Doña Gorgo: cómo triunfar con un libro de Historia y en lnstagram sin que lo sepan tus alumnos
Esta Historia no te la habían contado es el más vendido en Historia Moderna y Contemporánea para jóvenes de Amazon, en su primer mes de publicación (desde noviembre de 2024). Por tanto es, en sí mismo, un recurso educativo para profesores de Ciencias Sociales. Su autora, Doña Gorgo, que lo firma también con el nombre de su cuenta de Instagram (@semontolahistoria), nos desvela que en buena medida se ha inspirado para escribirlo en sus experiencias de clase.
Un éxito, el de su forma de dar clase, ha llevado al otro (el del libro, y antes al de Instagram), así que le pedimos consejos para otros profesores. Eso sí, sus alumnos no saben nada de ello, ya que no les cuenta lo que hace fuera del aula, y hasta les desaconseja manejar las redes sociales (o al menos les aconseja ser prudentes al hacerlo). Dejemos que esta agente (que, naturalmente, es gallega) nos cuente en primera persona sus secretos para apasionar a sus alumnos por la Historia.
Mi intención era hacer un libro que fuera aceptable y abarcable para cualquiera que le guste la historia. Es cierto que, cuando empecé a escribirlo, me fijaba mucho en el tipo de dudas que suelen tener mis alumnos, tanto de Secundaria como de Bachillerato, pero luego lo he ido adaptando a un tipo de discurso que cualquiera pueda disfrutar, lo mismo si tiene 30 o 60 años, o de cualquier edad.
Diría que depende de cómo se plantee la historia. No es tanto una temática de si se es joven o se es adulto, sino de cómo nos la cuentan. Yo tuve profesores magníficos que dinamizaban muchísimo las clases, tanto cuando estudiaba en el instituto como cuando estuve en la Universidad, y tuve otros que era una tortura. Depende de cómo lo presentemos.
Por norma general, en mi experiencia, yo no he tenido ningún alumno o joven estudiante que no disfrutase de la clase de Historia. También es cierto que yo, de alguna manera, les obligo a participar, apuesto mucho por un tipo de aula invertida, el aprendizaje colaborativo, quiero que constantemente estén desarrollando su pensamiento crítico, planteo muchos debates, mucho ejercicio práctico. Entonces tampoco les queda más remedio que participar y compartir sus opiniones.
La Historia, si se plantea como una materia viva, como algo que podemos utilizar en la actualidad y que nos enseña a evitar errores del pasado, gusta. Yo hace unos años les decía a mis alumnos: si aprendéis historia, será como si fuerais el Oráculo de Delfos, casi vais a poder pronosticar determinadas cosas que pasarán en el futuro, porque la historia es muy cíclica y tendemos a repetir determinados patrones.
Yo diría como historiadora que no podemos establecer una mayor importancia de una determinada época o de otra. Somos hijos de nuestro pasado, desde el inicio de los tiempos hasta la actualidad. El devenir histórico siempre es relevante, tanto si hablamos del siglo XIX como si hablamos del siglo VIII antes de Cristo. Hay que darle su peso a todo.
Sí, desde mi punto de vista el bachillerato que tenemos en España es extremadamente corto, con muchísimo temario para solo dos años. Posiblemente sea una opinión impopular, pero yo lo alargaría a tres años, porque los ves en segundo que están agobiadísimos, parece que se les va la vida, aparece la frustración, que al final no dan y se agobian.
Lo que plantearía a los profesores es que dentro del temario que tenemos, siempre podemos jugar un poco. Por ejemplo, en Historia del Arte podemos tomar una obra prehistórica como la Venus de Willendorf y planteamos: dentro de la evolución humana, ¿creéis que el arte es algo exclusivo del homo sapiens, o también tenemos ejemplos anteriores en los neandertales o en el homo antecesor? Invitar a la reflexión y al debate, donde también podemos jugar con los bulos.
Por ejemplo, yo en mi libro el primer bulo que desmiento es el del neandertal como un señor bruto, en un estadío de barbarie; pues sabemos que no es así, tenemos representaciones de arte neandertal, aunque no llegue al punto de Altamira, pero nos llevan a considerar que tenían un conocimiento con un nivel de abstracción, con un intento de lenguaje artístico.
Eso también lo podemos relacionar con obras contemporáneas. Los objetos encontrados en la Cueva del Unicornio, en el macizo alemán del Harz, donde se encontraron huesos de ciervo gigante tallados por los neandertales hace 50.000 años, casi podríamos equipararlos con algunas obras de arte contemporáneo. Eso nos permite que el alumno encuentre una manera de relacionar datos más allá de la causa y el efecto.
