Signos de alarma en la salud neurológica de los niños
El diagnóstico genético nos está permitiendo conocer mejor las enfermedades y ofrecer consejo familiar para evitar nuevos casos en familias en las que identificamos alguna de las patologías neurológicas más graves. © ADOBE STOCK
“Al nacer tenemos un cerebro con millones de células, las neuronas. Ellas trasmiten información y crean una red de conexiones. Esta red está regulada por las experiencias y estímulos que recibe el bebé. Con estímulos apropiados y suficientes, las conexiones serán las más eficaces, y el niño alcanzará su mejor desarrollo posible”. Esto –argumenta la doctora Calvo– es muy importante en el periodo clave de los primeros años de vida donde se moldea el cerebro, desaparecen conexiones que no son útiles o que no se usan y se refuerzan las más útiles para la vida del individuo, lo que asentará las bases para el aprendizaje, el desarrollo y la adaptación al mundo. Es lo que se conoce como la plasticidad cerebral y poda sináptica. “La plasticidad continúa durante toda la vida, aunque esta capacidad disminuye con la edad”.
Otros momentos importantes para el desarrollo cerebral están en la etapa escolar –en la que la adaptación y favorecer la autonomía son vitales– y en la adolescencia, cuando el cerebro recibe estímulos hormonales y vitales claves para convertirse en un adulto maduro. “En todos estos momentos del desarrollo, presentar problemas neurológicos puede romper la armonía evolutiva y originar problemas para el futuro”, alerta la neuropediatra.
Según la doctora Calvo, la sociedad cada vez esta más concienciada de la importancia de cuidar el cerebro del niño mediante una vida sana, alimentación correcta, estímulos adecuados y la colaboración con profesionales que trabajan con la infancia. Pero, lamenta que, “también el mundo actual está plagado de distracciones y estímulos nocivos que hemos fomentado los propios padres y la forma de vivir que tenemos en la actualidad: La falta de vida social y al aire libre, el excesivo uso de dispositivos y pantallas, la pérdida de una buena estructura y organización en la vida diaria del niño por los problemas de conciliación laboral…”.
A este respecto, recuerda la doctora que un uso inapropiado de las pantallas deriva en una pérdida de oportunidades de comunicación, de aprendizaje de tareas motoras, de control atencional, de uso de la lectoescritura, de desarrollo de la imaginación y de juego físico, fundamental para el desarrollo motor (“cuántos niños no saben ahora montar en bicicleta o saltar a la comba”).
Este uso afecta no solo al desarrollo directo de áreas cerebrales y de recursos sociales y de relación con el entorno, sino que también puede: alterar los ritmos de sueño; favorecer la inatención (“hay estudios que demuestran que los niños con más de 2 horas/día frente a la pantalla tienen un riesgo mayor de cumplir con los criterios para el TDAH o trastorno de déficit de atención e hiperactividad”), además de favorecer el sedentarismo, y con ello el sobrepeso y escaso desarrollo de agilidad y control motor.
Signos de alarma. Cuándo consultar al neuropediatra
Existen unos signos de alarma que indican que el neurodesarrollo del niño no va evolucionando bien. Estos signos de alarma pueden y deben identificarse de manera precoz, según la doctora Calvo. “Una valoración a tiempo ante la duda puede permitirnos adelantarnos a los acontecimientos y ser rápidos para encontrar la causa y poder recomendar las terapias o tratamientos específicos que necesite nuestro paciente”.
Algunos de los casos en los que las familias deberían consultar a un neuropediatra, según la doctora son:
- Retraso en alcanzar hitos del desarrollo (caminar, sentarse, hablar…).
- Trastornos en la capacidad de lenguaje o de relacionarse (trastorno del espectro autista).
- Hipotonía, baja fuerza o reactividad en el bebe, trastorno de la marcha en el niño.
- Episodios de convulsiones, desmayos frecuentes, episodios de movimientos anormales.
- Cefaleas recurrentes o intensas que afecten a la vida diaria.
- Trastornos del movimiento, tics, movimientos anormales.
- Problemas de aprendizaje o conducta: TDHA, cambios comportamentales no justificados.
- Problemas de sueño.
- Pérdida de habilidades previamente adquiridas.
- Condiciones genéticas o metabólicas que impactan en el desarrollo neurológico.
