"La clave no está en cuándo les dejas usar la tecnología sino en cómo les acompañas en ese uso"
María Zabala es periodista y autora del libro Ser padres en la era digital. Tras veinte años de especialización en comunicación sobre ciencia y tecnología, la última década la ha dedicado a la divulgación sobre cultura digital. Es directora del Área de Sociedad y Tecnología en Alabra y responsable del blog iWomanish, centrado en familia, tecnología y educación. Colabora con familias, instituciones, empresas y sector público, desarrollando iniciativas de cultura digital e impartiendo talleres y conferencias.
¿Cómo ve el movimiento Adolescencia libre de móvil?
–Es un movimiento que no carece de lógica, es comprensible. Primero, es respetable: Todo el mundo tiene el derecho de expresar sus necesidades o demandas respecto a cualquier cosa. Y, además, es previsible porque desde que irrumpió internet y la digitalización ha habido cierta inercia, ha sido muy común ver a muchos menores de edad acceder a todo tipo de entornos digitales y dispositivos conectados sin demasiado acompañamiento, con demasiada libertad, y esto ha llevado a esa presión social a la que aluden estos grupos, la famosa frase: “Mamá, todos tienen móvil en mi clase menos yo”. Es comprensible y era esperable, porque a lo largo de este último año ha habido distintos momentos en que se ha hecho más visible la postura que pide que se busque la manera de garantizar que los menores no puedan acceder a todos esos contenidos que nos preocupa a los adultos que puedan consumir en internet, o al efecto teórico de las pantallas sobre infancia y adolescencia.
Adolescencia libre de móvil es un movimiento respetable, comprensible y previsible
"¿Le parece que este movimiento puede enriquecer el debate?
–Me parece igual de ineficaz que lo que se ha hecho hasta ahora, porque gestiona esa inercia solo desde el discurso de los miedos. Llevamos más de 15 años concienciando en este país sobre los peligros de internet para niños y adolescentes pero realmente no ha conducido a nada; mayoritariamente lo que nos encontrábamos era demasiado acceso o demasiado control. Y esto, que al final es “Vamos a retrasar esto lo más posible, y si es posible, por ley, porque todo esto es muy malo”, responde a que solo nos hemos enfocado en hablar de lo peligroso que es esto para niños y adolescentes.
Y entre el demasiado acceso y el demasiado control…
–Yo apuesto firmemente por todo lo que existe entre los dos extremos: entre permitir que los menores hagan lo que consideren, y con mucha libertad y da igual el tiempo y dan igual los contenidos, y prohibirlo hasta los 16 hay un término medio que debemos trabajar. Sobre todo porque en la aparición de estos chats de familias se mezclan muchos debates diferentes. No tengo claro si se habla de prohibir los móviles en el colegio hasta el final de la ESO o si se refieren a que prohibamos por ley que los menores de 16 tengan móvil y, si es así, qué queremos prohibir realmente: ¿queremos prohibir el móvil o esas apps, webs a las que acceden a través del móvil? ¿queremos prohibir todos los dispositivos? ¿queremos prohibir por ley las redes sociales? ¿queremos prohibir por ley internet en general para los menores de 16? Se están mezclando muchos debates y se está favoreciendo esta desinformación que al final lo que favorece es que la gente se posicione en un extremo u otro.
En la aparición de estos chats de familias se mezclan muchos debates diferentes
"¿Sería factible algún tipo de estas prohibiciones por ley?
–Lo más factible es prohibir por ley que los menores lleven su smartphone al colegio. Dentro de este punto concreto también se mezclan los debates: ¿estamos hablando del smartphone personal del niño, que no lo lleve y no lo use en el colegio, o estamos hablando de que se acabe la tecnología educativa y vuelvan solo a papel y lápiz y ya no haya pantallas en los colegios, como algunos pretenden? Yo soy partidaria de que los menores no puedan sacar su móvil personal en clase, como no pueden sacar una revista en clase de Matemáticas o no deberían poder ponerse a dibujar en medio de la clase de Lengua. Son temas de conducta, estoy a favor de que se regule, de lo que no estoy segura es de que haga falta una ley, pero ese sería el punto más factible. En algunos países ya se regula con distintos tipos de normas que esto no suceda, hay comunidades autónomas que también plantean esta regulación y la gran mayoría de colegios e institutos de nuestro país tienen normas internas respecto a cuándo y cómo pueden o no usar los alumnos su móvil personal en el colegio. Esa norma ya existe. El problema que tenemos es que cuando se incumple, que no es un tema de tecnología sino de conducta, no siempre todos los miembros de la comunidad educativa respetamos las consecuencias de esa conducta que no cumple la norma.
