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Los padres no son buenos consejeros sobre internet

Martes, 20 de mayo de 2014
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La semana pasada asistí a la presentación de la app anti-acoso escolar “Protégete”. Se trata de una nueva y magnífica iniciativa de la Asociación Protégeles que desde hace años viene defendiendo a nuestros hijos y alumnos de los riesgos de la red. El compromiso de Protégeles es suficientemente conocido y poco hay que añadir sobre ello. Agradable sorpresa me produjo, sin embargo, el respaldo de las compañías de telecomunicaciones a esta iniciativa. Ya era hora. Es cierto que algunas empresas desde hace tiempo, y en un ejercicio de responsabilidad, han desarrollado (y comercializado, todo hay que decirlo) filtros para que los menores no puedan acceder a contenidos inapropiados. Pero uno nunca tiene claro hasta dónde llega la responsabilidad y dónde empieza el puro interés comercial.

Pero no quería complicarme con esto sino comentar algo que ocurrió en la presentación y que resulta sintomático de estos tiempos que vivimos. La puesta en escena y posterior rueda de prensa de presentación de la app corrió a cargo de un grupo de adolescentes que, por cierto, lo hicieron muy bien. Fue un toque de originalidad y una demostración de que los jóvenes tienen mucho que decir y habitualmente no dicen bobadas cuando se les toma en serio. Contestan estupideces cuando los adultos les preguntamos tonterías.

El caso es que se me ocurrió preguntarles un tanto retóricamente a quién acudirían ante un problema de ciberacoso, pornografía en la red, etc. si a sus padres –lo cual me parecía lógico– o a sus compañeros de clase, a un amigo, a otro adulto distinto de sus padres, etc. Mi sorpresa fue mayúscula cuando los adolescentes respondieron al unísono que, ante un determinado problema en la red, no acudirían a sus padres, ni siquiera a sus profesores o a algún otro adulto con el que tuvieran confianza, tampoco a otro compañero de clase, ni a un amigo o amiga de esos más experimentados en estas lides. La respuesta de todos ellos fue que acudirían a la línea de ayuda de alguna de las instituciones encargadas de estos servicios.

Ante esta contestación, los padres quedamos como unos perfectos incompetentes. Nuestros hijos no nos consideran aptos para asesorarles sobre los peligros de internet.

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