¿Qué nos invita a pensar la ciencia ficción? Cuatro temas y cuatro textos para tus situaciones de aprendizaje
Muchos jóvenes, adultos y niños compartimos el gusto por la Ciencia Ficción. Uno de sus grandes atractivos es la aventura del límite. La última frontera, que nos atrae por estar más allá de lo humanamente posible, pero accesible a través de algo nuestro que no está claro si es del todo humano: la tecnología. Se trata de un campo fértil para el pensamiento filosófico que podemos explorar con nuestros estudiantes. En este post te cuento algunos de los temas de la filosofía que puedes explorar en el aula gracias a fragmentos de literatura de ciencia ficción.
Las fronteras del conocimiento
El guion de la nueva serie de los productores de Juego de Tronos es fruto de la estructurada y fantástica mente del Liu Cixin. El Problema de los Tres Cuerpos se trata de una novela de ciencia ficción dura, es decir, la parte de ficción se construye sobre hipótesis reales derivadas de la ciencia real. Uno de los temas que explora es el siguiente: ¿Cómo se produce la innovación en la ciencia?
En la novela (y en la serie también) observamos cómo un modelo político impide los desarrollos científicos censurando teorías que, desde su punto de vista, amenazan la estabilidad del país. Se trata de la China de Mao, contexto en el que los jóvenes de la Revolución Cultural asesinan a un profesor por defender teorías científicas contrarias a la filosofía marxista en su versión china. Hasta ahí se trata de un problema de sociología de la ciencia, es decir ¿cómo sociedad y ciencia se influyen mutuamente en su desarrollo?
Pero el relato muestra que la hija del profesor asesinado, años después, posibilitará la amenaza extraterrestre, cuya primera ofensiva será impedir el desarrollo de nuevas teorías científicas. El giro argumental nos mete de lleno en la ciencia ficción a través de un grupo de científicos que empiezan a morir misteriosamente, todos son miembros de una organización de científicos experimentales que precisamente se llaman “Fronteras de la ciencia”.
El paralelismo entre estos dos momentos del relato no es casual. En ambos la ciencia encuentra limitado su avance, aunque durante la China comunista fuera por las ideas políticas y en el presente de la novela por la ofensiva extraterrestre.
El problema que se plantea es común en filosofía de la ciencia, lo expresó Thomas Kuhn en su libro La estructura de las revoluciones científicas, y puede ser fácil de comprender gracias a la novela y a la famosa serie.
Aquí va el fragmento en el que conocemos de primera mano la estrategia de los extraterrestres de Trisolaris.
(…) Cada vez más sofones alcanzarán aquel sistema planetario y se dedicarán a patrullarlo. Aunque ni todos juntos llegarían a sumar una masa total de una mil millonésima parte de una bacteria, serán capaces de impedir que los físicos de la Tierra posen la mirada sobre los secretos escondidos en lo más profundo de la estructura de la materia. Los humanos nunca tendrán acceso a las microdimensiones, y su habilidad para manipular materia quedará para siempre limitada a menos de cinco dimensiones. Sin ese avance fundamental, la tecnología de la civilización de la Tierra permanecerá anclada en la era primitiva. ¡Hemos echado el cerrojo! Los humanos serán incapaces de escapar por sus propios medios (…)
El encuentro con lo diferente
Este es el tema que siempre uno espera cuando habla de ciencia ficción. Si sacas el tema con tus estudiantes, no va a tardar alguien en hablar de los hombrecitos verdes. Tan diferentes de nosotros, pero sospechosamente parecidos. ¿No hay algo inquietante en eso?
Los humanos somos seres sociables por naturaleza. Vivimos juntos, nos organizamos, guerreamos, amamos… Forma parte de nuestra especie hacerlo; y, desde la antigüedad, diferentes grupos humanos han explorado en busca de semejantes con los que guerrear, organizarse, a los que someter, amar… Buscamos relacionarnos con otros diferentes de nosotros, pero, al mismo tiempo, los tememos. Esto nos dice algo sobre nuestra propia especie, sobre la naturaleza humana.
La ciencia ficción explora también la posibilidad de encuentros con otros seres, diferentes. Permite a los autores imaginar el miedo, pero también la oportunidad, las dificultades de comprensión y los cambios que podrían darse en la humanidad al tener enfrente a una especie con la que relacionarse de igual a igual pero completamente diferente.
Hay un autor que da mucho juego con este tema: Ray Bradbury, sobre todo porque es inquietante y divertido. En el siguiente fragmento de un relato incluido en su clásico Crónicas Marcianas los humanos viajeros del espacio que aterrizan en Marte se encuentran con unos marcianos, desagradablemente humanos.
Aquí sigue un fragmento del relato Hombres de La Tierra.
(…) Quienquiera que fuese el que golpeaba la puerta, no se cansaba de hacerlo.
La señora Ttt abrió la puerta de par en par.
—¿Y bien?
