expresa en esta cantidad de divorcios y separaciones, y también de violencia: ¿Cuánto maltrato y violencia de género tienen detrás el nacimiento de los hijos y que el hombre no acepta que la mujer quite la atención que tenía dirigida a él y la ponga en los hijos? Por eso es tan importante la participación de los hombres en la crianza, porque cuanto más se involucre el hombre, más se reduce la violencia. Un hombre que ha cuidado a sus hijos, que los baña, que juega con ellos, que les lee, los viste, les da de comer, los duerme por la noche, es muy difícil que sea violento con esos niños, porque tiene una vinculación corporal con ellos. En la medida en que es distante y pasa el día fuera, tiene más posibilidades de ejercer la violencia.

E incluso la violencia vicaria.
–Efectivamente.

  ¿Qué piensa cuando oye “Pues yo, cuando sea padre, pienso seguir haciendo lo que he hecho hasta ahora”?
–En la consulta ahora tengo un tipo de paciente nuevo, hombres que van a ser padres y quieren revisar su proceso familiar, quieren hacerlo bien. Los que vienen tienen la intuición de que la vida les va a dar un vuelco y eso les da miedo y se quieren preparar. Yo creo que el otro perfil no va a la consulta. El otro perfil dice: “Eso un rollo de mi mujer, yo seguiré haciendo…”. En el libro pongo el ejemplo de Nadal, que decía que no iba a cambiar tanto tras ser padre. Estoy seguro de que si le preguntamos en este momento diría “No sabía lo que estaba diciendo. Ahora que veo lo que es tener un bebé, por supuesto que la vida te cambia”. Además, que si la vida no te cambia, yo creo que es preferible que no tengas hijos. Está muy bien también, pero tener hijos implica un cambio en la vida. Por necesidad. Y cuanto más abierta esté esa persona a que su vida va a cambiar mejor será esa adaptación al rol paterno o materno.

A veces por el ritmo de vida que llevamos ¿entiende que se echen de menos unos roles tradicionales más cómodos, que hubiera siempre alguien en casa?
–En el último capítulo del libro, La revolución de los cuidados, recojo una cita de una antropóloga que va a una tribu y pregunta “¿Quién cuida aquí de los niños?” y la respuesta que le dan es “Aquí cuidamos todos”. Yo creo que esa es la revolución pendiente. Antes hubo una época en la cual las mujeres se quedaban en la casa y se encargaban de la crianza y era más fácil, pero a costa de sacrificar la vida de las mujeres, pues muchas mujeres que podían haber tenido vidas profesionales y personales riquísimas quedaban aparcadas en la vida doméstica. Luego hemos pasado a una etapa en la cual, y es lo normal, las mujeres ya no quieren estar en el hogar, y quieren tener una vida profesional y desarrollarse más allá de la familia. Genial. Pero, de pronto, nos damos cuenta de que el equilibrio es muy difícil. Y entonces, o bien sacrificamos a los hombres y podemos ir a una etapa en que las mujeres brillen profesionalmente y los hombres se queden metidos en casa, que invirtamos el rol, o que vayamos a una revolución de los cuidados en la cual toda la sociedad, de alguna manera, se implique en los cuidados y, por ejemplo, se reduzca la jornada laboral, se ajusten los horarios de la sociedad para que la gente pueda conciliar, haya ayudas directas a la familia… Si tienes dos hijos y recibes del Estado 800 euros, 400 euros por cada hijo, como en Alemania, puedes plantearte contratar a una persona para que te ayude con las tareas de la casa y eso te facilite la vida. Que la sociedad se abra a los cuidados. ¿Por qué en las empresas con un determinado número de trabajadores no tiene que haber guardería por ley? No, porque los niños molestarían… ¿Por qué? Porque estamos construyendo una sociedad de espaldas a los niños. En el fondo se trata de eso, de que hay una tendencia a decir “aviones sin niños” “hoteles sin niños”, “restaurantes sin niños”. Imaginémonos que dijéramos “aviones sin negros”, “hoteles sin mujeres” y “restaurantes sin viejos”. Nos parecería discriminatorio. Sin embargo, con los niños es como una opción. No es una opción razonable. La opción es que entendamos que los niños son niños.