Un buen neuropediatra puede ayudar con todas estas incertidumbres. Este especialista atiende un espectro muy amplio de trastornos, que abarcan desde el cerebro en su desarrollo normal y sus enfermedades, hasta el sistema nervioso periférico y sus conexiones con el musculo: Desde procesos más banales y comunes como la cefalea o algún retraso en los hitos madurativos o el seguimiento de un paciente con posible riesgo de desarrollar problemas neurológicos, como un niño que nace prematuro, hasta enfermedades más complejas como la epilepsia, el trastorno del espectro autista; problemas de aprendizaje y escolares; trastorno por déficit de atención e hiperactividad; enfermedades degenerativas del sistema nervioso; enfermedades neuromusculares; parálisis cerebral infantil y su atención integral o enfermedades de origen genético que afectan al desarrollo, entre otros.
Afortunadamente, se han desarrollado terapias y fármacos para ayudar y mejorar la calidad de vida en situaciones que antes no tenían tanta atención y seguimiento, como la espasticidad en pacientes con parálisis cerebral infantil o las nuevas terapias y técnicas quirúrgicas para pacientes con epilepsia. “Esto hace que el papel del neuropediatra este cobrando una posición importante dentro de la pediatría”.
Además, “los avances diagnósticos están siendo espectaculares en los últimos años. Esto está permitiendo diagnosticar cada vez de manera más precoz y eficaz patologías, sobre todo dentro del espectro de las enfermedades raras o poco frecuentes. Pero también nos ayuda a descartar gravedad en procesos más frecuentes y menos preocupantes y tranquilizar a la familia. Al hacer diagnósticos precoces, el pronóstico futuro de estas enfermedades o condiciones es mucho más prometedor”.
Sobre estos avances, la doctora Calvo explica que “cada vez es más accesible y segura la realización de pruebas de imagen cerebral con el desarrollo de RM de 3 teslas y otras técnicas como el PET, SPECT, tractografía. Los procesos metabólicos son cada vez mas conocidos y es mas fácil diagnosticarlos en ocasiones simplemente con una muestra de sangre u orina a través de la prueba del talón realizada en el recién nacido, lo que adelanta mucho el diagnóstico. Y qué decir de los avances en genética que nos han abierto un mundo nuevo de diagnósticos para pacientes que hasta hace unos años no podían saber qué condicionaba lo que les estaba ocurriendo.
El diagnóstico genético nos está permitiendo conocer mejor las enfermedades y ofrecer consejo familiar para evitar nuevos casos en familias en las que identificamos alguna de las patologías neurológicas más graves.
La inclusión de la neuropsicología en los estudios de la infancia y el desarrollo de test y escalas más fáciles de realizar por los profesionales y de completar por los pacientes en la infancia también nos permiten conocer mejor la base psicológica y social de algunas de estas condiciones”.
Y con respecto al tratamiento, afirma que cada vez se investiga más para que los fármacos sean seguros y no produzcan complicaciones para los pacientes en edad infantil. “Las terapias cada vez son más especificas para la enfermedad que se trata, llegando incluso a lo que se conoce como medicina personalizada en el paciente. Existen en la actualidad tratamientos modificadores de la enfermedad que son capaces de actuar sobre la base genética de algunas patologías como la atrofia espinal. Las cirugías a nivel del sistema nervioso central son cada vez menos agresivas y más eficientes con lo que se ofrecen como alternativa en los casos de epilepsias refractarias”.
Por último, esta experta se refiere al desabastecimiento de medicamentos para el tratamiento del TDAH en España, un problema significativo que está afectando a pacientes, especialmente a niños y adolescentes, desde mediados de 2024. “El TDAH requiere un manejo constante; interrumpir el tratamiento puede dificultar la continuidad de las intervenciones educativas y terapéuticas diseñadas para ayudar al niño a desarrollar habilidades adaptativas. Sin la medicación, muchos de estos pacientes pueden tener problemas para mantener el rendimiento escolar y social, reapareciendo o agravándose los síntomas ya presentes en el paciente y en muchos casos controlados desde hace tiempo. Perder la medicación habitual puede ser un desafío importante para el manejo del TDAH en niños, exacerbando los síntomas y las dificultades asociadas. Por ello, se recomienda un monitoreo cercano y ajustes temporales por parte de los especialistas para mitigar estos efectos mientras se encuentra una solución al problema de suministro.