Depende del modo que tiene cada profesor de dar la clase. ¡Válgame Dios! A mí no se me ocurriría nunca meterme en la forma en la que cada uno establece su evolución propedéutica. Cada maestrillo tiene su librillo, y yo ahí no me meto. Cualquier tipo de manual que utilicemos, tanto en secundaria como en bachillerato, está ya muy simplificado. Es conocimiento masivo y muchos incurren en bulos y errores muy considerables.
Ahora, por ejemplo, con el modelo competencial, se nos insta a un tipo de conocimiento que vaya más allá de la dimensión cognitiva, que sea más experimental, a una memoria más comprensiva y menos mecánica, que a mí me parece estupendo y maravilloso, pero los manuales muchas veces simplifican y así, para 1º de la ESO, Historia del Antiguo Egipto son cuatro páginas. Eso ya es una simplificación muy considerable y da cuenta de cómo va nuestro sistema educativo.
Nunca va a ser igual el tipo de divulgación que hagamos en redes sociales que el que podemos hacer en un libro, o incluso en un podcast, que es un recurso que me parece muy útil, o en ensayos de mayor peso. Las redes sociales nos permiten una primera toma de contacto, una manera de romper determinados bulos o creencias erróneas que puede tener el público.
El bulo es un dato falso, pero con potencial para la verdad. Lo que le otorga credibilidad, lo que hace que parezca verdad, es que coincide con nuestras creencias personales y con nuestra cognición social, con lo que nos han enseñado a creer. El problema aquí es que creer algo nunca va a equivaler a que sea verdad. Lo asumimos como cierto, pero no implica veracidad.
A mis alumnos siempre les menciono la alegoría del oso polar. ¿De qué color es su pelo? Si preguntamos de qué color es el oso polar, la mayoría dirá que blanco, pero en realidad no lo es. Tiene la piel negra, pero su pelaje es translúcido, por lo que refleja la luz y parece blanco. Y como parece blanco, nosotros asumimos que es blanco, aunque no lo sea.
A menudo nos guiamos por nuestra percepción como si fuera una brújula perfecta que nos permite emitir opiniones, juicios y verdades absolutas, pero lo cierto es que está plagada de sesgos, errores interpretativos, distorsiones sociales. Por eso es importante que los historiadores hagamos el trabajo de depurar la información, de conseguir que la interpretación de los acontecimientos que estamos explicando sea un proceso centrado en la comprensión del contexto, en la evidencia. Luego podremos añadir la percepción personal.
Yo, por ejemplo, en las redes sociales, procuro centrarme en la evidencia. ¿Que luego alguien me pregunta mi opinión? Podré darla en función de mis conocimientos, pero procuro no introducir mis creencias y opiniones personales. Todos las tenemos, pero una cosa es la Historia y otra tomarse un café y opinar sobre algo. Hay que hacer esa diferencia, tanto en el habla como en las redes.
Por mi parte, ninguno de mis alumnos sabe que yo tengo una cuenta de Instagram. Nunca he fomentado que mis alumnos entren en redes sociales. Es más, normalmente les digo que desconfíen de lo que hay en redes sociales, porque también hay mucho intrusismo.
Mucha gente cree que la Historia es simplemente un cuento que cualquiera puede contar, con tal de que tenga algo de gracia, y no es así. Para entender la Historia hay que entender un contexto mucho más profundo, entender las fuentes, trabajarlo desde diferentes corrientes, metodologías… No es tan sencillo.
Siempre les digo que tomen un libro, que aprenderán mucho más. Y que también cuando cojan el libro comprueben que la persona que lo ha escrito tiene la formación que dice tener, ya que hoy en día muchas editoriales publican de alguien que puede ser licenciado en Derecho, pero le gustan los vikingos. A lo mejor es un libro súper entretenido, pero puede que le falte rigor porque no tiene ese conocimiento metodológico que tenemos los historiadores.
¡Me muero allí mismo! Creo que no ocurrirá porque soy gallega, las clases las doy en gallego y en mi Instagram publico en castellano y creo que se me nota muy poco el acento, así que mis alumnos no sabrían reconocerme. Si ocurre… seguiré con la clase como quien no quiere la cosa.
Prácticamente sí, como digo, soy Batman sin dinero.
Empezaría por los quemados, los que sufren el burnout. Soy plenamente consciente de que la docencia es muy dura, todos hemos vivido momentos complicados, bien porque nos haya tocado un curso con muchos alumnos disruptivos o porque el centro no sea el ideal, como para decir: ¡Dios, no puedo! Pero es bueno que nos aferremos a lo que disfrutamos con la transmisión de la Historia: eso es lo más importante.