McDonalds tuvo la inteligencia de poner un parque infantil anexo al restaurante. O en la T4 en la zona de espera, ahora hay instalaciones infantiles. Claro, tú no le puedes decirle a un niño “Siéntate dos horas y no te muevas”. No, “Ve allí, súbete y juega un rato mientras llega el avión”. Se trata de abrir a sociedad a los cuidados para que los niños no sean algo que moleste o que no tengan que salir del cole e ir a 200.000 actividades extraescolares y luego meterse en casa, sino que los niños estén en la sociedad. Eso facilitaría muchísimo los cuidados. Tenemos que evolucionar a que los cuidados no sean solo una labor de la madre y del padre, sino que toda la sociedad se implique y que le demos a la maternidad y a la paternidad el valor social que tiene. La gente dice: “Si han tenido hijos es porque han querido”. Una persona a nivel individual puede decir “Yo no quiero tener hijos”, y eso está estupendo. Pero, a nivel colectivo, no podemos dejar de hacerlo. ¿Qué pasaría si las mujeres en España dicen “No parimos más”? ¿Qué hacemos con las pensiones, con la seguridad social? La única opción que nos quedaría sería la inmigración. Una sociedad necesita tener hijos, es una labor fundamental, y eso es lo que habría que reconocer y validar.

A veces a los padres se les pone la medalla por hacer cosas que cuando las hace la madre parece que se hicieran solas.
–Sí, esto de que cuando un hombre se implica: “¡Qué suerte! Tienes un padrazo” Eso es parte del machismo. Hay una tendencia de que lo que hacen las mujeres es lo normal, lo de siempre, y si lo hace el hombre es extraordinario. “Tu marido sabe poner la lavadora, ¡guau!”. Yo tenía un paciente que era ingeniero aeronáutico y decía que no sabía poner la lavadora, y parte de la sesión era “¿cómo es posible que seas capaz de diseñar aviones y me digas que no sabes poner la lavadora? Eso no tiene sentido”. En el fondo es “No, yo no toco eso…”, porque hay hombres que sienten que sacar la ropa de un cesto y meterla en la lavadora es un gesto femenino, sienten su masculinidad comprometida cuando hacen labores del hogar. Por suerte en la cocina eso se ha roto. Los hombres han entendido perfectamente que cocinar no es algo que hagan las mujeres, ¿por qué las otras labores domésticas sí parece que son de las mujeres y que los hombres no las podemos hacer?

Pero, sabes qué, no importa. Que haya una epidemia de padrazos, que se multipliquen. Lo importante es que cada vez más hombres se involucren y llegará un momento en que la palabra desaparecerá porque ya será lo normal.

¿Al final se trata de ser un padre lo suficientemente bueno?
–Sí, el psicoanalista Winnicott habla de que al fin y al cabo los niños y las niñas no necesitan una madre perfecta, sino una madre que sea lo suficientemente buena. Lo que necesitamos son padres que sean suficientemente buenos, un padre que tome conciencia de su responsabilidad, de que esa labor de crianza y cuidado no es de la mujer y que él hace “lo que puede”. No, es tuya también.

En el libro hablo de las “paternidades del cuidado”, centradas en las necesidades de los niños y las niñas, con el foco en la infancia. Cuando decimos: “Permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles y a los cuatro meses los niños van a la guardería”. No, un niño a los cuatro meses no necesita ir a una guardería. Cuando nosotros llevamos a un niño a una guardería lo estamos haciendo por las necesidades del mercado: porque la madre tiene que trabajar, porque el padre tiene que trabajar y porque el mercado necesita trabajadores. El niño y la niña no necesita ir a la guardería con cuatro meses. No estamos poniendo las prioridades de los niños en primer lugar.

La labor del padre es muy flexible, muy dependiente de quién es la mujer y de la características del sistema familiar. Tenemos que pasar a una etapa en la que ya no necesariamente sea la mujer la que se queda en casa cuidando. Si tú eres ministra y has tenido un bebé, y te quieres incorporar a tu despacho a los 40 días, y tu marido tiene un trabajo de menor importancia, que sea él el que se quede cuidando. Que haya esa flexibilidad.