Pero ir más allá…
–El otro punto es muy difícil: ¿qué hacemos, una ley que diga “los niños no pueden acceder a internet hasta los 16”? ¿una ley que diga “los niños no pueden acceder a redes sociales hasta los 16”? En este último sentido ya hay una normativa: el Reglamento General de Protección de Datos, en vigor en Europa y España desde 2018, en su artículo 8 dice que por debajo de los 14 años un menor no puede consentir en el tratamiento de sus datos personales por parte de productos y servicios digitales, es decir, que no puede estar en redes sociales sin que lo consienta un adulto.
Es cierto que esto es difícil, porque el menor puede mentir en su edad, porque las plataformas no tienen todavía buenas medidas de verificación de edad y esta tecnología no se implanta del todo seguramente porque a las tecnológicas no les interesa, pero también porque hay conflictos a la hora de hacer que esta verificación sea compatible con la protección de datos. En este sentido, la ID digital que se acaba de aprobar a nivel europeo puede que aporte soluciones. Pero prohibir todo lo digital hasta los 16 me parece complicado, porque, entre otras cosas, el Comité de Derechos del Niño en su observación general número 25 dice que los menores también tienen derecho a participar de la sociedad en lo digital, lógicamente con una cierta garantía de seguridad y con un acompañamiento adulto, pero, francamente, donde yo creo que hay una enorme confusión y una falta de información es en que un móvil no es una sola cosa. Es decir, si tú das un móvil a su hijo independientemente de su edad, ese móvil no tiene por qué tener instaladas o permitir que el niño se instale todo tipo de aplicaciones y redes sociales, que no haya límites en el tiempo de uso y en la conectividad. Hay cosas que las familias podemos hacer. Problema: A las familias lo que más les llega es la información que tiene que ver con los peligros más que con los recursos prácticos de qué pueden hacer para que un móvil no tenga acceso a todo, para que un niño no tome todas las decisiones con ese móvil, para que podamos gestionar o hablar con ellos o aportar contexto a la hora de educar respecto a lo que pueden estar viendo o no…
Prohibir todo lo digital hasta los 16 me parece complicado, porque, entre otras cosas, el Comité de Derechos del Niño dice que los menores también tienen derecho a participar de la sociedad en lo digital
"¿Con qué término se siente más cómoda: salud digital, ciudadanía digital?
–A mí me sobra el apellido digital. En el mundo en que vivimos todo es analógico y todo es digital, hay cada vez menos parcelas que no tengan las dos vertientes. Si un adulto no tiene ningún perfil en redes sociales y no usa apenas tecnología da igual, tiene presencia digital, porque cada vez se nos piden más trámites, por ejemplo con el sector público, a través de internet, porque hacemos muchas cosas, incluso de la gestión de nuestro dinero, con banca online, porque muchos compramos por internet… Lo digital está por todas partes. Si hablamos de salud hablamos de salud, digital y no digital, si hablamos de ciudadanía es también en todos los sentidos. Si hablamos de ocio, también. Si hablamos de aprendizaje, también. Si hablamos de socialización, también.
Hoy por hoy la tecnología lo permea todo, y esto es algo negativo en muchos sentidos y positivo en muchos otros. Mi mensaje es que normalicemos todo esto de lo digital, y normalizar no es ni prohibirlo, porque es muy peligroso, ni dar barra libre como si no pasara nada. Es hacer con la tecnología digital lo mismo que hacemos con el resto de parcelas de la educación: fomentar un equilibrio; participar de las vidas de nuestros hijos y acompañar; cuando no sabemos algo, aprenderlo para luego enseñarlo; tirar de nuestra propia experiencia para educar a nuestros hijos: No hace falta ser experto en protocolo para decirles que hay que pedir las cosas por favor, ni ser experto en gastronomía para decirles que lo mejor y lo más sano es comer de todo, ni ser informático para decirles que no se puede hacer cualquier cosa y de cualquier manera con tecnología.