—¡Habla usted inglés! —El hombre, de pie en el umbral, estaba asombrado.
—Hablo lo que hablo —dijo ella.
—¡Un inglés admirable!
El hombre vestía uniforme. Había otros tres con él, excitados, muy sonrientes y muy sucios.
—¿Qué desean? —preguntó la señora Ttt.
—Usted es marciana. —El hombre sonrió—. Esta palabra no le es familiar, ciertamente. Es una expresión terrestre. —Con un movimiento de cabeza señaló a sus compañeros—. Venimos de la Tierra. Yo soy el capitán Williams. Hemos llegado a Marte no hace más de una hora, y aquí estamos, ¡la Segunda Expedición! Hubo una Primera Expedición, pero ignoramos qué les pasó. En fin, ¡henos aquí! Y el primer habitante de Marte que encontramos ¡es usted!
—¿Marte? —preguntó la mujer arqueando las cejas.
—Quiero decir que usted vive en el cuarto planeta a partir del Sol. ¿No es verdad?
—Elemental —replicó ella secamente, examinándolos de arriba abajo.
—Y nosotros —dijo el capitán señalándose a sí mismo con un pulgar sonrosado— somos de la Tierra. ¿No es así, muchachos?
—¡Así es, capitán! —exclamaron los otros a coro.
—Este es el planeta Tyrr —dijo la mujer—, si quieren llamarlo por su verdadero nombre.
—Tyrr, Tyrr. —El capitán rió a carcajadas—. ¡Qué nombre tan lindo! Pero, oiga buena mujer, ¿cómo habla usted un inglés tan perfecto?
—No estoy hablando, estoy pensando —dijo ella—. ¡Telepatía! ¡Buenos días! —y dio un portazo.
Casi en seguida volvieron a llamar. Ese hombre espantoso, pensó la señora Ttt.
Abrió la puerta bruscamente.
—¿Y ahora qué? —preguntó.
El hombre estaba todavía en el umbral, desconcertado, tratando de sonreír. Extendió las manos.
—Creo que usted no comprende…
—¿Qué?
El hombre la miró sorprendido:
—¡Venimos de la Tierra!
—No tengo tiempo —dijo la mujer—. Hay mucho que cocinar, y coser, y limpiar… Ustedes, probablemente, querrán ver al señor Ttt. Está arriba, en su despacho.
—Sí —dijo el terrestre, parpadeando confuso—. Permítame ver al señor Ttt, por favor.
—Está ocupado.
La señora Ttt cerró nuevamente la puerta.
Esta vez los golpes fueron de una ruidosa impertinencia.
—¡Oiga! —gritó el hombre cuando la puerta volvió a abrirse—. ¡Este no es modo de tratar a las visitas! —Y entró de un salto en la casa, como si quisiera sorprender a la mujer.
—¡Mis pisos limpios! —gritó ella—. ¡Barro! ¡Fuera! ¡Antes de entrar, límpiese las botas!
El hombre se miró apesadumbrado las botas embarradas.
—No es hora de preocuparse por tonterías —dijo luego—. Creo que ante todo debiéramos celebrar el acontecimiento. —Y miró fijamente a la mujer, como si esa mirada pudiera aclarar la situación.
—¡Si se me han quemado las tortas de cristal —gritó ella—, lo echaré de aquí a bastonazos!
La mujer atisbó unos instantes el interior de un horno encendido y regresó con la cara roja y transpirada. Era delgada y ágil, como un insecto. Tenía ojos amarillos y penetrantes, tez morena, y una voz metálica y aguda.
—Espere un momento. Trataré de que el señor Ttt los reciba. ¿Qué asunto los trae?
El hombre lanzó un terrible juramento, como si la mujer le hubiese martillado una mano.
—¡Dígale que venimos de la Tierra! ¡Que nadie vino antes de allá!
—¿Que nadie vino de dónde? Bueno, no importa —dijo la mujer alzando una mano—. En seguida vuelvo.
El ruido de sus pasos tembló ligeramente en la casa de piedra (…)
Las contradicciones de nuestras sociedades
¿Son nuestras sociedades justas? ¿Podemos estar tranquilos sabiendo que nuestra forma de vida genera dolor? Trasladar a mundos imaginarios los problemas de nuestras propias sociedades nos permite analizarlos desde la distancia. En la ciencia ficción se ha vuelto común imaginar futuros distópicos, o mundos paralelos, a través de los cuáles el lector puede analizar la realidad de su entorno.
Se ha hecho muy famoso el relato Quienes se marchan de Omelas, de Úrsula K. Le Guin, pues está incluido en varias antologías de relatos de ciencia ficción. En él se presenta un mundo ideal, pero al mismo tiempo se explica el coste que tiene: el sacrificio de un niño que debe malvivir para que el otro mundo sea perfecto. A los habitantes de este mundo llamado Omelas, cuando cumplen cierta edad, les explican la realidad de su mundo: que su felicidad depende del sufrimiento de ese niño; y son conducidos al calabozo donde sufre, para que lo puedan ver, con el compromiso de no tener con él ninguna expresión afectuosa.
