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Filosofía con la que ejercitarte para dejar la playa

Filosofa durante tu último día de playa de la mano de Kant y Deleuze. En este texto te propongo dos ejercicios que exploran la idea de cómo nuestras experiencias y juicios están interconectados en una cadena causal, según el primero, y cómo podemos desafiar y redefinir esos conceptos al observar el mundo desde nuevas perspectivas, siguiendo el enfoque de Deleuze.
Ársel ÁlvarezJueves, 18 de julio de 2024
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© AKIN OZCAN

¿Por qué en la playa?
Elaborado por el autor con IA.

Filosofar es igual de imposible en cualquier sitio, así que da igual playa que montaña. Si quieres, o pretendes hacerlo, has de saber que es un compromiso distinto del de la poesía, no es un llamado inevitable como lo es para los poetas a los que habla Bukowsky. Está bastante bien expresado en el pasaje que recoge el libro de Erich Fromm Budismo Zen y psicoanálisis y que aquí reproduzco cambiando «ríos» por «playas».

Antes de la iluminación, las playas eran playas y las montañas eran montañas. Cuando empecé a experimentar la iluminación, las playas dejaron de ser playas y las montañas dejaron de ser montañas. Ahora, desde que estoy iluminado, las playas vuelven a ser playas y las montañas son montañas.

Se trata de una insistencia que resulta por momentos absurda. Y no debe ser de otra manera ya que absurdo es lo que no tiene sentido, y mientras buscas un sentido nuevo, lo normal es encontrarse ahí, en el absurdo.

Si practicaste con ese artículo que te invitaba a disfrutar de hacer nada en la playa, te encontrarás cada vez más más hondo en la conciencia de ser parte del mundo. Pero todo se acaba, y ahora, este nuevo texto presenta dos ejercicios que te invitan a salir de ahí. Es como quien sale de la sauna y deja caer un cubo de agua fría sobre su cabeza.  Léelos tranquilamente y llévalos contigo a la playa junto con la toalla, la sombrilla y la crema protectora.

La tercera antinomia de Kant
Elaborado por el autor con IA.

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Con la palabra “playa” nombramos todo eso de lo que tú y yo tenemos experiencia (aunque sean vivencias distintas) y que desafectivamente define la RAE. Llamamos “conceptos” a esas palabras. Unimos conceptos y formamos juicios que dicen algo sobre un estado de cosas. Por ejemplo, podemos decir que “si estoy tomando el sol en la playa durante el verano entonces sentiré la modorra del calor”. Este tipo de juicios Kant los llamó hipotéticos, pues establecen una relación entre la causa hipotética y el efecto que conlleva si se da.

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Estos juicios hipotéticos forman una especia de línea causal. Puedes hacer la prueba y preguntarte, “¿qué ha causado que esté ahora mismo tomando el sol en la playa?”. Tendrás tus propias razones, por ejemplo,

  • “si he estado estresado durante todo el año entonces estaré tomando el sol en la playa durante el verano”; y a este sumar
  • “si ha aumentado la carga de trabajo en mi empresa, entonces estaré estresado durante todo el año”; y además,
  • “si la economía nacional es inestable entonces aumentará la carga de trabajo y no el sueldo”

Y así sucesivamente, en una línea que… ¿hasta dónde puedes hacer llegar? Conforme completas la línea, muchos y diferentes conceptos entran a formar parte de ella: “la tradición playera de nuestra época”, “precio del alquiler de verano”, “la ola de calor”, “la promoción del turismo interno en España”, etc.

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Poco a poco tus problemas y alegrías entran a formar parte de una línea más y más amplia, en la que todo parece conectado. La propia línea causal determina que estés ahora mismo atrapado en la modorra. El mundo es así, y así lo explican sociólogos, turismólogos, antropólogos, y demás. Pero es un mundo que no es tuyo, al contrario: tú eres una parte determinada y empujada a la playa por él. Pero, ¿no estás acaso ahí por que quieres? Contesta: “¡Sí! ¡yo quiero estar aquí!” Porque tú verdaderamente quieres estar en la playa bajo el calor del sol, e incluso llevas tiempo planificándolo. Pero comprende que todos esos científicos de la sociedad no piensan en ti, sino en toda esa masa humana sobre la arena. Ellos no entienden nuestras vivencias particulares de la playa, y sin embargo, estudiando los fenómenos sociales, son capaces de predecir si aumentarán el número de bañistas o será más eficaz recomendar subir los precios del alquiler en primera línea de playa.