Nuestros hijos tienen que aprender a vivir y a crecer con y sin tecnología. No solo con y no solo sin. Ellos van a vivir en un mundo en el que va a seguir habiendo tecnología digital. Esto no significa que haya que dejarles que la usen de cualquier manera, pero no creo que la única solución sea pedir leyes que vayan prohibiendo según qué cosas por edad porque –y esta es una metáfora que estos grupos están utilizando de manera recurrente– un menor de 18 no puede conducir pero la ley no prohíbe que vaya en un vehículo conducido por sus padres. Y aquí está la clave: que cuesta mucho, mucho, mucho conducir el mundo de la vida digital de nuestros hijos y entonces lo mejor es que no haya vida digital o que la tengan y de cualquier manera. Y yo me empeño en que entre medias de esos dos extremos hay muchas cosas que podemos hacer.
No hace falta ser experto en protocolo para decirles que hay que pedir las cosas por favor, ni ser experto en gastronomía para decirles que lo mejor y lo más sano es comer de todo, ni ser informático para decirles que no se puede hacer cualquier cosa y de cualquier manera con tecnología
"¿Y no cree que estas familias de ‘Adolescencia libre de móvil’ intentan hacer lo que creen que está en su mano?
–Yo sé que a través de internet los menores pueden tener acceso a muchas cosas que si no hablamos con ellos desde luego no van a tener un efecto necesariamente positivo, porque nuestros hijos necesitan contexto y valores en cada casa. A lo que me recuerda todo esto es a la tendencia que llevamos gestando muchos años de buscar garantías que nos permitan saber que nuestros hijos van a estar siempre bien. Y nuestros hijos no van a estar siempre bien. Van a sufrir, y hay veces que podremos evitarlo y veces que no. Nuestros hijos tiene que aprender también a no estar bien, esto no significa que nosotros les provoquemos sufrimiento, pero no siempre lo vamos a poder impedir. Internet está llena de cosas que no son buenas para los niños y adolescentes, aunque “menores de edad” es un término que abarca entre 0 y 18 años, entonces, sinceramente, una cosa es que le demos un móvil con total libertad en internet a los nueve años, cosa que no veo necesaria, y otra cosa es que por ley pidamos 16 años, cuando, no lo sé, entre los 13 y los 16 pueden beneficiarse de muchas cosas que tienen que ver con la sociedad digital.
Decía que en este debate hay mucha confusión y también que se mezclan muchos factores. Incluso muchas familias siguen creyendo que sus hijos son muy pequeños para pasar al instituto con 12 años.
–Hay dos factores importantes: el aspecto de la información que más tenemos las familias es lo peligrosa que es la tecnología para nuestros hijos: el impacto sobre la salud, sobre el desarrollo, en relación con lo que ven, la salud mental, el concepto famoso de adicción… Y no siempre está bien explicado, porque la ciencia realmente no dice que la tecnología cause todas estas cosas. Habla de asociaciones, de relaciones, pero no de causas.
Y el otro factor que para mí es fundamental es que muchos de los cambios que están influyendo en cómo son y cómo viven ahora los niños y adolescentes no tienen que ver con lo digital, tienen que ver con cambios sociales, socioeconómicos, geopolíticos incluso, que llevan acumulándose décadas y que influyen en esto. Cambios como que las familias somos ahora mucho más protectoras que antes, que estamos mucho más implicadas en la vida escolar de nuestros hijos, que los propios adultos estamos más estresados y gestionamos peor la incertidumbre que antes, y queremos garantías de muchas cosas. Son muchas cosas que hacen que queramos ejercer una paternidad o maternidad muy garantista. Dime qué tengo que hacer para que todo salga bien.
Y luego, en educación, no tenemos un pacto por la educación, tenemos 17 sistemas distintos, y esta desconfianza hacia la tecnología en la escuela viene dada porque durante muchos años a lo mejor se han tomado muchas decisiones de implantación de la tecnología en las aulas no necesariamente basadas en lo pedagógico o en lo metodológico sino en las modas, y eso también nos lleva donde estamos: a esta desconfianza hacia la tecnología en el aula. Llevamos mucho tiempo hablando de competencias digitales pero los docentes se siguen quejando de que no siempre es fácil formarse en competencias digitales… Son muchísimas discusiones en un solo tema, por lo que yo creo que simplificarlo a esto de retrasarlo hasta los 16 es una respuesta muy simple a un problema complejo.
