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Cooperativas de enseñanza: así es el día a día de los maestros y profesores que son dueños de su colegio

En España hay unas 600 cooperativas de enseñanza. ¿Qué diferencias implica ser docentes en este tipo de centros? Los trabajadores de dos cooperativas de Madrid se lo explican a Magisterio en primera persona.
Eva R. SolerLunes, 14 de octubre de 2024
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© ADOBE STOCK

Ser profesor asociado en una cooperativa de enseñanza implica compaginar la vocación docente con la visión empresarial. Mediante una aportación económica (cuya cuantía es diferente según la cooperativa) el trabajador entra a formar parte de la titularidad del centro de enseñanza. Es decir, se convierte en uno de los dueños del colegio. Esto requiere una implicación total y un componente añadido de trabajo extra y responsabilidad al ejercicio diario de la docencia, pero merece la pena, coinciden en señalar las profesoras a las que hemos entrevistado.

En España existen aproximadamente 600 cooperativas de educación que gestionan unos 1.000 colegios repartidos por todas las Comunidades Autónomas, excepto La Rioja, según datos de la Unión Española de Cooperativas de Enseñanza (UECoE). Muchos son los que consideran estos proyectos educativos como una tercera vía a caballo entre la educación pública y la concertada, pues, como la estatal, defienden una educación laica y plural (son proyectos que buscan formar ciudadanos críticos en una escuela inclusiva), pero funcionan bajo el régimen de concierto educativo (la administración cubre los salarios y gastos del colegio).

El origen de las cooperativas de enseñanza

Como explican desde la UECoE, el origen de este tipo de proyectos educativos se remonta a los años 60 y 70 de la mano de padres motivados por la insatisfacción de la escuela estatal existente o con las escuelas religiosas, que buscan para sus hijos una educación de superior calidad a la que ofrece el Estado. Así, a mediados de los años 70, se crean las primeras cooperativas de enseñanza bajo la fórmula de trabajo asociado. “La causa está relacionada con la crisis del sector de la enseñanza privada motivada por una recesión económica, una mejoría de la calidad de la enseñanza estatal y un mayor control de los centros por parte de la Administración central”, señalan en la web de ese organismo.

Estas causas hacen que algunos empresarios de la enseñanza privada opten por cerrar sus centros, pero al coincidir con una alta demanda de plazas escolares, la administración no autoriza el cierre. Ante esta situación, los trabajadores de algunos centros (docentes y no docentes) se hacen cargo de los mismos y los compran o arriendan bajo la fórmula de cooperativismo. “El motivo mayoritario es evitar perder el puesto de trabajo, cosa sumamente importante en un sector donde la tasa de desempleo es elevada”, señalan en UECoE. De esta forma, a partir de los años 80, a causa de ese elevado desempleo que sufre el sector educativo grupos formados por entre 7 y 15 profesores deciden agruparse bajo la fórmula cooperativa de trabajo asociado.

Así nacen en el madrileño barrio de Vallecas las primeras cooperativas de enseñanza de esta comunidad autónoma, como Gredos San Diego o el Centro Cultural Palomeras. También el Colegio Trabenco, la primera cooperativa de Madrid, cuyo presidente, Jorge García Arranz, acaba de publicar un libro Colegio Trabenco, una ilusión de 50 años.

Colegio Trabenco.

El barrio es un referente obligado cuando se habla de este tipo de proyectos educativos que se originan en zonas obreras de expansión urbana como Vallecas necesitadas de plazas escolares y que, en su momento, buscaron cubrir estas necesidades con una educación de calidad al alcance de todos.

En Vallecas está ubicada la sede de la cooperativa Gredos San Diego GSD y allí nos recibe y conversamos con el presidente de esta cooperativa, José Luis Miranda Martínez; la directora de estrategia y calidad, Gema Belén Peinado, y con la profesora-tutora Mercedes Sánchez.

La cooperativa Gredos San Diego se funda en el año 1985 por un grupo de 18 socios, docentes y no docentes, que, para evitar la desaparición del colegio en el que trabajaban a causa de la jubilación de su propietario, Julio López Herrero, asume la titularidad del centro bajo el modelo cooperativo.

Hoy en día GSD Cooperativa gestiona diez colegios en la Comunidad  de  Madrid ubicados en distritos como Vallecas, el Ensanche de Vallecas, Moratalaz, pero también cuenta con centros fuera de la capital situados en Las Rozas, El Escorial, Guadarrama o Buitrago.

