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¡Ya no te quiero!El chantaje emocional

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Tiene apenas unos años, pero
ya se ha hecho con un arma
potente: el chantaje emocional.
La frase clave, a la que
los pequeños o las pequeñas
chantajistas llegan enseguida,
es «Ya no te quiero».

Autor: RAFAEL GÓMEZ PÉREZ

María Isabel tiene 42 años, es administrativa y después de doce años de matrimonio –con sus más y sus menos pero, en conjunto, feliz–, fue abandonada por su marido, cinco años mayor que ella. Él, abogado de buena presencia y con una carrera en ascenso, se había enamorado de una de las secretarias del bufete, de 25 años.
No fue tacaño y dejó a María Isabel con una importante pensión para criar al hijo de ambos, a Lucas, que en el momento de la separación de sus padres tenía sólo cuatro años.
María Isabel se vuelca en su hijo, dándole todo lo que éste pide. Al principio, tratándole de enseñarle que no se puede pedir lo que no es razonable. Después, accediendo a casi cualquier capricho. Ante sus amigas lo justifica: «Es lo único que tengo y toda mi felicidad depende de él».
A los siete años, Lucas empieza a cambiar. Ha descubierto que lo puede todo. Cuando su madre le dijo que no estaba bien que dedicase tanto tiempo a los juegos sin hacer los deberes, Lucas le contestó que él hacía lo que quería. Cuando María Isabel escondió el videojuego y le dijo que podría jugar cuando terminase los deberes, Lucas reaccionó: «Pues ahora ya no te quiero».
En los días siguientes rehuía a su madre, y volvía la cara cada vez que ésta intentaba darle un beso. Esto era lo más duro, porque el niño siempre había sido cariñoso. María Isabel recuerda esos años y no consigue entender lo que está pasando. Parece como si el niño se esforzara en ser desagradable. «Esta comida es un verdadero asco», –le dice en otra ocasión–. Y otro día: «No eres tan buena como las madres de mis amigos».
En una de las visitas que hace a la casa de su padre, le llega a decir que «mamá es muy mala conmigo».

 LA CUESTIÓN
Los chantajes emocionales no son ni muchos menos exclusivos de los niños. Se trata de una deformación de la relación de amor, porque cuando se ama en lo último que se piensa es en hacer daño a quien se quiere. Cuando se acepta la posibilidad de un chantaje emocional lo que existe es una obsesiva preocupación por el yo; en absoluto esa atención al tú, que es la esencia del amor.
La práctica habitual del chantaje emocional es algo grave, porque denota una deformación de la persona en algo tan básico como la capacidad de amar. Y esta capacidad disminuye o incluso desaparece cuando el amor se utiliza como precio de un chantaje.
Es posible que a veces los niños y niñas, la gente joven, hayan aprendido la «técnica» del chantaje emocional viéndolo practicar en su entorno. Pero en ellos resulta más doloroso, porque se presume que los niños son inocentes. En los mayores, el chantaje emocional puede ser una de las armas de una compleja batería encaminada muchas veces a hacer mal a la otra persona.
Los niños y niñas no tienen en cambio experiencia alguna en estos manejos. Por eso, quienes sufren su chantaje pueden pensar: «¿Qué estoy haciendo mal?»

 TIPOS DE CHANTAJE
En el libro Chantaje emocional, Susan Forward distingue cuatro perfiles en la persona que practica el chantajismo emocional:

– El castigador de los demás. Anuncia claramente los males que vendrán si no se hace lo que él quiere. La más grave de sus amenazas es ese fatídico «Ya no te quiero», pronunciado con una increíble seriedad.

– El castigador de sí mismo. Si no haces lo que quiero, me haré daño a mí mismo. A veces esto se refuerza poniéndose en peligro o simulándolo: como acercarse a una ventana abierta y decir que se va a tirar, simular clavarse un cuchillo, unas tijeras, etcétera.

– La víctima. Se calla, no habla, hay que adivinar qué quiere. El chantajista o la chantajista espera que los demás confiesen que tienen la culpa por haberlo o haberla tratado tan mal, por no darle aquello que, si lo tuviera, sería feliz…

– El provocador, que promete mucho cariño si se hace lo que él quiere. El niño o niña o, en general, la persona joven llega fácilmente a descubrir estas posibilidades, pero las más frecuentes son la primera y la tercera.

QUÉ HACER

1 Dejar pasar un tiempo prudencial. Hay que dilucidar si se trata de una conducta continuada o si es sólo consecuencia de una rabieta que pasa en poco tiempo.

2 Reconocer claramente los hechos. No es otra cosa, sino un chantaje. No es una simple rabieta, ni consecuencia de tener «mal genio». El chantaje emocional aparece casi siempre puro: apenas está mezclado con nada más. Es una figura típica. Es además relativamente corriente, muy repetido. Es importante atajar este asunto desde la primera muestra, porque si se permite –si se cede a un chantaje– se pierde la autoridad y se acaba cediendo siempre.

3 No perder los nervios. El chantaje emocional es un arma, pero no quiere decir que la persona sea esencialmente mala. Cuanto peor se recibe más fuerza cobra el chantajista.

4 No entrar en el juego, reaccionando enseguida con protestas de cariño, con petición de perdón… Al «Ya no te quiero» contestar, por ejemplo: «Eso es cosa tuya, yo siempre te querré mucho».

5 No ceder a la exigencia del chantaje, mucho menos si no es algo razonable o es perjudicial. En estos casos hay que aprender a decir que no, con serenidad y buena cara, pero de forma clara.

6 Si la actitud chantajista persiste, contestar al «Ya no te quiero»con algo semejante a: «Pues yo estoy pensando si compensa que yo quiera a alguien que no me quiere». Hay que tener cuidado con esta operación de desactivación del chantaje, pero hay que hacerla. Dar cariño, pero en terreno distinto al del chantaje.

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