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Kant pensaba, como tú piensas ahora, que cuando empiezas a preguntarte por esos conceptos de causa y efecto, te estás pasando de la raya, y empiezas a hablar sinsentidos. “¿Cómo es posible que yo esté determinado?, si es así, entonces, yo no soy responsable de nada, ¡ni siquiera soy libre!” Efectivamente, tú podrías empezar una nueva serie causal. Podrías, por ejemplo, levantarte e irte. De hecho, si repasas tu vida puedes encontrar momentos en los que se te han presentado diversos caminos y has elegido uno. Tu vida habría sido muy diferente si hubieras decidido aceptar ese otro puesto de trabajo, ¡vivirías en otro mundo! Puede que ni siquiera estarías aquí en la playa.

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Esto es lo que en el texto de Kant se conoce como la tercera antinomia: por un lado, el mundo parece formado por fenómenos interconectados de manera que unos dependen de otros y no es posible la libertad; por otro lado, eso es imposible entre otras cosas porque debe haber por lo menos algún acto primero que inicie la serie causal. ¿Podría ser este mismo momento el de iniciar una nueva serie causal?, ¿podría este momento ser tu momento?

Reterritorializar de Deleuze
Elaborado por el autor con IA.

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Vale, te propongo un reto. Tirado ahí “panza arriba” abre hueco en la arena con la cabeza de forma que la puedas inclinar hacia detrás, o bien, si tienes una almohada deja que se deslice hacia tu cuello. Inclina la cabeza hasta que cuelgue y tus ojos queden dados vuelta. Si los abrieras ahora verías la playa del revés. Ahora sí, abre los ojos.

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Después de tanto tiempo con los ojos cerrados, y en esa posición te costará reconocer lo que había antes, la modorra, sin duda, también ayudará. Quédate ahí, con esas percepciones y esa sensación.  Evita el impulso de reconocer, el “esto era aquello”, pues tu objetivo en esta práctica debe ser evitar representar lo mismo desde otro punto de vista. Lo que debes hacer es mirar con nuevos ojos un mundo nuevo. Date el gusto de jugar un rato. ¡No busques la repetición, sino la diferencia!

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Todo está por hacer en este mundo. Si recuerdas que estabas, por ejemplo, en Benidorm, no sabrás qué sentido tienen esas columnas sólidas que caen hacia el azul de lo que era el cielo. Y, sobre la arena que se extiende sobre el nuevo mundo hormiguean formas extrañas, algunas se estiran bajo pequeñas sombras, otras juegan a lanzarse unas a otras pelotas que bajan y suben, más al fondo, colgando de una línea sólida de cemento seres extraños se desplazan de formas inverosímiles. Tu trabajo consiste en buscarle un sentido nuevo a todo eso.

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No tienes palabras ni conceptos para todo eso. Kant, se volvería loco, pero tú no. Según él, tus experiencias tomaban sentido dentro de esa cosa que llamamos mundo (con su línea causal y la tercera antinomia y todo eso) por eso pensar en la antinomia es el límite que no debes cruzar. Pero te presento otro punto de vista, el de Deleuze. Para este autor francés, el pensamiento unifica las experiencias en algo que Kant llamaba mundo. Él lo llamaba territorio y pensó que los conceptos que utilizamos organizan nuestro territorio. Ahora tienes ante tus ojos una experiencia nueva para la que no tienes referencias, deberías intentar buscar nuevos sentidos para todo. De eso se trata este ejercicio.

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Como puedes comprender, se trata de un juego que termina en cuanto te des la vuelta. Sin embargo, la idea puede irse contigo. Tus experiencias están día a día limitadas por el territorio que has delimitado con tus conceptos, pero hay una buena cantidad de posibilidades que se te escapan porque no están dentro de él. Cuando te levantes, considera la posibilidad de buscar en aquello que no estás acostumbrado a ver. Deleuze lo llama reterritorializar. Date el tiempo de recordar que, aunque sea a modo de juego, puedes darte la vuelta y tratar de buscar en el caos territorios nuevos. ¿Qué harás después de ir a la playa?

Elaborado por el autor con IA.

Y con estos dos son cuatro ejercicios que deberían reconciliarte con el sopor de la playa. Hay en él una oportunidad para salir del mundo, varios caminos abiertos al sopor que día a día nos empuja. Son ejercicios sencillos para buscar lo inesperado, al menos son mucho más sencillos de encajar que lo inesperado cuando nos sorprende. Y una playa, puede ser un lugar siniestro para lo inesperado como relata Albert Camus en su novela El extranjero. Te comparto un fragmento del texto a modo de despedida. En la novela, una secuencia de acontecimientos desata el absurdo de la existencia, en este fragmento se encuentra una nueva línea causal para el protagonista.

Entonces todo vaciló. El mar cargó un soplo espeso y ardiente. Me pareció que el cielo se abría en toda su extensión para dejar que lloviera fuego. Todo mi ser se distendió y crispé la mano sobre el revólver. El gatillo cedió, toqué el vientre pulido de la culata y allí, con el ruido seco y ensordecedor, todo comenzó. Sacudí el sudor y el sol. Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa en la que había sido feliz.

¿Te animas a practicar filosofía en la playa?

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