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Fernando Alberca: “Hay que aprender a educar a favor del esfuerzo porque es clave para la felicidad y autoestima de todos los niños”

El autor de “La magia del esfuerzo” explica que los niños y adolescentes necesitan menos psicólogos y más padres y profesores que se den cuenta de la importancia del esfuerzo más allá de notas y resultados.
Eva R. SolerMartes, 17 de diciembre de 2024
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Fernando Alberca posa, en una biblioteca y rodeado de dos pilas de libros, para la entrevista. ®DELAFUENTE.

Fernando Alberca ha escrito su último libro, La magia del esfuerzo, pensando en padres, docentes y alumnos. El experto en educación, doctor en Pedagogía, Ciencias Sociales y Jurídicas ejerce como profesor en la Universidad de Córdoba y como docente orientador de alumnos de 4º de la ESO en un centro educativo de la misma provincia, además de como director y consultor para familias a través de ALBERCAeducation y Consulta Educativa.

En esta entrevista en la sede de la editorial Toromítico, explica cómo todas sus obras han nacido de su práctica y experiencia con alumnos.

“En este libro los padres pueden encontrar las claves para dar a su hijo el impulso que necesita, y los docentes utilizarlo en el aula como un recurso práctico con el que pueden realizar, por ejemplo, un taller de esfuerzo con sus alumnos con los ejercicios que se incluyen en la segunda parte del libro”, aconseja el autor. Además, Alberca recomienda otros consejos y explica las causas y consecuencias que pueden traer consigo la falta de esfuerzo.

En su libro afirma “una vez inicias el esfuerzo la resistencia a cambiar jugará a favor de uno mismo”. ¿Qué aconseja a padres y educadores para que puedan ayudar a niños y adolescentes a dar ese primer paso?
–El esfuerzo va a ser clave en la felicidad de todos los niños, por lo que recomiendo a padres y educadores dos consejos fundamentales.

El primero consiste en reconocer los esfuerzos que hacen hijos y alumnos independientemente del resultado final. ¿Por qué no se celebra que un niño ha estudiado para el examen y se espera a que llegue la nota para hacerlo?

Lo primero que hay que celebrar es el esfuerzo que se ha puesto para sacar buena nota. Si después el resultado se corresponde con ese esfuerzo, también se puede volver a celebrar, pero hay que incidir en que el esfuerzo es más importante que la nota.

El segundo consejo es asegurarles que hay satisfacción por nuestra parte. Ese es el premio inmaterial que hay que darles: sentirnos satisfechos porque con su esfuerzo nos ha demostrado que él no huye de los obstáculos. Inculcarles esto es fácil, pero es lo contrario de lo que estamos haciendo. La cara que pone un padre cuando el niño trae sobresaliente es mayor que cuando le ve estudiar.

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¿Por qué no se celebra que un niño ha estudiado para el examen y se espera a que llegue la nota para hacerlo?

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Denuncia que el sistema alimenta y difunde que el éxito es la nota, el título, y no se valora el esfuerzo. ¿Es difícil cambiar esta tendencia en Bachillerato, donde el foco suele estar puesto en la nota de acceso a la Universidad?
He sido muchos años profesor de 2º de Bachillerato y no tiene por qué ser más difícil. Si hemos enseñado al niño a disfrutar de sus esfuerzos independientemente del resultado desde Primaria, él entonces hará el esfuerzo en Bachillerato y sacará buenas notas.

En ninguna nota, ni siquiera en Bachillerato, hay felicidad; pero en superar un esfuerzo sí que la hay. Es lo que tenemos que entender. Primero hay satisfacción y después vendrá el resultado, aunque el resultado externo no sea el adecuado.

La nota de la Prueba de Acceso a la Universidad no debe preocuparnos, también se conseguirá. No es que la despreciemos, pero el objetivo es que el estudiante haga todo lo que pueda hacer y el resultado seguro que se consigue.

