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Sobre el poder y la autoridad del director (y 2)

Martes, 3 de junio de 2014
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He hecho los deberes pero vengo sin los deberes hechos. Prometí la semana pasada decir algo sobre los requisitos que debe reunir un director de centro para gozar de autoridad delante de padres, profesores y alumnos. Siento decir que he fracasado porque no es fácil encontrar un único recetario o elenco de virtudes del buen directivo. Hay una razón. Existen formas diversas de ejercer el liderazgo y cada una exige unas cualidades distintas.

En términos generales, los autores coinciden en identificar los diferentes estilos de dirección, aunque cada uno los denomina de forma distinta. Goleman, por ejemplo, distingue estos seis estilos de dirección:

–Coercitivo. El jefe da muchas instrucciones, ejerce control, motiva indicando las consecuencias negativas. Este estilo resulta eficaz en tareas sencillas y en situaciones de crisis.

–Orientativo. El director asume la responsabilidad pero demanda opinión de sus colaboradores. Es eficaz cuando el jefe es un experto y cuenta con buenos colaboradores y no lo es en el trabajo en equipo.

–Afiliativo. Aquí el jefe promueve un ambiente agradable, evita confrontaciones… Va bien en tareas rutinarias y en el trabajo en equipo. No es eficaz en situaciones de crisis o ante colaboradores flojos.

–Participativo. El jefe confía en sus colaboradores y recompensa el rendimiento eficaz. Es útil con ayudantes competentes y también cuando no se sabe por dónde ir.

–Imitativo. El director dirige dando ejemplo y favorece el desarrollo de los colaboradores. Es eficaz ante equipos altamente motivados y en tareas de carácter técnico. No sirve cuando el jefe no puede hacer el trabajo de forma personal.

–Finalmente, capacitador. Este directivo identifica puntos fuertes y débiles de sus colaboradores. Facilita el establecimiento de objetivos a largo plazo. Es eficaz con colaboradores motivados, con iniciativa y saber hacer. Es ineficaz en situaciones de crisis.

A partir de aquí, señores directores, hagan juego. Analicen su centro, su equipo directivo, su Claustro, sus alumnos, sus familias… pero, sobre todo, mírense a sí mismos y sus capacidades. Y solo entonces decidan qué clase o clases de liderazgo quieren ejercer.

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