La plantilla de esta cooperativa de enseñanza está compuesta, actualmente, por más de 2.000 trabajadores en total, entre personal docente y no docente, de los cuales 1.200 son socios cooperativistas.

Cómo es el proceso de contratación de un docente en una cooperativa

La directora estratégica y responsable de organización y proyectos, Gema Belén Peinado, relata cómo es el proceso de contratación de un docente y qué requisitos tiene que cumplir para entrar a formar parte de GSD. “No perdemos de vista que vamos a contratar a una persona que es probable que nos vaya a dirigir dentro de unos años. Por tanto, además de los requisitos propios de profesor (titulación necesaria, vocación y servicio a las familias), es importante que reúna aptitudes de gestión empresarial tales como liderazgo y, sobre todo, gran capacidad para trabajar en equipo”, afirma Peinado.

La responsable de organización y procesos de la cooperativa explica que cuando hay una necesidad de cubrir un puesto de profesor en uno de los colegios GSD se publica la oferta de trabajo y los candidatos seleccionados entran a formar parte de un proceso de selección que consiste en realizar varias entrevistas tanto con los responsables del departamento de Recursos Humanos como con el equipo directivo y pedagógico del colegio en cuestión.

La persona seleccionada entra a formar parte del equipo GSD como profesor contratado y bajo esta relación contractual trabaja durante un periodo de uno o dos años. Transcurrido ese tiempo, se le ofrecerá la posibilidad de entrar a formar parte de la cooperativa, para lo que tendría que aportar una cuota de ingreso de 8.000 euros y, aparte, 32.000 euros, cantidad esta última que se recupera cuando el socio abandona la cooperativa por jubilación, excedencia o cualquier otro motivo (traslado de residencia a otra ciudad o enfermedad, por ejemplo).

“A partir del momento en el que se le ofrece al docente entrar a formar parte de la cooperativa, él decide si quiere continuar como contratado o convertirse en socio-trabajador. Si decide esto último, desde ese momento puede ya empezar a tomar decisiones como empresario (por ejemplo, votar en la Asamblea cuestiones relacionadas con el sistema retributivo, permisos, vacaciones…) e ir ascendiendo de puesto, pudiendo llegar a presidente”, analiza la directora de estrategia de GSD.

“Todos los socios tenemos derecho a votar en la Asamblea y todos los votos valen lo mismo”, puntualiza Peinado. El 90% de los profesores que entran como contratados en GSD deciden dar el paso y convertirse en socios cooperativistas.

Así lo hizo Mercedes Sánchez, profesora y tutora de 1º de Primaria en GSD Vallecas, hace ya 24 años. Cuenta que conoció el proyecto “de casualidad” porque su marido, periodista, realizó un reportaje sobre el centro y le gustó la forma de trabajar y todo lo que suponía implicarse en un centro así, aunque no lo tuvo claro desde el principio. “Estuve dos años trabajando como contratada y, durante ese tiempo, realicé una formación que me permitió conocer el proyecto a fondo. El proyecto requiere un grado muy fuerte de compromiso y no todo el mundo está dispuesto a implicarse de esa forma”.

Ese compromiso es, según Sánchez, lo que diferencia, sobre todo, a un profesor cooperativista del que no lo es. “Lo que nos diferencia, y sin quitar valor al trabajo de otros profesores en otro tipo de centros, con los que seguro que compartimos muchos valores, es sobre todo, el compromiso, porque, al fin y al cabo, esto es nuestro”, sostiene la profesora.

La docente de GSD Vallecas subraya que “aunque (en esta cooperativa) somos muchos profesores y muchos centros y tocamos solo a un trocito, luchamos en el día a día porque esto se mantenga y tenemos un compromiso con la cooperativa, con las familias y con la economía social y el empleo. Cuando han venido muy malas como en la crisis del 2008 o en la pandemia nosotros hemos seguido ahí, haciendo sacrificios para que los puestos de trabajo se mantengan”.

Sánchez también resalta que esta cooperativa está abierta a todos los trabajadores, tanto a los profesores como a los empleados de administración, servicios, limpieza, cocina, mantenimiento… “Aquí los niños son de todos, se hace equipo y eso se nota”.