Dice que la mayoría de los niños no estudian o se esfuerzan por obligación, sino que lo hacen por cariño a sus padres o por correspondencia a su profesor. ¿Son conscientes padres y profesores de esto?
–El gran motor del esfuerzo es el cariño, sí, y los hijos hacen más esfuerzos de los que suelen reconocer los padres. El ser humano puede hacer los mayores esfuerzos por amor.

Es muy fácil que un niño ponga más esfuerzo del que hubiera puesto de otra manera cuando sabe que el padre le aprecia. Los niños estudian solo para satisfacer a los padres o para satisfacer al profesor, si éste también le ha demostrado cariño.

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En ninguna nota, ni siquiera en Bachillerato, hay felicidad; pero en superar un esfuerzo sí que la hay

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En cuanto a las tareas domésticas, es fácil que los niños las realicen si les enseñamos a que se adelanten. Es muy fácil que quiten el lavavajillas o pongan la mesa si aprenden a adelantarse a hacerlo, antes que a obedecer cuando se les dice que tienen que hacer algo.

Señala como uno de los hábitos que más están restando esfuerzo y fuerza de voluntad a niños, adolescentes y adultos “refugiarnos en el móvil o escondernos y retrasar cada vez que sentimos que algo nos exige esfuerzo o nos resulta desagradable”. ¿Cómo cambiar este hábito?
–La clave reside en la fuerza de voluntad. El esfuerzo tiene tres momentos importantes: empezar, persistir y terminar bien, y la fuerza de voluntad es imprescindible en cada uno. Hay que prestar atención también a todo lo que reste fuerza, como dejarles huir.

Si tu hijo cambia sus objetivos porque ha encontrado un obstáculo… “Ya no voy a hacer Medicina porque hay que estudiar mucho para alcanzar la nota de acceso” o “No quiero ir a jugar al campo porque luego tengo que ducharme” o “No quiero ir a ese sitio porque está lejos…”. Hay que preguntarles: “¿Merece la pena el objetivo?”. Y a continuación, ayudarles a superar tener que estudiar y sacar una nota de sobresaliente o ducharse si no les apetece o tener que ir hasta un sitio que está lejos.

Huir es una de las cosas que más restan esfuerzos. Uno huye, retrasa, deja para mañana lo que piensa que no compensa del todo. “He estudiado esta tarde dos horas, ¿quién me lo va a recompensar si luego no apruebo?”, “Voy a dejar de jugar a la play, ¿mi profesor mañana se sentirá satisfecho conmigo?”.

Para eludir esas acciones a las que no ven recompensa, los menores se refugian en los videojuegos, móviles, las redes sociales… Les permiten evadirse de esa realidad que les exige esfuerzos. Sin embargo, los esfuerzos son como un salvavidas en un océano de dificultades: cuando uno se acostumbra a huir de los esfuerzos, empieza a perder el sentido que tiene la vida, y la vida sin sentido se hace insoportable.

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Los niños estudian solo para satisfacer a los padres o para satisfacer al profesor, si éste también le ha demostrado cariño

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Esa es una de las consecuencias de la falta de esfuerzo que señala: la apatía que produce la falta de esfuerzo puede desembocar en una infelicidad constante.
–La falta de esfuerzo empieza en apatía y puede derivar en depresión y, en el peor de los casos, suicidio. El suicidio ha llegado hasta los cursos de Primaria. El año pasado se suicidaron 14 niños, algo que no había ocurrido antes, y puede que haya más casos de los que constan oficialmente.

A veces es por problemas como el acoso, pero otras pueden ser cosas que parecen insignificantes y que ellos han ido alimentando. Cuando aparece un problema y uno no se esfuerza en solucionarlo, este no deja de crecer, y la falta de esfuerzo hace que se pierda el sentido, y la falta de sentido hace que la vida no sea viable.

Otra causa que relaciona con la falta de esfuerzo es una baja autoestima.
–Para subir su autoestima podemos probar a que digan veinticinco cosas buenas de sí mismos. Normalmente, no pasa de la tercera.

La autoestima es clave para sobrevivir y baja con quien hace menos esfuerzos. Esto es igual a menos satisfacción, y cuando uno no está satisfecho con las cosas que hace, empieza a creer que no vale, porque lo que está haciendo no es lo suficientemente valioso y su autoestima baja. Nuestros hijos se sienten queridos pero muy poco valiosos.

