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El conocimiento del amor

De cómo el relato, con el tratamiento del afecto y las emociones, es prioritario en la educación.
Llucià Pou SabatéLunes, 13 de mayo de 2024
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© fran_kie

Martha Nussbaum, en el capítulo “Emociones narrativas” de su libro El conocimiento del amor (‘Ensayos sobre filosofía y literatura’. Madrid, Mínimo Tránsito, 2005, orig. 1992) habla de la genealogía del amor según Beckett. Dice que las emociones son un constructo social, a diferencia de los sentimientos. Aprendemos las emociones no por conceptos, sino mediante relatos: son relatos sobre amor y odio y culpa. Y “si las emociones son construcciones, se pueden derribar” (p. 516). El relato construye las emociones, y las emociones forman parte principal de la vida, por lo que podemos aprender para la vida, y para enseñar filosofía contando con el relato para poder herir y crear esa motivación. Podemos aprender de las voces de Beckett, para ese proyecto.

Así por ejemplo “Moran escribe una historia cuyo objetivo es, progresivamente, la frustración de la emoción del lector, el desmantelamiento de las estructuras narrativas que representan las emociones y a la vez las evocan” (p. 518). Dirá también la “afirmación de Proust de que solo un texto que tenga una forma narrativa puede expresar y examinar ciertas verdades esenciales sobre la vida humana” (p. 519).

Las formas literarias provocan ciertos tipos específicos de actividad práctica en el lector que no pueden invocarse de ninguna otra forma. “Las emociones tienen un valioso papel informativo que representan dentro de la vida ética como formas de reconocimiento” (p. 520) y la emoción va unida a la ética. “Si la filosofía es una búsqueda de la sabiduría sobre nosotros mismos, la filosofía debe volverse hacia la literatura” (p. 520). Por tanto, una primera idea de su aplicación a la enseñanza filosófica es que hay una conexión entre narración y formas de emoción y elección humana. Y es una puerta de entrada a la conexión con el alumno en la enseñanza y aprendizaje de la filosofía, mediante la “habilidad de la narración para invocar la actividad emocional del lector” (p. 522).

Así pues, la emoción es una creencia: “La creencia es la base necesaria y el ‘cimiento’ de la emoción. Puede decirse incluso que es la parte constitutiva de la misma emoción” (p. 522). Ya lo ha dicho de algún modo Aristóteles: que la ira es sentimiento de dolor y de la creencia de que se me ha hecho un daño. Si estoy enfadado porque tengo la creencia de que me han engañado, y me doy cuenta de que la creencia es falsa, dejo de estar enfadado. Dice que la creencia es una parte de la emoción pero no suficiente para la emoción. Otros dicen que sí es (causa externa o integrante) suficiente para la emoción. La autora defiende la tesis del estoico Crisipo, el gran pensador de la emoción: “La emoción es en sí idéntica a la completa aceptación o reconocimiento de una creencia” (p. 523). El valor que damos a las cosas genera ira, miedo, amor, dolor… Si no da valor a esa influencia, no tiene vida emocional (estoicos). Y sí pienso que las emociones son negativas, entonces destruyo las creencias.

“Los relatos serán una fuente principal de la vida emocional de cualquier cultura” (p. 526) y así la vida emocional del niño se alimentan de ellos, amalgama algo confusa de ellos. “Los relatos construyen en primer lugar y después invocan (y refuerzan) la experiencia del sentir” (ibid.).

Las principales teorías cognitivas de la emoción tienen mucho en común: “Las emociones nos las enseña nuestra cultura desde nuestra más tierna infancia"

Las principales teorías cognitivas de la emoción tienen mucho en común: “Las emociones nos las enseña nuestra cultura desde nuestra más tierna infancia, en patrones de interacción entre el niño y los demás, entre los que se incluyen de formación predominante los padres y, posteriormente, una comunidad más amplia” (p. 527).

Las emociones son distintas según las sociedades (en la película El festín de Babette se ve como un pueblo danés sin emociones cambia por la intervención de una francesa llegada al pueblo). La emoción va ligada a un relato, a su aceptación. Si tengo emociones negativas será por culpa del relato, también inconsciente, y lecturas. Es una explicación constructivista social de los orígenes y naturaleza de la emoción.

Para la concepción de la emoción según el proyecto de la autora, no basta la forma descriptiva, es necesaria la narrativa. El relato, con su estructura expresiva, es fuente o paradigma de emociones. Así por ejemplo hubo un desplome de la estructura emocional al caer la estructura cristiana (con el puritanismo, basta ver las novelas como La edad de la inocencia de Edith Wharton).

Se cita el jardín de Epicuro, en el cual los discípulos aprendían, mediante una crítica paciente y terapéutica de las emociones que la sociedad les había enseñado, a vivir una vida libre de temor y del anhelo religioso, así como del amor que se basa en estos” (p. 544). Este autor se trasladó a vivir con sus amigos en una casa de campo y tener ese placer supremo de vivir con los amigos. “La doctrina de Epicuro de que la raíz de la infelicidad se encuentra en nuestros deseos y emociones, de que estos malos deseos son construcciones sociales ‘vacías’, erigidas por la convención y capaces de ser desmanteladas por hábitos contrarios, es la doctrina sobre la emoción que se desarrolla en este libro en su conjunto” (ibid.).

Lucrecio nos habla también de que hay muchos deseos vacíos, sobre creencias sociales falsas: miedo y anhelo religioso por ejemplo… Nietzsche será aún más pesimista, su empeño será quitar la influencia religiosa, vivir sin temor (aunque dará lugar al nihilismo).

Lo recuperable de Beckett, según la autora y dirigido a la enseñanza de la filosofía, es que ésta debe dirigirse a la literatura, al relato, para completar su proyecto. Proust va mas allá: “La vida del artista, tal y como se contempla en la realización completa de la obra de arte, es la única vida vivida realmente al máximo, siendo las otras vidas, por contraste, rutinarias e incompletas desde el punto de vista de los sentidos” (p. 558).

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