A semejanza de cuando se ha pasado un fin de semana jugando en el parque con los hijos pequeños y acabamos participando en sus juegos haciendo de monstruo, se trata de crear un diálogo con el alumno, dentro de nuestras posibilidades.
Una de las cosas que suelo recomendar es que tengamos en cuenta la empatía con el personaje. A muchos alumnos no les gusta la Historia, o tienen una primera imagen negativa de la Historia porque dicen: “Esto no tiene que ver conmigo. Qué me importa qué le pasó a Fulanito en el año 3.000 a. C., me da igual”. Lo primero es generar una empatía.
Un ejercicio que hago mucho con ellos y que suelo recomendar a otros compañeros docentes es extrapolar determinadas experiencias históricas que tienen que estudiar con la actualidad. Por ejemplo, la situación de los godos, cuando son expulsados por los hunos, y piden auxilio al Imperio Romano para que les permita traspasar el limes, pero el Imperio los deja del otro lado y les dice: No, de momento no vais a pasar. Pasa el invierno, mueren muchos por el frío y las epidemias, hasta que llega un punto en el que estallan y acaban cruzando como bárbaros, y de ahí la mala imagen que nos queda de ellos.
Eso se parece muchísimo a situaciones que viven los refugiados, cuando son personas a las que no les queda otra que emigrar para sobrevivir. Gente que no es aceptada socialmente por su origen, igual que les pasará a los godos cuando crucen. Eso nos permite crear cierta empatía entre el alumno y lo que está estudiando.
Hay muchísimos temas de actualidad ahora, por desgracia, con la cantidad de guerras que tenemos, con Ucrania y Gaza. Es importante que vean que esto se va repitiendo a lo largo de la historia, que no es una novedad. Que por desgracia no hemos aprendido.
Mi primer consejo es relacionar, más que equiparar, determinados sucesos históricos de la antigüedad con los actuales. Cuando vino el COVID, por ejemplo, yo se lo equiparaba mucho con la peste antonina (o plaga de Galeno, el médico que la describió; entre los años 165 y 180), porque la gente tampoco sabía cómo había llegado, hubo gente que se aprovechó diciendo que era una maldición y que vendía falsos remedios, como pasó con el COVID, cuando hubo gente que dijo que venía el fin del mundo, otra gente que dijo: bebed lejía, y barbaridades por el estilo. Tendemos a simplificar.
Por otro lado, a los novatos les diría que no tengan miedo, que se lancen. Antes, que vean la dinámica del grupo, ya que hay grupos maravillosos que están abiertos a colaborar y hacer actividades, mientras que hay otros grupos de estudiantes que quizá son más pasivos o tienen peor relación entre ellos y se complica la cosa.
En estos casos, una cosa que me funciona muy bien es precisamente el ejercicio de los bulos. Los organizo por equipos y presento un bulo, y en base a sus conocimientos tienen que decir si eso puede ser verdad o no. Luego explico el contexto y eso permite desmentir el bulo.
Otra opción que funciona es la de inventar bulos por equipos y ver cuáles son creíbles y cuáles no. A partir de ahí se puede estudiar por qué los bulos son creíbles. Analizamos percepciones y evidencias, como las que permiten explicar por qué el bulo que lleva a criticar a una mujer resulta más verídico por ejemplo que el de que los celtas estuvieron en Egipto, que por cierto no es un bulo, es real.
Normalmente les encanta todo lo que sea trabajar con las percepciones y creencias que tiene el alumno. Suele romperle los esquemas al alumno, lo que es edificante para el profesor, y ellos lo disfrutan, al darse cuenta de que las cosas no eran como ellos pensaban. A raíz de eso muchos se acercan a pedir más información. A mí me ha pasado incluso con alumnos muy disruptivos, que al terminar la clase se me acercan y me dicen: “profe, ¿me puedes decir más libros o artículos sobre esto para leer?”, porque les llama la atención.
Propondría eso: intentar un aprendizaje colaborativo, a partir del juego, de la gamificación, en este caso de la invención de bulos. Pero también se pueden hacer debates, aprovechando que ahora con la LOMLOE se tiene muy en cuenta la educación inclusiva y la igualdad de género, se pueden generar debates acerca de si se ha discriminado a las mujeres y a partir de cuándo. Ellos pueden hacer sus comentarios y el profesor completar con datos sobre distintas épocas.