Pero no es solo en España, también tenemos en EEUU la demanda a Meta por parte de 41 estados por atrapar a los menores en sus redes.
–Esto es claramente una tendencia global, que pasa en EEUU y en Europa en muchos países, y es más la rama conservadora de la sociedad la que pide esta protección y la que más se ha incorporado al discurso de la adicción. La ciencia hoy por hoy no reconoce como tal la adicción a la tecnología ni al móvil ni a las redes sociales. Sí es cierto es que por cómo están diseñados muchos de estos entornos favorecen un uso de alguna manera compulsivo, favorecen una cierta dependencia de las experiencias que viven nuestros adolescentes en esos entornos. La Asociación Americana de Psicología justo antes del verano emitió unas últimas guías en las que en el primer punto dice que las redes sociales no son ni buenas ni malas para la salud mental de los adolescentes. Es decir, la ciencia intenta de todas las maneras rebajar un poco estos ánimos que dicen que es bueno o malo, porque depende mucho del adolescente. Es cierto que hay presión social, es cierto que no es inocuo, pero no porque un adolescente empiece a usar redes sociales a los cinco meses va a ser una persona completamente distinta.
¿Qué tienen en su mano las tecnológicas?
–En primer lugar, mejorar la verificación de edad. Es decir, que un menor de edad no tenga tan fácil poder acceder a según qué productos o servicios digitales. Por otra parte, una mayor transparencia en los datos de los que dispongan respecto al uso, especialmente, por estas poblaciones, que los compartan de manera abierta con la comunidad científica que investiga sobre todo esto, para que pueda haber un estudio más eficaz y más realista de posibles impactos. Por otra parte, en general, ya no solo con menores de edad, mayor transparencia respecto a cómo utilizan los datos personales de los usuarios, a la hora sobre todo de desarrollar estrategias de marketing o publicidad, de todo lo que se nos ofrece respecto a los anuncios, que es lo que ahora también la Unión Europea ha limitado de manera más estricta. Y cualquier desarrollador de cualquier producto o servicio digital (una web, una app, un juguete conectado o un dispositivo), especialmente si está dirigido a la audiencia infantil o adolescente, debe ofrecer safety by desing, seguridad por diseño, es decir, que por defecto el producto esté diseñado teniendo en cuenta cómo responder a los principales peligros que pueda haber en internet para la infancia y la adolescencia. Hay muchos más puntos, pero estos serían para mí los puntos clave. Las tecnológicas tienen mucho por hacer, la normativa puede mejorar, pero también las familias podemos hacer más cosas. Es decir, tú puedes decidir que tu hijo no puede conducir a los 14, pero no por eso le dejas de llevar en coche. Hay veces que utilizarás el transporte público pero hay veces que le llevarás en coche: ¿Cómo les llevas en coche? Ese es el tema.
Las tecnológicas tienen mucho por hacer, la normativa puede mejorar, pero también las familias podemos hacer más cosas
"¿Prohibir puede ser incluso contraproducente, que lo acaben haciendo pero a escondidas, con el móvil de sus padres?
–Esto es más un problema de confianza, cuando los niños hacen las cosas a espaldas de los padres. Y puede pasar con padres que prohíben la tecnología y con padres que la permitan y el niño se salta el control parental. Yo respeto que cada familia decida cuándo y cómo y para qué permite que sus hijos accedan a según qué tipos de tecnología. Y si una familia decide que su hijo no debe tener móvil hasta los 16 yo no soy quién para decir nada. Esto es lo que yo apoyo. Hay familias a las que les parece una aberración que un niño lleve una moto y otras que hacen motocross que a los ocho años ponen a su niño encima de una moto pequeñita con todo tipo de protecciones porque es una costumbre familiar.
No creo que sea más o menos eficaz o más o menos contraproducente, lo de prohibir o permitir. La clave no está en cuándo les dejas usar la tecnología sino en cómo les acompañas en ese uso.
