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Por qué esta reforma no me parece ideológica

Martes, 11 de junio de 2013
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La semana pasada Rajoy tuvo que rectificar a su ministro y negar que la Lomce fuera una ley ideológica como fueron las anteriores. Probablemente no fue ese el sentido de las palabras del ministro. O probablemente se dejó llevar de su natural ímpetu verbal al calor de los micrófonos de los obispos. En todo caso, brindó un titular desacertado y sirvió munición a quienes tachan esta reforma de conservadora.

Desde estas páginas y desde hace años, venimos exigiendo precisamente que urge una desidelogización de la Educación. La reforma que necesita este país como el respirar no consiste en sustituir unos presupuestos ideológicos por otros. No se trata de volver a una metodología pedagógica tradicional que reemplace el constructivismo, ni de favorecer la enseñanza privada en lugar de la pública, ni de cambiar una “EpC progresista” por una “EpC conservadora” o, peor aún, sustituirla por la Religión… Se trata de que de una maldita vez el Estado renuncie a sus pretensiones ideologizantes de uno u otro signo. Hace tiempo que en la mayor parte de los países de la OCDE se legisla a golpe de evidencia empírica. Son numerosos los organismos nacionales e internacionales que cada mes publican algún informe que intenta demostrar qué funciona y qué no funciona en esto de administrar la Educación de un país. El consenso científico es notable y, en todo caso, mucho mayor que el político. Por tanto, el recurso a la investigación disponible sería un buen detector ideológico, pero hay otro aún más eficaz.

Las ideologías son alérgicas a la libertad, en el sentido que explicara Alexis de Tocqueville en su Democracia en América hace casi dos siglos. Su lenguaje es el de la imposición porque su vocación es totalizadora. Un par de ejemplos. Quienes defienden EpC no quieren renunciar a su contenido ideológico y tampoco a su carácter obligatorio; por el contrario, los que defienden la Religión en el aula en ningún momento pretenden que sea obligatoria. Quienes defienden la coeducación quieren imponer ese modelo a todos los centros sin excepción, nada que ver con lo que pretenden aquellos que defienden la Educación diferenciada. De modo, señor ministro, no nos liemos: apostar por la libertad no sólo no puede ser una ideología sino que es su mejor antídoto.

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