Recién licenciada, y antes de ejercer como docente en GSD, estuvo trabajando en un centro privado en Alcobendas: “Empecé a ejercer como profesora con mucha vocación e ilusión; sin embargo, en otro tipo de centros tienes responsabilidades como maestra, con tus alumnos y con tu clase, pero no puedes ir más allá de esta parcela. No es un proyecto como éste que abarca tanto y que, al final, es como una forma de vivir”.

En Gredos, añade, “tenemos un compromiso muy fuerte con el barrio y trabajamos para que nuestra labor se vuelque en la comunidad”. Lo describe como una gran familia, en la que después de estar trabajando durante 24 años, conoce a muchos padres del barrio que han apostado por GSD para la educación de sus hijos, como ella misma hizo con los suyos (“los dos han pasado por Gredos”) y, además, “ahora un alumno que fue alumno mío se ha convertido en compañero de trabajo y acaba de empezar a dar clases en la etapa de Educación Infantil”.

Sánchez apunta que lo más importante y lo que vertebra el quehacer diario es el proyecto educativo, “que sabes de donde viene porque lo hemos trabajado entre todos”. En este sentido, matiza que aunque los coordinadores pedagógicos son los máximos responsables a la hora de introducir cambios, todo fluye desde abajo y todos participan en las innovaciones y procesos de mejora, “aunque no siempre estemos de acuerdo en todo”.

Pone como ejemplo los cambios que introdujeron para trabajar de forma coordinada el paso de un ciclo a otro: de Infantil a Primaria y de Primaria a Bachillerato. Dice Sánchez que en otros centros en los que los cambios de ciclo no se trabajan en cooperación, la tendencia es echarse la culpa unos a otros: “En otros centros se acaba Infantil y punto, y en Primaria ya nos apañamos. Y lo mismo pasa en la ESO, que muchos profesores dicen: “Claro, es que los de Primaria, cómo vienen…”

Pero esos cambios de ciclo, añade, “en nuestra cooperativa se trabajan entre todos de forma coordinada, mediante reuniones, y eso influye en que el paso de un ciclo a otro se realice de forma más fluida”. Así, por ejemplo, la metodología de Infantil se traslada a Primaria en el inicio del proceso lector, junto a la inteligencia emocional. “Es decir, que, además de saber hasta dónde es capaz de leer un niño, también conocemos si emocionalmente necesita protección o cualquier otra necesidad relacionada con su educación emocional, y eso se nota un montón”. Como maestra de 1º Primaria puede afirmar  que esta coordinación Infantil-Primaria “es todo un lujo”.

Amplia experiencia en metodologías activas

Además, las cooperativas de enseñanza cuentan con una amplia experiencia en metodologías que hoy se presentan como innovadoras. La mayoría de las cooperativas, como GSD, nacieron enmarcadas dentro de los movimientos de renovación de pedagógica (MPR) de los años 70 y ya por entonces sus proyectos educativos se diferenciaban por la puesta en marcha de metodologías activas. “En Gredos San Diego contamos con la ventaja de llevar trabajando durante muchos años con metodologías que ahora están de moda. Gracias a esta experiencia sabemos diferenciar qué tipo de metodología es más adecuada para una edad o para otra y en qué tipo de cuestiones conviene ser más flexible, porque llevamos muchos años trabajando con esto y, además, contamos con un equipo de formación especializado que nos ayuda y apoya a la hora de implementarlas”, comenta Sánchez.

La cooperativista de Gredos señala otra de las diferencias que les caracterizan y que repercuten en el el bienestar de los alumnos, como es trabajar codo a codo también con las familias. “Intentamos ayudar a toda la familia. No podemos resolver los problemas familiares, pero sí intentamos siempre ayudar a las familias para que las cosas negativas (que hay muchas veces) influyan lo menos posible en los niños”.

Por último, Sánchez, hace referencia a que en una cooperativa la construcción del proyecto pedagógico corre paralela a la gestión del proyecto empresarial, y esto no es fácil: “Tenemos capacidad de tomar decisiones y de votar en la Asamblea todas las cuestiones tanto pedagógicas como empresariales, pero eso implica una gran responsablidad. Para tomar una decisión tienes que informarte a fondo sobre lo que vas a votar y eso requiere tiempo. Tienes una gran ventaja y a la vez una gran responsabilidad, por eso hay que saber en qué tipo de colegio te estás metiendo”.

