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Los bancos de alimentos y el 24 de octubre

Martes, 29 de octubre de 2013
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La semana pasada tuve la fortuna de visitar la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal). Son los que están soportando sobre sus hombros –junto con otras organizaciones no gubernamentales– las consecuencias de la crisis en los ciudadanos más desfavorecidos. El pasado año distribuyeron más de 10 toneladas de alimentos a más de un millón de personas gracias al esfuerzo de 60.000 voluntarios y el apoyo de más de 5.000 tiendas y establecimientos del sector de la distribución.

No tengo nada contra las jornadas de protesta, las acampadas, las huelgas, las pitadas, las manifestaciones, las camisetas o cualquier forma de queja pública. Ni siquiera los tan cuestionados ‘escraches’ me indignan tanto cuando somos testigos de tanta injusticia de cuello blanco bendecida por la ley. Nada tengo en contra salvo que empieza a resultarme estéril, cansino y, en ocasiones, cínico. Me explico. El ambiente que pude presenciar en la Federación de Bancos de Alimentos distaba tanto de ese ambientazo que se vive en las jornadas de protesta que resulta demasiado paradójico y desconcertante. No quise preguntar a los responsables de la Fesbal qué zona de reparto atendían los indignados del 15M porque hubiera sonado irónico y resultaba evidente que ni estaban ni se les esperaba.

El perfil del voluntario tipo de este tipo de organizaciones poco tiene que ver con el perfil del indignado abonado a la queja recurrente. Me recuerda a aquello que se dice maliciosamente de que una persona de izquierdas es un tipo con mala conciencia que quiere que la pasta la ponga otro. Nos referimos, claro, a determinado tipo de izquierdas más dado a predicar que a dar trigo, más dado a protestar que a remangarse. Contemplan con dolor las injusticias del mundo y como son incapaces de hacer nada alivian la frustración echando la culpa a otros: el sistema, los políticos, los empresarios, el capital… qué se yo.

Cuando se alude a esta evidencia se echa mano del viejo catecismo socialista. Si el Estado del Bienestar garantizara que todas las necesidades estén cubiertas no necesitaríamos a la Fesbal, ni a Cáritas ni a ninguna de las otras organizaciones… Si nadie sintiera necesidad alguna, nadie necesitaría ni pedir ayuda ni prestarla. Ni siquiera serían necesarios actos de generosidad como los que nos regalan cada día los miles de voluntarios dedicados a la atención de los demás: la caridad no deja de ser una debilidad burguesa, etc., etc. Así de fácil, así de estúpido. Casualmente me comentaban hace unos días que la Federación de Enseñanza de CCOO estaba intentando crear algo de acción social sobre el terreno. Son conscientes de que se les está viendo el plumero y que la gente sabe bien quiénes son los que reparten alimentos y los que convocan manifestaciones y protestas inútiles.

En fin, que llevamos años quejándonos y ya va siendo hora de ponerse a trabajar.

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