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Medir la Educación en términos de gasto

José Mª de MoyaMartes, 5 de febrero de 2013
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La pasada semana el Ministerio presentó los datos del Curso 2010-11 y los medios nos hicimos eco del mítico dato de gasto por alumno. Ese dato ha sido y, para muchos, sigue siendo la referencia a la hora de valorar y comparar las políticas educativas de las diferentes comunidades autónomas. Cuanto más gastas por alumno, mejor lo estás haciendo. Así de fácil. Se nos llena la boca de decir que la Educación no es un gasto sino una inversión y luego la valoramos en clave de puro gasto. Un análisis económico que no soportaría ningún pequeño comercio, parece idóneo para medir los servicios públicos. Además, gastar no exige mucho talento… ¿Qué pensarían del director general de la filial española de cualquier multinacional que presentara como principal logro haber incrementados los gastos?
A esta hora muchos estarán descalificando este enfoque tan mercantilista. He buscado comparaciones peligrosas –el comercio, la multinacional…– para no esquivar el debate con eufemismos, que sería lo fácil. Mi posición es que toda actividad productiva o de servicios, con o sin ánimo de lucro, debe ser medida en términos de resultados y de eficiencia. Otra cosa será ponernos de acuerdo sobre qué resultados deben ser medidos en lo nuestro. Me recordaban recientemente que el tercer sector, el de las ONG, desde hace años ha asumido las auditorías y evaluaciones por resultados propias de la empresa privada. Obviamente el tipo de resultados exigibles a Manos Unidas no será el mismo que a Apple. Recuerdo aquella respuesta del responsable europeo de los sindicatos de clase: “Pero, ¿cómo se evalúa la felicidad?”.
En este punto hay que advertir del riesgo de absolutizar el aspecto académico. En esta publicación somos poco sospechosos de no tomar en consideración la medición de los conocimientos. Venimos del “necesita mejorar” y ha habido que contraprogramar, ahora bien, conviene no pasarse de frenada porque hay vida más allá de PISA, de las evaluaciones de diagnóstico, de las CDI… Lo digo porque muchos colegios están convirtiendo estos magníficos instrumentos en un fin en sí mismo. Por ejemplo: un colegio de Madrid presentaba los siguientes resultados: 2008 (3,74), 2009: (5,79), 2010 (7,72) y 2011 (9,06).

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