Hay muchos hombres que siguen siendo el principal sostén de la familia, porque sigue habiendo una discriminación y las mujeres siguen ganando menos que los hombres en general. Si un hombre sigue siendo el proveedor; eso no está mal, pero lo que ya está caduco es la idea del padre como cabeza de familia. El padre no es cabeza de nada, el padre es un elemento más de la familia, y aunque tú seas el proveedor económico cuando llegas a la tarde a casa no llegas a que tu mujer te atienda, llegas a ayudar a lo que haya que hacer en ese momento: “Yo me quedo con los niños mientras tú haces la cena” o “Yo los baño” o “Yo hago la cena”, según las necesidades que hay en la casa.

La equidad se conseguirá cuando los hombres sean los que digan “A que voy yo y lo encuentro” y sean capaces de ver todo aquello que necesita ser hecho.
–Claro, si no lo vemos es por nuestra propia no involucración. Estos días en casa está pasando algo gracioso. Mi hija tiene 10 años, pero todavía duerme aquí y allá o nos llama por la noche. Cuando era una bebé a mi mujer se le disparaban todas las alarmas. Tu cerebro está alerta. 10 años más tarde, mi hija se despierta y soy yo el que se despierta, mi mujer ni se entera. Ya pasó esa etapa y soy yo el que escucha, porque tengo el sueño más ligero, y me levanto y voy. Eso se desarrolla en la medida en que estamos presentes, nos involucramos, y no creemos que hay cosas que son de la mujer en las que no nos metemos. Uno ve lo que le interesa ver, y si yo siento que la ropa de mi hija, o el disfraz o el regalo de cumpleaños, es algo que a mí no me interesa, no lo veo. En la medida que yo como hombre vea que esas cosas de la crianza, esa carga mental, todas esas cosas de las que la mujer se tiene que encargar porque nosotros pasamos, también son mías tendremos ese superpoder, porque ese poder está vinculado a la atención.

Se habla mucho de los problemas de los hijos cuando los padres se separan, pero no tanto de los que los padres siguen juntos pero casi mejor que se separaran.
– Yo, como psicólogo, lo veo claramente en la consulta. Lo que más daño le hace a un niño, una niña, no es el divorcio, sino la confrontación, el ambiente hostil que pueda haber en una familia. Criarse en un enfrentamiento continuo entre una madre y un padre es lo que verdaderamente le hace daño a los niños, no la separación. Un niño perfectamente puede vivir con su padres separados, siempre que haya una cordialidad. Por eso yo insisto tanto en poner el foco en la infancia. Si una pareja tiene problemas y ya no quieren seguir estando juntos no pasa absolutamente nada, pero no hay que utilizar a los hijos como arma arrojadiza contra la otra persona. Y luego varía mucho según la edad de los niños. Imagínate separarse con un bebé que está lactando, cómo puede haber en ese momento custodia compartida. Le estás haciendo daño a ese vínculo tan importante para ese bebé. Pero si tu hijo tiene 10 años a lo mejor la custodia compartida es perfectamente razonable. Todo dependerá de cómo funcione ese sistema familiar, pero un niño no tiene ningún problema en crecer en una familia con padres separados, lo que les hace daño a los hijos es el conflicto y la disputa, vivan los padres juntos o no, porque muchos padres se divorcian y continúan en guerra, no es que la guerra cese, el odio y el resentimiento sigue, y eso es lo que afecta a los niños.

¿Puede ser fuente de disputas la forma distinta de ver la maternidad y paternidad?
–Absolutamente. Un tema típico que trae muchísimos problemas es cuando la mujer quiere seguir durmiendo con su bebé o tenerlo en la habitación, dormir en el mismo espacio, y los maridos empiezan a presionar para que ese bebé se vaya a dormir a otra habitación. Igual con la lactancia, los maridos sienten que mientras la mujer esté dando el pecho, sexualmente no es accesible para ellos. Que la lactancia se acabe y ese bebé se vaya a dormir a otra habitación para el hombre es como “Ah, ya voy a recuperar a mi compañera sexual”. Y el hombre se convierte ahí en un saboteador de un proceso normal. ¿Qué mamífero es capaz de dormir sin su cachorros? Es algo que es absurdo, si lo pensamos, un bebé no está preparado para dormir en una habitación, aunque esté decorada con estrellitas y lucecitas. En ese primer momento necesitan la cercanía de su mamá y de su papá. Y eso suele ser fuente de conflicto. Y, cuando van creciendo, los estilos de crianza. Cuando el hombre todavía tiene la idea de que es el cabeza y quiere dar órdenes en casa choca con estilos de crianza más cercanos.

0
Comentarios