Después de hablar con la maestra de GSD Vallecas, José Luis Miranda Martínez, actual presidente de la cooperativa, nos describe los principales objetivos que persiguen desde la organización y nos relata su propia experiencia.

“Sin perder de vista el objetivo final, que es ofrecer a los alumnos una educación de calidad atendiendo al desarrollo cognitivo individual de cada uno de ellos, otro de nuestros objetivos fundamentales es generar trabajo estable dentro del sector educativo”, afirma Miranda.

Reitera que todos los trabajadores tienen la opción de convertirse en socios de GSD: “No buscamos profesores, buscamos profesores que quieran ser dueños de la empresa. No buscamos cocineros, buscamos cocineros que quieran ser dueños de la empresa…”, sostiene Miranda.

De esta forma, proclama el presidente de la cooperativa, “generamos beneficios en la sociedad y ofrecemos estabilidad laboral en cualquier tipo de empleo”:  “La nuestra es una empresa de personas en la que entendemos la relación a largo plazo, pretendemos que la gente se jubile aquí”.

Su caso personal sirve de ejemplo de lo que cuenta, además de mostrar cómo el proceso de ocupar el cargo de presidente está abierto a cualquier socio de la empresa.

“Entré a trabajar en Gredos hace ya 20 años como profesor tutor (después de que cerrase el colegio en el que anteriormente trabajaba). Tras un año me ofrecieron la posibilidad de entrar como socio y, desde entonces, he ido ocupando diferentes puestos: coordinador, jefe de departamento, jefe de estudios, director de GSD Guadarrama, director de la Fundación, y en las últimas elecciones (que se convocan cada cuatro años), mi equipo y yo presentamos una candidatura y tuvimos la suerte de que los socios nos eligieran”, rememora.

Martínez Miranda apunta que “el ir subiendo escalón a escalón ayuda, porque, cuando alguien te cuenta algo, lo entiendes porque lo has vivido y, aunque no estás en el día a día para tomar decisiones operativas, entendemos perfectamente los problemas que pueden surgir en el ejercicio de la docencia”.

Un proyecto que busca formar ciudadanos críticos en una escuela inclusiva

Otra cooperativa que se ubica en el mismo barrio de Vallecas es el Centro Cultural Palomeras. En una cafetería cercana, charlamos con María José Buitrago, que ejerce desde siempre en ese centro como profesora terapéutica (PT).

Buitrago nos cuenta que el Centro Cultural Palomeras nació para cubrir las necesidades educativas de los hijos de los inmigrantes que durante finales de la década de los 60 y principios de los 70 llegaron al barrio y fue en el año 1984 cuando se establece como cooperativa de enseñanza pasando su titularidad a los profesores que por aquel entonces deciden convertirse en socios cooperativistas.

Centro Cultural Palomeras.

“Yo entré a trabajar en el año 1995. Conocía el proyecto porque antes de licenciarme colaboré con el centro como voluntaria impartiendo talleres. El proyecto me enamoró, y recién licenciada tuve la suerte de empezar a trabajar, primero como contratada; dos años después, cuando me propusieron ser cooperativista, dije que sí”, recuerda la profesora.

Señala que la ventaja de ser una cooperativa es que el propio centro puede seleccionar al personal: “No es como en los centros públicos, que el Estado envía a una persona cuando aprueba la oposición. En nuestro caso, es más sencillo encontrar a una persona que se adecue al proyecto educativo”.

Una característica propia que la PT destaca del Centro Cultural Palomeras es la relación tan estrecha que existe entre el centro y el barrio. “En sus orígenes los profesores no cobraban sueldo y se turnaban entre los vecinos para ir a comer a sus casas, las mamás eran las que hacían la limpieza del centro…”, evoca Buitrago.

Sin perder de vista el objetivo educativo de formar personas en toda su integridad y de cubrir las necesidades educativas del barrio, el proyecto va creciendo y se profesionaliza. “El objetivo del Centro Cultural Palomeras es formar personas en toda su integridad, no solo en el ámbito educativo-conceptual, sino sobre todo, y fundamentalmente, en valores”.

