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Recuerdos positivos

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Es llamativo el reportaje que publicamos: ¿Por qué no tenemos recuerdos de nuestra primera infancia? Cuando recuerdo la mía se despliega una secuencia de momentos felices que guardo en el cajón de la memoria como mi tesoro más preciado.

Y siempre me pregunto: ¿dónde quedan los infelices? o es que ¿no los tuve? Me imagino que sí. Como cualquier niño, también viví mis ratos de desazón e inquietud; sin embargo, el paso del tiempo ha ido filtrando y su acertada selección me ha dejado una etapa realmente maravillosa.

Un pilar sobre el que he ido construyendo mi vida. Lo vivido, y también lo conocido, van configurando la memoria propia, la autobiográfica, que comienza a forjarse en la adolescencia: “Los recuerdos positivos resisten mejor el paso del tiempo y participan intensamente en la construcción de la personalidad ya que nos apoyamos en ellos para tejer nuestra identidad, y para definir la coherencia de lo que elegimos y a lo que aspiramos”, explica la catedrática de Bioquímica y Biología Molecular, Natalia López Moratalla, en una nota de prensa que publica la web de la Universidad de Navarra, institución en la que ha realizado un interesante proyecto que recoge los últimos avances de las Neurociencias sobre el funcionamiento de nuestro cerebro.

En el primer recuerdo que conservo de mi primera infancia, no tendría tres años. Era tarde de invierno. Sentía el calor de la manta con la que me llevaba arropada mi padre de regreso a casa. Mi madre se encargaba de mi hermana más pequeña y, a su lado, mis dos hermanos mayores caminaban solos. Calentita en brazos de mi padre, y con mi familia junta, era feliz. Me sentía protegida y, sobre todo, muy querida.

¿Por qué precisamente es ese momento, y no otro, el que se ha sellado tan fuerte en mi memoria? Porque los recuerdos positivos aguantan mejor el paso del tiempo. Pero también puede ser porque, como se señala en el reportaje, a lo largo de la vida una vivencia se “enriquece” con sensaciones, percepciones, motivaciones… Y en realidad, he magnificado ese instante con el aderezo de las sensaciones que citaba al principio. No lo sé. Pero lo cierto es que a mí me ha acompañado a lo largo de mi vida de adulto. La memoria nos orienta el presente.

La responsabilidad como padres es que nuestros pequeños vivan una infancia feliz. Con todo lo que eso conlleva. De esa forma contribuimos a que las experiencias que arraiguen en su memoria se conviertan en bonitos recuerdos con los que convivirán a lo largo de los años. Me hago eco de las palabras de la investigadora López Moratalla: “está en manos de cada uno que la memoria sea un depósito de datos más o menos útiles, o un mundo interior lleno de gusto por vivir, del placer por saber, y en el que uno no es, un extraño para sí mismo”.

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