Sonia Lupien: "Los jóvenes llevan siempre el móvil en la mano por una sensación de protección"
En una entrevista con Efe, Lupien, profesora de la Universidad de Montreal, defiende de inicio que, por encima del uso del teléfono móvil, el objetivo pasa por transformar en positiva la concepción negativa del estrés y trabajar esa vertiente que mejora la capacidad de atención y permite enfocar mejor los retos. «Pasar de uno a otro es una oportunidad», asegura esta investigadora, que admite de todos modos que el exceso de información que llega a través de los teléfonos móviles es un inconveniente para avanzar en ese camino. Sin embargo, subraya aspectos positivos de su uso, como esa percepción de respaldo social que mejora la autoestima y que califica en el caso de las redes sociales como un apoyo a través de una «empatía virtual».
Advierte en todo caso de que, con el incremento del número de contactos, lo hace también del estrés, «porque subir una foto es una amenaza cuando tienes quinientos amigos». La seguridad que aporta el móvil la enmarca en el concepto de respaldo social, que define en inglés como ‘social blanket’ por la sensación de confort que se asocia a taparse con una manta. «Hace que bajen los niveles de estrés», sostiene para insistir en que los jóvenes llevan siempre el móvil en la mano, porque, «aunque les excluyan, tienen allí su comunidad».
Relata al respecto un estudio con tres grupos de adolescentes a los que se sometió al mismo nivel de estrés, pero uno tenía prohibido usar el móvil, otro sólo podía sostenerlo y el tercero podía enviar mensajes si necesitaba algún tipo de apoyo. «El primer grupo sufrió mucho más estrés que los otros dos», señala, sin poder concretar una edad para la introducción del teléfono móvil, aunque apunta a los doce años como una edad de cambio en los adolescentes. No la vincula a disponer de móvil, pero precisa que, a esa edad, los amigos pasan a ser más importantes que la familia y es de ahí de donde les llegará el estrés, «por eso deben escoger bien» a su círculo de relaciones. Lo que ella hace es suministrar un formulario a los jóvenes para que redacten una lista con las personas que perciben que les dan ese apoyo social y quiénes les generan presión, incluidos familiares. Después, les dice que, cuando estén estresados, no recurran a quienes les generan tensión.
A los niños, indica, hay que hablarles "de los efectos positivos del estrés y enseñarles a reconocer las señales que envía el cuerpo como el dolor de estómago o la aceleración del corazón"
La clave para superar el estrés pasa por ese cambio de percepción y pone como ejemplo de quienes son capaces de ver la parte positiva a deportistas y monologuistas. Asegura que los medios de comunicación han generado la visión negativa y que son los científicos quienes deben cambiarla y mostrar que, más allá de una falta de tiempo libre, es una respuesta del cerebro ante un miedo o amenaza que le lleva a activar hormonas como el cortisol, «que afecta a zonas relacionadas con el aprendizaje y las emociones». A los niños, indica, hay que hablarles «de los efectos positivos del estrés y enseñarles a reconocer las señales que envía el cuerpo como el dolor de estómago o la aceleración del corazón». «Les explicamos que no van a morir, qué es lo que están sintiendo y cómo pueden enfocarlo bien» desde el autocontrol.
Su conclusión es que hay que cambiar la manera en que se habla del estrés, aunque reconoce que toda la información que le llega actualmente a las personas hace que el cerebro detecte amenazas. Si unos padres se declaran estresados sus hijos también lo estarán e igual sucede con los profesores y sus alumnos. Sonia Lupien remite de nuevo a un estudio de 2015 en Alemania donde se llevaba a gente a un laboratorio para someterlos a estrés y a otras personas solo a asistir como observadores y ambos grupos alcanzaban un nivel similar de tensión. «Y si eso es así entre desconocidos, cuanta más conexión hay entre las personas más se equiparan los niveles», puntualiza Lupien, que concluye con una reflexión sobre los móviles: «No es blanco ni negro, es el yin y el yang, tienen efectos positivos y negativos y no son peligrosos en si mismo, lo es su contenido».
La canadiense es una de las expertas que participa en el V Seminario Internacional sobre Neurociencia y Educación que acoge la escuela Montessori Palau Girona.