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Educación rural: entre el olvido y la reivindicación

La inmensa mayoría de los niños y niñas que están fuera de la escuela viven en áreas rurales y quienes ingresan tienen menos probabilidades de concluir sus estudios básicos.
Jueves, 5 de septiembre de 2024
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Imagen del Colegio San Ignacio de Loyola, Andahuaylillas, Perú. ® Hogo Bonet / Fe y Alegría Perú

Es tiempo de volver, decir adiós a las vacaciones y regresar a la rutina. También es tiempo de comprar nuevos cuadernos, forrar los libros y afilar los lápices. Y, como cada vuelta al cole, Entreculturas quiere llamar la atención sobre las escuelas con mayores dificultades. Este año la campaña Pongamos la educación en el mapa nos anima a mirar hacia la educación rural.

“Hemos estado durmiendo en hamacas en los pasillos, dejando la familia por días, cargando agua, sin señal en el móvil, cocinando a leñas, todo para que el alumnado pueda encontrar un profesorado y una escuela que les acompañara en sus mismas realidades”. Álex Ríos es profesor de Fe y Alegría en una comunidad rural indígena en la frontera entre Venezuela y Colombia y comparte así su experiencia.

Mucho más cerca, en Vejer de la Frontera (Cádiz), Mª del Pilar Moyar nos cuenta cómo a finales del curso pasado las ratas se comieron los cables de la fibra óptica y dejaron sin internet a todo el centro SAFA Las Lomas. Además, los frecuentes cortes de luz y de agua les han obligado a comprar reservas de energía y una pequeña fuente mineral.

Testimonios como estos, recogidos en el informe La educación rural: entre el olvido y la reivindicación, ponen de manifiesto que la ruralidad profundiza la brecha educativa universal. El informe recoge los datos del olvido: la inmensa mayoría de los niños y niñas que están fuera de la escuela viven en áreas rurales y quienes ingresan tienen menos probabilidades de concluir sus estudios básicos.

El correlato lo encontramos en las cifras de trabajo infantil: el 82’7% de los niños y niñas entre 5 y 11 años involucrados en el trabajo infantil están en el sector agrícola. En Madagascar tratan de adaptar el calendario escolar a las cosechas, pero la necesidad que tienen las familias de contar con la ayuda de los niños y niñas a menudo interrumpe su asistencia a clase. “Las niñas cuidan a sus hermanos recogen agua y vegetales, mientras que los niños buscan madera y carbón en la ciudad. Comienzan con estas tareas desde muy pequeños, alrededor de los 4 ó 5 años”, relata Jean Guy, educador rural en Fe y Alegría Madagascar. La educación infantil juega un papel esencial en la protección y en la igualdad de oportunidades. Sin embargo, sólo 1 de cada 5 niños y niñas recibe algún tipo de educación preescolar y la mayor brecha es la que separa el ámbito rural del urbano.

Pero no sólo los más pequeños se ven afectados. De los 773 millones de personas adultas que no saben leer y escribir, dos tercios son mujeres y la mayoría vive en zonas rurales. La discriminación de género empieza pronto. Según la ONU hay 129 millones de niñas y adolescentes sin escolarizar, la mayor parte en comunidades rurales, y las que han logrado ingresar en la educación primaria tienen menos oportunidades de transitar a la educación secundaria.

Aracely Pérez es una joven guatemalteca de 20 años que trabaja y estudia porque tuvo que abandonar el colegio a los 13 años. “A veces dificulta la falta de medios económicos para pagar la matrícula o el pasaje a la escuela. Las chicas que no continúan después de la primaria se quedan como amas de casa o salen a trabajar a las ciudades o deciden irse a otros países”.

Las tecnologías de la comunicación podrían contribuir a mejorar el derecho a la educación en el ámbito rural, pero para ello habría que salvar una tercera brecha: la digital. Durante el cierre de las escuelas a causa de la pandemia, más del 90% de los ministerios de educación llevaron a cabo algún tipo de respuesta de aprendizaje a distancia. No obstante, al menos un 31% de estudiantes quedaron fuera, un 70% entre el estudiantado más pobre de las zonas rurales.

Esta desigualdad no se da sólo en los países en desarrollo. Damián García Ramos, estudiante del Centro Público Integrado Virxe da Cela en la provincia de A Coruña y activista de la Campaña Mundial por la Educación, planteó el pasado mes de abril ante el Parlamento Gallego su preocupación ante la falta de oportunidades que implica vivir y estudiar en el ámbito rural: “Vivimos carencias que no permiten que las familias elijan el centro como alternativa para la educación de sus hijos e hijas”.

Y es que la reivindicación es el otro polo que caracteriza a la educación rural. En distintos contextos las comunidades educativas rurales han anticipado propuestas programáticas para avanzar en modelos participativos, democratizadores, no fragmentados y no utilitaristas de la educación. Porque una escuela en el ámbito rural es mucho más.

Los fuertes vínculos con la comunidad las convierten en lugares de encuentro, de diálogo y toma de decisiones, de actividades socioculturales. Los programas de participación juvenil son un buen ejemplo de ello. La Red Solidaria de Jóvenes de Entreculturas está presente en 18 centros educativos rurales, uno de ellos es el IES San Ginés de Villanueva del Fresno, una localidad extremeña en la frontera con Portugal. Allí Mª José Hernández es docente de Geografía e Historia. En su opinión, “los alumnos y alumnas reconocen la necesidad de estos espacios por la vinculación que sienten con jóvenes de diversas partes del mundo al comprobar que son muchas las preocupaciones y retos que les unen”.

Retos que comparten, por ejemplo, con el grupo de la región rural de Guéra en Chad, donde Fe y Alegría lidera un programa de participación juvenil, ya que ambos forman parte de la Red Generación 21+, un movimiento juvenil liderado por jóvenes tanto de ámbito rural como urbano en más de veintiún países que lanza acciones para movilizar a la ciudadanía a nivel local en torno a retos globales.

Queda mucho camino por recorrer. Garantizar infraestructuras, transporte y servicios escolares, incrementar la cobertura (especialmente en las comunidades dispersas), implementar estrategias para aumentar la permanencia, ampliar los programas de formación docente así como la estabilidad a través de una mejora de las condiciones de trabajo y abordar de manera integral la problemática de las escuelas unidocentes y multigrado son algunas de las recomendaciones de este informe.

Pero ante todo es fundamental que las autoridades escuchen a la escuela rural porque si se incorporara su experiencia la educación sería más humana y más transformadora.

Irene Ortega, coordinadora del Área de Ciudadanía en la ONG Entreculturas.

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