La autoestima está muy baja en España: en padres, en niños… La de los docentes también es muy baja. El complejo de inferioridad de muchos adultos que tienen que educar a niños llama la atención. Tenemos que tener profesores más seguros, más estudiosos de pedagogía, que sepan qué funciona y qué no, que sepan evaluar…

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La falta de esfuerzo empieza en apatía y puede derivar en depresión y, en el peor de los casos, suicidio

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Hay profesores que consideran que solo son buenos alumnos los que sacan buenas notas.
–Hay tantos profesores buenos gracias a los que se mantiene el sistema… pero los malos también abundan. Son los que prefieren a los alumnos que les resultan fáciles porque sacan buenas notas o no dan problemas: como pasan desapercibidos, les ponen sobresaliente. Su objetivo es sobrevivir, no que los alumnos aprendan, y le echan la culpa a la ley, al sistema, a la burocracia…

En un aula el peor de los sistemas es compatible con que un profesor haga magia con un buen alumno. Y el buen alumno es todo el que se matricula. Puede suspender muchas o trabajar poco, pero es magnífico solo por ser tu alumno y tú eres su único profesor en ese momento. Es una oportunidad que hay que aprovechar bien porque ese alumno necesita un profesor.

Los niños no necesitan tantos psicólogos, lo que necesitan son padres, madres y profesores. El profesor tiene que darse cuenta de que todos sus alumnos son capaces de mejorar y ver qué se esconde detrás de un alumno que provoca, que seguramente tenga problemas o está probando si realmente vales como profesor.

Entonces para que surja el esfuerzo todos tienen que aprender a esforzarse…
–Hay que cambiar la forma de educar a favor del esfuerzo y no pese a él. Los docentes tenemos que volver a maravillarnos con nuestra profesión. Lo están poniendo muy complicado, es una profesión muy desprestigiada. Pero es la más importante: no hay ningún profesional que no haya pasado por las aulas. Todo el mundo necesita a los docentes.

Diría que la educación es más importante que la salud, pues todos los problemas que nos están asediando requieren de educación: obesidad, violencia de género, guerras…Si convenimos que todos esos problemas son educativos, ¿por qué no formamos mejor a los educadores? ¿Por qué no les proporcionamos herramientas?

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El profesor tiene que darse cuenta de que todos sus alumnos son capaces de mejorar y ver qué se esconde detrás de un alumno que provoca

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Cuando un maestro quiere a su alumno facilita todos los esfuerzos. Lo que tiene que buscar el profesional de la educación que quiere esforzarse en su trabajo o el padre que educa es querer a la persona beneficiada de su esfuerzo. El tesoro del esfuerzo radica en el bien que hacemos cuando nos esforzamos por la gente que queremos, ahí es cuando uno encuentra fuerza. Cuando vemos que el beneficiado es alquien a quien queremos, está chupado.

La segunda parte del libro es eminentemente práctica.
–Son quince ejercicios que sirven como entrenamiento para aprender a esforzarse y saber hacerlo cuando llegue el momento. Ayudan, entre otras cosas, a aprender a organizar el tiempo o a controlar los impulsos.

Hay uno que consiste en postergar el momento de beber un vaso de agua cuando nos apetece durante la comida. Esto puede ser útil llevado a otros ámbitos, como cuando se siente el impulso de mirar el móvil.

En niños con adicción al móvil recomiendo empezar a reducir el tiempo de uso en uno o dos minutos. De esta forma, el niño se siente capaz de hacer ese esfuerzo inicial. Aunque sea mínimo, lo importante es que se siente satisfecho de haber cumplido ese primer objetivo. Poco a poco, se irá alargando la disminución de uso.

De lo que se trata es de ir entrenando la fuerza de voluntad, clave para superar cualquier obstáculo. Cuanto más pequeño sea el obstáculo, mejor, porque así se empieza el entrenamiento que capacitará después para superar obstáculos mayores.

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