Teen STAR, educación afectivo sexual basada en la comprensión de la persona
Enrique Aranda Aguilar es Jefe de Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba. Se le considera por ello un referente en la lucha contra el cáncer. Además, es padre de familia y también un referente en la educación afectivo sexual, empezando por la de sus hijos. Introdujo en España desde Estados Unidos -y sigue siendo aquí su presidente- el programa Teen STAR, que promueve mediante cursos que se imparten en más de 40 países, una reflexión sobre cinco aspectos de la personalidad: físico, emocional, social, espiritual e intelectual.
«Teen STAR es un programa de educación afectivo sexual que pretende dar a nuestros jóvenes las herramientas para que libremente puedan tomar las decisiones oportunas -decir sí cuando tengan que decir sí; decir no cuando tengan que decir no-, con una pedagogía que pasa por el conocimiento de lo que les está pasando en la adolescencia, que reconozcan qué está sucediendo en su cuerpo, y al entenderlo integren la sexualidad que ha llamado a su puerta de una manera muy poderosa y que no acaban de dominar. Que la integren en su personalidad, vean que esa sexualidad pertenece de lleno a la persona humana».
Aranda se muestra convencido de la fortaleza de su programa, que exige tiempo y dedicación también a profesores y padres. El esfuerzo que requiere puede parecer su punto débil, frente a los programas que despachan la cuestión con un par de charlas, pero es garantía de éxito:
«No es fácil competir con otros programas de educación sexual. Este es de afectividad y sexualidad. La fortaleza que tiene es que sabemos que cumple los objetivos. La debilidad es que hay que acompañar durante varios meses a los adolescentes en su crecimiento para que realmente se puedan cumplir los objetivos. Es más fácil darles una charla de vez en cuando. Hay quien lo hace en tutorías, otros en extraescolares. Depende de la realidad de cada colegio, pero sobre todo de que haya en el claustro de profesores un convencimiento de que es bueno para los chavales, porque es difícil que lo lleve a cabo una persona sola, hace falta un equipo. Por ejemplo, cuando comenzamos en el colegio de mis hijos, se formaron tres o cuatro profesores, tres o cuatro padres, la psicóloga del colegio… Donde se vaya a implantar es fundamental que lo vean como un objetivo y una misión dentro del colegio».
Importancia de los padres
«Si no hay una interacción entre los monitores que están dando el curso, los hijos y los padres, no se consiguen los objetivos. Hay unidades en las que se pide a los chavales que pregunten a los padres. Según un trabajo que hizo Hanna Klaus en Estados Unidos, el 95% de los padres confirmaron que esa interacción había abierto los canales de comunicación con los hijos».
Hanna Klaus, ginecóloga nacida en Austria, había sido misionera en Pakistán, de donde regresó a Estados Unidos en 1968. Estudió con el Dr. John Billings el Método de la Ovulación, y siguiendo el consejo de dicho doctor de «atender a los adolescentes», fue la fundadora de Teen STAR en Estados Unidos en los años 80.
La doctora Pilar Vigil llevó el programa a Chile en los 90 y en 2008 publicó en ARS Medica un artículo comparando muestras de jóvenes entre 12 y 18 años que habían seguido el programa con otros que no lo siguieron, y cuantificando en qué medida el primer grupo había retrasado o disminuido tanto su actividad sexual como los embarazos.
Enrique Aranda hizo el primer curso de Teen STAR en España en 1997. Como recuerda él mismo, estos cursos, creados por médicos católicos, han adquirido alcance universal porque se basan en una antropología que todos pueden admitir sin recurrir a una argumentación religiosa. Eso sí, Aranda -que, junto a su esposa fue durante 15 años delegado de Familia y Vida en la Diócesis de Córdoba- hace referencia a la motivación religiosa cuando menciona que uno de los que mejor expresaron el drama de la falta de formación del hombre moderno fue san Juan Pablo II, al lamentar que el ser humano ha dejado de saber quién es y afirmar desde su primera encíclica (Redemptor Hominis, 4 de marzo de 1979, nº 16) que «el hombre no puede renunciar a sí mismo».
De ahí que, afirme ahora Aranda, lo grave de la ideología de género no esté en que este pueda o no variar, sino en el engaño a que somete a la persona, haciéndola asumir el papel de creador de su propio ser. La mayor confusión, insiste, no es identificar la sexualidad -un rasgo biológico- con el género -que se supone sometido a decisión-, sino negar al ser humano su vocación de salir de sí mismo para entregarse a otro, a la que es invitado por la condición sexuada de su cuerpo.
