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El Ministerio acierta con su propuesta, pero...

José Mª de MoyaViernes, 7 de diciembre de 2012
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Esto sí empieza a parecerse a la reforma que necesita nuestro sistema educativo y –también importante– la que el PP había prometido a sus electores: aquello de cambio de paradigma, reforma en profundidad, etc. La presión o la negociación con los consejeros populares ha funcionado. No falta razón a la consejera andaluza cuando dice, en tono panfletario, que hemos asistido al “matrimonio por la Iglesia entre el Ministerio y las comunidades del PP”.

Con todo, sobran complejos y tics del pasado. ¿Es normal que la reforma educativa impulsada por un gobierno que se dice liberal utilice una sola vez en todo su articulado la palabra “libertad”? No he tenido tiempo de comprobarlo pero es probable que en la LOE socialista aparezca en más ocasiones. ¿Pensarán en el Ministerio que impulsar la libertad de Educación es defender una posición ideológica?
Falta libertad y sobran asignaturas “específicas” que dificultan la autonomía curricular que se predica. Hay una especie de horror vacui, afán regulatorio, miedo a que sea el centro el que defina su currículo a partir de una simple hoja en blanco. Conozco un centro (privado, claro) que se ha inventado la asignatura “Drama” en la que los alumnos desarrollan sus habilidades interpretativas… Un éxito. Eso lo puedes hacer si no tienes el horario lectivo lleno de “específicas” que te marca la Administración.

Me replicaban en el Ministerio: “Pero ya sabes que hay muchos centros que no quieren autonomía y que prefieren que se les defina el currículo…”. Me preocupa ese modo de argumentar porque me recuerda a aquellos regímenes paternalistas estilo cubano donde, parece ser, la mayoría de la población no anhela mayores cotas de libertad. Les va bien así y si se les preguntara responderían con aquello de “libertad, ¿para qué?”. La libertad es un derecho que hay que ganarse, no es una opción. Si un centro o su profesorado renuncia a ejercer su autonomía, tiene un problema y lo tenemos todos.

Por tanto, necesitamos un sistema que confíe en las familias y en los maestros y que al mismo tiempo garantice el acceso a los mejores y evalúe los resultados. Es necesario aplicar esa fórmula que siempre funciona: control al principio y al final del proceso y mucha libertad en medio.

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