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Lo que de verdad cuesta la enseñanza pública

Martes, 17 de junio de 2014
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Estaré seguramente abducido por el efecto Pablo Iglesias, pero la verdad es que me ha caído bien el informe El coste de la plaza escolar en la pública y en la concertada. Desmontando un mito interesado que presentó IU la semana pasada. Reproduce algunas de las falacias clásicas de la izquierda recalcitrante, junto con verdades que algunos liberales –también recalcitrantes– deberían meditar.

El informe arremete con dureza particularmente contra la idea de que la enseñanza pública es mucho más cara que la concertada. “Se ha fabricado un mito interesado –explica una de la autoras–, basado en estudios que carecen del debido rigor, sobre la creencia infundada de que en Educación, lo privado es más rentable que lo público. El aparente menor coste de la enseñanza concertada se explica porque sus titulares seleccionan las zonas y el alumnado que les interesa atender, además de tener un profesorado con peores condiciones laborales”. Ojo con el significado de “las mejores condiciones laborales de la pública” porque recuerda a aquel chiste de que hay tres buenas razones para ser profesor: julio, agosto y septiembre.

Pero, en efecto, sería absurdo negar que la enseñanza pública lo tiene más complicado y eso cuesta. La semana pasada visité el CEIP “Joan Miró” y el IES “Julio Verne”, ambos en Leganés (Madrid), donde sus directores y claustros están haciendo un trabajo impagable. Con una renta per cápita de 13.000 euros, cuenta con 35 colegios de los que apenas seis son privados o concertados. En el otro extremo, Pozuelo de Alarcón, con una renta superior a los 30.000 euros, 23 colegios, de los que sólo ocho son públicos. Lo mismo podríamos decir de la escuela rural o de la enseñanza con necesidades educativas especiales. Parece obvio que lo público llega donde no lo hace la enseñanza privada y no me parece mal que así sea, siempre y cuando se le reconozca pública y económicamente el esfuerzo que hace.

Y dicho esto en toda justicia, la pública debería recordar aquel cartel que reza a la entrada de algunos centros públicos británicos de barrios deprimidos: “No excuses”. No hay excusas para mejorar en eficiencia, para reducir el abandono educativo, para que no haya pintadas en las paredes…

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