Dejemos que el propio Enrique Aranda nos explique los fundamentos del programa Teen STAR y la urgencia de recuperarlos frente a una creciente falta de recursos antropológicos:
«Es verdad que amar nos cuesta. Pero dejar que nos amen nos cuesta todavía más. ¿Cuál es la clave? La vemos en esta estrella con cinco puntos que responde a la realidad de lo que es la persona humana: el intelecto, el espíritu, lo social, las emociones y lo físico. Para educar, tenemos que llegar a todo esto. Si atomizamos la persona humana, no la educaremos».
El defecto de la educación atomizada se ve agravado, según Aranda, al recibir los menores en la actualidad una información que ya no va filtrada «por aquellos que tenemos la responsabilidad de educarles»:
«Parece que estamos los padres a la espera de un milagro y creemos que las escuelas van a producir ese milagro. Y no es verdad. Que los padres hablen de sexo con sus hijos sigue siendo tabú, pero además ahora está sesgado, porque se olvida o hasta se niega el papel de primeros educadores de los padres».
Mientras tanto, los jóvenes muestran una creciente angustia tanto emocional como psicológica, que se expresa en depresión, lo que, sumado a la adición digital que tiende a apartarnos a todos de la sociedad, hace que cada vez más personas lleguen a la autolesión y el suicidio.
En este contexto, las redes sociales añaden un elemento de anestesia para hacernos creer en una vida distinta de la que vivimos en realidad: hacen olvidar que tenemos un cuerpo con el que vivir, amar, crecer. La virtualización pretende protegernos del presente, mientras vuelve nuestra vida incorporal.
Como prueba de la necesidad de educar la sexualidad, señala Aranda las llamativas señales de alarma en los últimos años: aumento de las enfermedades de transmisión sexual asociadas al inicio precoz en las relaciones entre los jóvenes; aumento exponencial en ellos de la sensación de infelicidad, las tendencias suicidas, baja autoestima y «la pandemia de nuestro siglo, que es la pornografía».
Desde su experiencia personal como padre de siete hijos, Aranda invita a asumir la responsabilidad de educar, sabiendo que implica aceptar el riesgo de la libertad personal: su éxito depende de la voluntad del educando.
En el ámbito de la educación afectivo-sexual, lo habitual es que los jóvenes se vean expuestos a una doctrina según la cual el sexo es un juego en el que se les invita a participar, dando por seguro que, si tiene consecuencias, no tendrán que asumir responsabilidades sobre ellas. Frente a esa concepción, se puede caer en la defensa autoritaria de una normativa. Entonces se pierde la ocasión de discutir con los jóvenes «con una reflexión clara del por qué. La propuesta nuestra es la de atender a la persona: tenemos delante personas con nombres y apellidos. Y vemos que es importantísimo formar la intimidad. Y para eso hay que estar en el corazón del otro. Hace falta una relación personal».
La alternativa frente a quienes ven en la sexualidad un problema o una serie de problemas -enfermedades, embarazos no deseados- para cada uno de los cuales se idean soluciones más o menos artificiales, es, en el planteamiento de Teen STAR que propone Aranda, sustituir el problema por la persona, «que es un adolescente en un momento maravilloso de su vida. Con toda la problemática que tenga». En ese contexto, los objetivos son:
- Fortalecer la identidad y la autoestima, en una época de la vida en la que con facilidad se pierde la autoestima.
- Educar en la sexualidad, con una técnica mayéutica: dando herramientas para que sean ellos quienes sepan quiénes son, posean su propia intimidad, porque de otro modo no podrán tomar decisiones, y en concreto la de dar de sí mismos, libremente, no porque acepten el dominio de otro. Esto presupone el derecho a equivocarse y a usar las herramientas para superar sus propios errores.
- Valoración positiva de la sexualidad y de la afectividad, viendo en ellas un don y no una enfermedad.
- Valorar en consecuencia el don de la vida.
«Teen STAR -concluye Aranda- no es posible si no existe esa relación e interacción entre los jóvenes, los monitores del curso y los padres; este triángulo hace posible que haya un cambio de actitud» para salir del reduccionismo de los planteamientos a que de ordinario estamos sometidos en la cultura actual.
En la web de Teen STAR puede verse información sobre los cursos de formación que se desarrollan en España y contactar con los organizadores; mientras que para otros países de habla hispana se ofrecen cursos online desde la página internacional.