Es este uno de los primeros colegios que empezó a atender la diversidad: “Es pionero en entender la diversidad que existía en el barrio, porque entendemos que nadie se puede quedar atrás”. El proyecto educativo, añade Buitrago, “es muy social y trabaja para potenciar el espíritu crítico de los alumnos con la finalidad de mejorar o transformar con lo que no se está de acuerdo o creemos que es susceptible de mejora”.

La titularidad del Centro Cultural Palomeras se reparte actualmente entre 30 socios, de los que 22 son profesores en activo. La cuota de ingreso son 2.000 euros y, aunque esta cuota se puede recuperar con la jubilación, la profesora explica que “nadie ha pedido salir del proyecto y las personas jubiladas siguen siendo cooperativistas”.

Dice Buitrago que ella al principio no tenía claro que quisiera convertirse en socia de la cooperativa: “Hasta que no empiezo a trabajar como profesora no me doy cuenta de lo que realmente significa. Cuando descubro el ambiente que se vive, la forma de funcionar, cómo se trabaja con los chicos y con las chicas…y, a los dos años, me proponen entrar a formar parte de la cooperativa, entonces, sí, no me lo pienso dos veces y tengo claro que quiero involucrarme al 100%”.

Porque ser cooperativista de un centro de enseñanza, añade, implica que tienes que gestionar ese centro educativo, pues la titularidad te pertenece. Como centro concertado, la Administración cubre el sueldo de los profesores, pero el trabajo extra de gestión empresarial que implica no está pagado aparte, señala la profesora.

“Ser cooperativista implica gestionar el centro y un trabajo añadido al ejercicio de la docencia: comisión para el comedor, comisión para las extraescolares… Hay quien no lo entiende (Pero, ¿por que queréis trabajar más de lo que ya se trabaja como profesor?, recuerda que le dijo una compañera) y  hay quien abandona el colegio, “porque hay comisiones para todo y esto me supera”, como le dijo otro profesor que, en principio, se sintió atraído por la idea, pero que no llegó a hacerse cooperativista.

Pero para Buitrago ser cooperativista merece la pena: “la implicación es muy grande porque sabes que de ti depende que esto salga adelante”. Además, añade que el contar con un equipo de trabajo estable te permite poner en marcha proyectos que sabes que vas a poder finalizar.

La organización es horizontal y todos pasan por todos los puestos. Ella fue jefe de estudios y después directora, durante el difícil periodo de la pandemia.

Otra ventaja añadida es que al ser un centro pequeño de línea 1 (solo una clase por curso) la comunicación con las familias es muy directa: “Para nosotros es muy importante toda la comunidad educativa y aquí todas las familias tienen voz, conoces sus circunstancias y, en un momento dado, es más fácil ayudarlas”, sostiene Buitrago.

Considera la profesora que este trato cercano y directo les diferencia de los colegios e institutos que no pertenecen a cooperativas, donde por mucho que el profesor quiera es más complicado estar al tanto de la realidad individual de cada alumno: “Hay 30 personas por aula, le das tres horas a unos, tres horas a otros… de esta forma es muy difícil conseguir un trato tan cercano”.

Buitrago también señala entre las ventajas de pertenecer a una cooperativa la coordinación entre ciclos en todas las etapas educativas y la importancia que se da a fomentar el espíritu crítico y el trabajo en valores como el respeto a la educación y a la no agresividad en todas las edades.

Comenta con humor que ese espíritu crítico que promueven a veces se vuelve en su contra en las aulas de adolescentes: “Puedes ser crítico pero hasta aquí, porque ahora toca estudiar aunque no estés de acuerdo”, hay que decirles alguna vez, pero esperamos que todo les sirva para formarse como personas y enriquezcan la sociedad cuando salgan de aquí… “

Y cuenta que tres de los alumnos que se educaron en el Centro Cultural Palomeras han vuelto al centro a trabajar como profesores: “Dos de ellos permanecen y otro está ahora impartiendo clases en la Universidad (pues era su objetivo)”.

Mercedes Sánchez y María José Buitrago son dos profesoras de las 50.000 personas que en total trabajan en España en una cooperativa de enseñanza (entre cooperativistas y contratados). Las aulas de estos centros atienden a 295.800 alumnos, lo que supone el 12% de toda la educación concertada. Como señalan desde la UECoE, “el mundo educativo necesita alternativas válidas y las cooperativas de enseñanza están en un momento óptimo para ofrecerlas”.

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