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Enamorarse a voluntad o por impulso

¿Quieres enamorarte? Para algunos autores el amor surge por voluntad, para otros es un impulso espontáneo. Descubre cuál de estos dos puntos de vista te atrae más. El amor, ¿es un acto de voluntad o es algo que ocurre por un impulso espontáneo? Conoce los postulados contrapuestos de los filósofos Erich Fromm y Ortega y Gasset. ¿Cuál te llega más al corazón?
Ársel ÁlvarezJueves, 13 de febrero de 2025
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© ADOBE STOCK

¿Es el amor una atracción irresistible o es acto de voluntad?

Cupido, travieso.

En su libro El arte de amar Erich Fromm reconoce que los dos puntos de vista tienen su verdad.

Alguien puede pensar que enamorarse es como caer en la tentación. Llega como un flechazo, nos nubla la razón y nos dirige a ciegas. Como dice el refrán “cuando el corazón habla, la cabeza calla”. Incluso en algunos códigos penales se reconocen situaciones en las que el amor puede ser un atenuante.  Así que, tanto en el conocimiento popular como en la filosofía o incluso el derecho, hay una corriente que considera el amor como una fuerza que se impone a la voluntad del sujeto. Enamorarse, en este caso, sería casi como estar poseído.

Pero también es posible considerar que enamorarse es un acto de verdadera voluntad. Tanto es así que también el saber popular tiene frases para esta opinión, pues “el amor es como el fuego: si no se aviva, se apaga”. Por lo que es nuestra voluntad quien lo dirige. Puede ser incluso que surja de una parte no racional de nosotros mismos, pero, aun así, en el acto de enamorarnos revelamos nuestra verdadera voluntad. O, como dice el refrán, “dime a quien amas y te diré quién eres”.

Desde cada punto de vista surge una manera distinta de actuar cuando sentimos el flechazo, incluso de juzgar a los enamorados.

Enamorarse es acto de voluntad

«El amor es la única forma de conocimiento, que, en el acto de unión, satisface mi búsqueda. En el acto de amar, de entregarse, en el acto de penetrar en la otra persona, me encuentro a mí mismo, me descubro, nos descubro a ambos, descubro al ser humano»

(Erich Fromm, El arte de Amar)

La idea de Fromm es que amar es un arte. Algo para lo que nos podemos entrenar de igual manera que un músico practica el uso de su instrumento para después tocar música en una orquesta. Y, como en cualquier arte, hay elementos a considerar. Enamorarse requiere para él de cuatro elementos: cuidado y responsabilidad, respeto y conocimiento.

Los dos primeros van juntos, pues centran su atención en el efecto que causa el enamorado en quien recibe su amor. “Se ama aquello por lo que se trabaja, y se trabaja por lo que se ama”, escribe el autor, “es un acto enteramente voluntario, constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano”.

Sin embargo, “la responsabilidad podría degenerar fácilmente en dominación y posesividad, si no fuera por un tercer componente, el respeto”. Lo que quiere decir que para enamorarse es necesario reconocer a la persona amada por lo que verdaderamente es. Si no, se trata de otra cosa.

Estas tres características no rozan el verdadero amor si no las acompaña un acto de conocimiento. En otros artículos habíamos analizado la relación entre el amor y el conocimiento. Pero, en cuanto a personas se refiere, ni uno mismo ni la persona amada somos objetos que se puedan conocer por completo, ya que estamos en continuo cambio. Por esta característica del ser humano, el enamoramiento estará siempre por acabar. Es un trabajo constante.

De hecho, lo único que hace del amor algo firme y constante es la voluntad. El autor escribe lo siguiente. “Amar a alguien no es meramente un sentimiento poderoso –es una decisión, es un juicio, es una promesa–. Si el amor no fuera más que un sentimiento, no existirían bases para la promesa de amarse eternamente. Un sentimiento comienza y puede desaparecer. ¿Cómo puedo yo juzgar que durará eternamente si mi acto no implica juicio y decisión?”

Enamorarse ocurre de forma espontánea

El enamoramiento se caracteriza por contener, a la vez, estos dos ingredientes: el sentirse “encantado” por otro ser que nos produce “ilusión” íntegra, y el sentirse absorbido por él hasta la raíz de nuestra persona, como si nos hubiera arrancado de nuestro propio fondo vital y viviésemos trasplantados a él, con nuestras raíces vitales en él.

(Ortega y Gasset, Estudios sobre el amor)

Por el contrario, para el filósofo Ortega y Gasset, poco tiene que hacer la voluntad en temas de amor. Está de acuerdo en que hay una elección, pero ésta viene del corazón y no de la razón. “El corazón” escribe “es el soporte de nuestra personalidad. Antes de que conozcamos lo que nos rodea vamos lanzados por él, en una u otra dirección, hacia unos u otros valores”.

De modo que, sin que seamos expresamente conscientes, elegimos. Nos guía una parte esencialmente nuestra que ni siquiera conocemos por completo. Buscamos en el mundo, sin saberlo, un conjunto de valores que ya estaban marcados de antemano en nuestra personalidad.

Cuando se da la coincidencia y encontramos quien reúne los valores de nuestro corazón, entonces, nos enamoramos de forma espontánea.

Ortega indica que para que sea posible enamorarse hacen falta una serie de condiciones: percepción, emoción y constitución de nuestro ser.

Percepción para ver la persona que va a ser amada. Pero una percepción extraña, que él define como “interés desinteresado”. Se trata de la aptitud para interesarse en una cosa por lo que ella es en sí misma y no en vista de los provechos que nos rinda. Es necesario desprenderse de los propios intereses para poder tener esta percepción.

Emoción con que responder a la atracción generada por la percepción, en caso de que se dé.

Constitución en nuestro ser. Es decir, ese sistema de valores que alberga nuestro corazón.

La voluntad es una cuarta condición. Podemos a través de ella dirigir en parte nuestra espontaneidad. Podemos marcarnos rutinas para desviar nuestra percepción, rituales con los que fortalecer la emoción, y dirigir nuestro enamoramiento en direcciones más razonables. “Nuestro ser” –indica el autor– “tolera cierta dosis de falsificación por medio de la voluntad; dentro de esa medida, mejor que de falsificación, es lícito hablar de que nos contemplamos y perfeccionamos”.

Pero, aun así, el amor es espontáneo y la razón puede poco frente a él.

¿Qué forma de entender el amor va más contigo?

Como siempre, en Filosofía hay varios autores y puntos de vista. Unos críticos con otros, a veces con puntos de encuentro. Aquí te he presentado tan solo dos de los que han escrito sobre el amor y los he mostrado en sus contradicciones. ¿Cuál de ellos va más contigo? o, incluso, ¿puedes ver si hay punto de encuentro entre ambos?

También, como hicimos en otros artículos, puedes utilizar estos dos autores para fomentar el pensamiento y el debate con tu grupo.

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