¿Por qué tipo de acompañamiento apuesta?
–Yo lo que defiendo es que si tú decides que tu hijo va a tener algún tipo de interacción con la tecnología digital ejerzas tres tipos de implicación: una implicación material –que pienses en qué tecnología pones en manos de tus hijos, me da igual la edad–, una implicación funcional –que configures esa tecnología, que la elijas, que pienses no solo cuánto tiempo la va a usar sino para qué, cómo o dónde– y una implicación experiencial –que compartas con tu hijo o hija la experiencia que esté viviendo, sea ver vídeos, jugar con una aplicación, estar en redes sociales chateando…–.
Esto no significa que estemos las 24 horas encima mirando lo que hacen. Significa que preguntemos, que escuchemos. Si yo apunto a mi hijo a fútbol primero me informo sobre dónde apuntarle; los primeros días le llevo, para ver cómo es el sitio: le pregunto por sus compañeros; sé más o menos quién es su entrenador; tengo cierta información sobre si mi hijo es portero o delantero; voy a verle a algún partido. Todo eso es la implicación material, la implicación funcional y la implicación experiencial.
En España son sobre todo psicólogos quienes reclaman la prohibición.
–No, no, lo que pasa es que muchos psicólogos son las cabezas visibles de este movimiento. Pero también hay muchos psicólogos como, por ejemplo, José César Perales o Ramón Nogueras, que defienden que el tema no está en prohibir y que la ciencia no dice que las pantallas sean malas per se para los menores, sino que son muchos más factores los que juegan.
¿Cree que hay un perfil tipo de familias a favor de esta prohibición?
–Hay personas que tienen más desconfianza a según qué cosas más que otras. Y aun así creo que hay de todo. Yo me encuentro con muchísimas personas de muchísimos perfiles que está a favor y que está en contra. Depende mucho también de la propia experiencia que uno tenga con la tecnología.
¿Tiene amigos antimóviles?
–Por supuesto. Y además muy queridos y muy íntimos. Y yo los respeto y nunca les voy a decir “Lo estás haciendo mal”, porque darles el móvil antes o después no es lo que nos hace lo que sea que significa ser mejores o peores padres.
Darles el móvil antes o después no es lo que nos hace ser mejores o peores padres
"Cosas que las familias podemos hacer
- Hay cosas de las que hay que hablar con nuestros hijos antes de que tengan móvil y que tienen relación con el móvil, a partir de los hábitos que vayan desarrollando. Cuando son pequeños, lo normal es que las familias nos centremos en si les dejamos o no usar pantallas y cuánto tiempo, por si acaso es malo, y hay que hablar de muchas más cosas: intención, momento de uso, etc… Lo primero es de dónde venimos respecto a la convivencia de nuestros hijos con la tecnología, porque muchos niños estarán oyendo toda su infancia que la tecnología es muy mala, y nada más, y que por eso no se las dejan usar, y muchos otros niños estarán viendo la tecnología solo como una fuente de ocio, de mirar una pantalla, sin que tampoco se hable mucho más.
- La segunda medida es que en el momento en que empiecen a usar tecnología de una manera razonablemente autónoma, por ejemplo, recibiendo un móvil, es importantísimo crearles una cuenta de usuario de menor de edad, sea con Android o con Apple. Esto permite que ellos no se puedan descargar las aplicaciones en su móvil y que no lo puedan usar con total libertad porque nos necesitarán para alguna de esas decisiones. Este tema de la cuenta de usuario de menor de edad, que existe desde hace muchísimos años y que funciona mientras tenga de 14 para abajo te puede parecer un poco complicado la primera vez que lo haces, pero no lo es más que muchas de las cosas que hacemos a diario.
- A partir de esta configuración del dispositivo para que no haya una libertad total del menor, mucha conversación y, a ser posible, que nosotros aprendamos también de las cosas que nos tocan. Tenemos muchas familias que quieren que sus hijos estén muy seguros en internet, y por tanto parece que lo mejor es que no esté internet en sus vidas, pero la enorme mayoría de las personas en España siguen teniendo como contraseña 123456, muy pocos cambian las contraseñas de sus routers, muy pocos trabajan conceptos de ciberseguridad. ¿Aprender sobre seguridad, sobre uso saludable? Que lo hagan otros.