El fragmento que vamos a leer explica la reacción común de los jóvenes tras conocer la existencia de este niño sufriente y comprender que toda su vida feliz se basa en su existencia.
(…) A menudo los jóvenes entran llorando en sus casas, o inundados de una contenida rabia, cuando han visto al niño y afrontado aquella terrible paradoja. Pueden irla asimilando durante semanas o incluso años. Pero con el tiempo empiezan a darse cuenta que, incluso si el niño fuera liberado, no sacaría mucho provecho de su libertad: un pequeño y vago placer de calor y alimento, por supuesto, pero no mucho más. Está demasiado idiotizado y degradado como para sentir la menor alegría real. Ha vivido durante demasiado tiempo atemorizado para verse alguna vez liberado de él. Sus costumbres son demasiado salvajes para que pueda reaccionar ante un trato humano. De hecho, tras tanto tiempo, se sentiría indudablemente desgraciado sin paredes que le protegieran, sin tinieblas para sus ojos, sin excrementos sobre los que sentarse. Sus lágrimas ante tan cruel injusticia se secan cuando empiezan a percibir y a aceptar la terrible justicia de la realidad. Y sin embargo son sus lágrimas y su cólera, su tentativa de generosidad y el reconocimiento de su impotencia, lo que tal vez constituya la auténtica fuente del esplendor de sus vidas. Entre ellos no existe la felicidad insípida e irresponsable. Saben que ellos mismos, al igual que el niño, no son tampoco libres. Conocen la compasión. Es la existencia del niño, y su conocimiento de tal existencia, lo que hace posible la nobleza de su arquitectura, la fuerza de su música, la grandiosidad de su ciencia. Es a causa de este niño que son tan considerados con sus propios hijos. Saben que si aquel ser tan miserable no estuviera allá, lloriqueando en las tinieblas, el otro, el que toca la flauta, no podría interpretar aquella gozosa música mientras los jóvenes y magníficos jinetes se alinean para la carrera, bajo el Sol de la primera mañana del verano (…)
El sinsentido de la humanidad
¿Qué sentido tiene la humanidad? Tus estudiantes pueden no sentirse interpelados por la pregunta, pero es posible que la comprendan si se ponen en la piel de los habitantes de una nave espacial a la deriva y sin más destino que terminar consumidos por la vastedad del espacio.
Aniara es una nave espacial, estaba preparada para llevar a un grupo de unos cuantos miles de humanos a otro planeta en el sistema solar más habitable que la Tierra, sin embargo, una colisión los desvía de su rumbo enterrándolos en las profundidades del espacio sin posibilidad de corregir su dirección. En su interior asistimos a la locura de una sociedad que trata de inventar cómo vivir con la seguridad de que su fin tendrá lugar en cuestión de decenios.
El autor, el premiado con el Nobel Harry Martinson, escribe su libro en forma de un poema largo, de manera que el lector se encuentra con un texto misterioso, con un lenguaje profético, que a veces parece hablar de su propia vida. ¿Qué sentido tiene la humanidad si tarde o temprano dejará de existir?
Hay una película, por cierto, pero es la clave lingüística la que termina de volver este relato tan extraño y atractivo. Compártelo con tus estudiantes y reflexionad juntos sobre el destino o falta de destino de la humanidad.
Así fue como el Sistema Solar cerró su bóveda enrejada del más puro cristal y apartó a los de la nave espacial Aniara de la coherencia y las promesas del Sol.
Y abandonados al rigor terrible del espacio enviamos la llamada al grito de Aniara en la clara infinitud, pero no llegó a ninguna parte.
Aunque las vibraciones transmitieron dóciles el informe final de nuestra Aniara orgullosa en amplias ondas esféricas, cupólicas, se perdió por el vacío en vana deriva.
Tras enviarlo angustiados desde Aniara, cayo y decayó nuestro grito de Aniara.
De 'Blade Runner a Dune'
La ciencia ficción en el aula puede dar mucho que pensar y es una buena herramienta para la filosofía. El campo es muy amplio y puedes trabajar con clásicos como 2001 Odisea en el Espacio para ayudar a tus estudiantes a cuestionar la relación entre el ser humano y la tecnología, o Blade Runner para explorar las pasiones y la especificidad del ser humano, ambas están basadas en novelas apasionantes que profundizan aun más en los temas. También títulos más actuales como La llegada, basada en el relato de Ted Chiang, que nos ayuda a comprender la relación entre el lenguaje y la percepción del mundo; o la tan aclamada Dune, que, entre otros temas, podemos utilizar para comprender la relación entre la religión y las sociedades humanas.
En definitiva, la ciencia ficción tiene mucho más para ofrecer que las batallas espaciales que tanto nos gustan y disfrutan nuestros estudiantes. ¿Has probado a usarla en tus clases? Cuéntanos tu experiencia.