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“Ser demasiado duro o estricto en el aula resulta contraproducente”

Zachary W. Goldman, autor de Making Students Feel Better, apuesta por encontrar un equilibrio entre el aplauso de los logros del alumno y la motivación para que nunca deje de mejorar.
Rodrigo SantodomingoMiércoles, 12 de noviembre de 2014
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Zachary W. Goldman

Investigador en la Universidad de West Virginia, Zachary W. Goldman opina que muchos alumnos sienten que deben aparcar sus emociones en clase, lo que les impide aprovechar al máximo el aprendizaje.

Parece que un estilo docente basado en reafirmar a los alumnos conduce a excelentes resultados tanto a nivel emocional como cognitivo. Sin embargo, el mundo real está lleno de frustración. ¿Existe el riesgo de mimar en exceso al alumno si el profesor sólo comunica de este modo?
Buena pregunta que refleja una importante tensión a la que la mayoría de los profesores se enfrenta en algún momento. Se trata de encontrar un equilibrio. Sin duda, ningún docente quiere mimar al alumno o parecer un pelele en clase. Al mismo tiempo, si uno es demasiado duro o estricto, será percibido como frío e insensible, lo que se torna contraproducente en el proceso de aprendizaje.

Hay profesores que animan a sus alumnos a dar más de sí cuando piensan que rinden por debajo de sus posibilidades. ¿Es una mala estrategia a la hora de aumentar la motivación del estudiante?
Nunca es una mala estrategia el decir a los alumnos que son capaces de hacerlo mejor. Siempre se pueden hacer mejoras, y la Educación provee al individuo de grandes oportunidades para lograrlas en todos los ámbitos de la vida. El ideal pasa por encontrar un nivel apropiado de reafirmación que reconozca el buen trabajo de los alumnos, sin que esto impida que se les anime a mejorar. No es tarea sencilla, por lo que el profesor debe embarcarse con frecuencia en procesos continuos de ensayo y error. Lo importante, a fin de cuentas, es demostrar que uno se preocupa por el aprendizaje y los logros del alumno.

Su informe apunta que el aprendizaje reafirmativo evita que el estudiante malgaste energías en el denominado “trabajo emocional”, es decir, el intento por esconder las emociones negativas como la ira o la tristeza. ¿Esto ocurre porque esas emociones tienden a desaparecer cuando el profesor reafirma o porque el alumno se siente más cómodo para mostrar sus verdaderos sentimientos?
Ambas opciones son perfectamente plausibles. Aunque en mi experiencia, diría que la segunda se da con más frecuencia. La reafirmación consigue que los alumnos se relajen y muestren sus emociones genuinas, lo que permite que la comunicación con el profesor sea más efectiva. En lugar de malgastar el tiempo intentando enmascarar sus sentimientos, los alumnos tienden a abrirse cuando el docente reafirma sus comportamientos, algo extremadamente valioso desde una perspectiva comunicativa.

Hábleme de su experiencia personal. ¿La mayoría de sus profesores tenían ese perfil reafirmativo por el que aboga su estudio?
Como todo el mundo, he tenido buenas dosis de malos y buenos profesores, aunque en general me considero muy afortunado por el hecho de que la mayoría se haya preocupado por mi éxito y haya exhibido comportamientos reafirmativos. Cada uno lo ha hecho a su manera, siendo el nexo común su compromiso hacia mí como alumno y su deseo de verme mejorar

¿Piensa que el mundo de la Educación ha infravalorado la importancia de las emociones en clase?
Sí, y no es algo exclusivo del entorno educativo: en cualquier ambiente profesional, se nos enseña que debemos dejar las emociones al margen, como si éstas tuvieran que cumplir un papel marginal en nuestras interacciones. Sin embargo, los investigadores han demostrado durante décadas que la emoción es una de las principales fuerzas motoras que explican el comportamiento humano, y la clase no es ni mucho menos una excepción. Confío en que las emociones, tanto de alumnos como de profesores, sigan siendo estudiadas, ya que las primeras evidencias sugieren que se trata de algo muy importante para comprender cómo la gente aprende y retiene información.

¿Debería la formación del profesorado atender a esta dimensión emocional del apren­dizaje?
La gran mayoría de profesores no están al tanto de la importancia del aprendizaje afectivo, una expresión que los investigadores utilizan para referirse a los componentes emocionales de la experiencia en el aula. La docencia debería intentar prestar más atención a estos componentes, o al menos saber que existen, ya que en buena medida determinan si el alumno será capaz de entender y recordar los contenidos.

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