"Camino a la escuela", el milagro de querer aprender cueste lo que cueste
La historia de Carlitos es una de las cuatro que el cineasta francés Pascal Plisson cuenta en su documental «Camino a la escuela», un revulsivo para niños, padres y maestros occidentales que sacude con fuerza los conceptos «cómodo», «fácil», «apropiado» o «normal» y que ha cautivado a más de 1,5 millones de espectadores franceses.
«Viví 12 años en Kenia y a diario veía a un puñado de niños que marchaban con prisa, pero no veía colegios ni nada parecido. Cuando me enteré de que andaban larguísimas distancias para ir a la escuela me interesé también por otros niños y otros lugares del mundo», explica a Efe Plisson, en Madrid para presentar su película. Así encontró otros 50 casos susceptibles de contar como prototipos de situaciones en las que los niños hacían esfuerzos titánicos por aprender y, tras hacer personalmente la selección, se quedó con Carlitos (Argentina), Samuel (India), Jackson (Kenia) y Zahira (Marruecos).
«Héroes», dice Plisson, a los que hay que valorar, sobre todo, que «con 11 años ya sean conscientes de que si quieren tener una vida mejor, necesitan ir a la escuela». «Además –añade–, ir a la escuela para estos niños es un hecho familiar porque ayudan así a sus padres, piensan en colectivo y normalmente tienen dos vidas: una, como alumno y otra con las faenas de casa, que siguen haciéndolas».
Jackson abre la película cavando la tierra con sus manos hasta sacar agua limpia del suelo y lavar su uniforme del colegio; tiene 11 años y muestra una madurez y una valentía increíble en un niño occidental. Con su hermana pequeña de la mano y animado y bendecido por sus padres, Jackson cruza 15 kilómetros, a veces esquivando elefantes y jirafas, para ir al colegio. Se expresa en inglés y dice que quiere ser piloto y sobrevolar montañas.
«Me llevé a Jackson a Japón a presentar la película y se enfadó muchísimo cuando algunos niños le dijeron que no les gustaba ir a estudiar. Les gritó: ‘ya vendré yo y os quitaré vuestros trabajos'», cuenta Plisson. En su opinión, «no es normal que a los niños no les guste la escuela, hay un problema, no es comprensible».
Reconoce el director que la película también busca provocar a la sociedad internacional para que «quieran ayudar a los países en desarrollo y sobre todo en temas de Educación».
Con Zahira, Plisson explica que también quería poner el dedo en la llaga de los problemas de las niñas para estudiar, de hecho, en el documental se ve que sus vecinos se niegan a llevar en coche a la niña y a sus dos amigas, una herida, porque van a la escuela, situada a 22 kilómetros de distancia a través del Atlas marroquí.
Y Samuel es discapacitado, nació prematuro y no puede caminar, pero aprende rápido. Sus dos hermanos pequeños empujan su lastimosa silla de ruedas por caminos y hasta ríos. Y lo hacen entre risas y abrazos, cantando y jugando con él, mientras sueñan con tener un camión y trabajar en Delhi.
«Otros hacen muchos más sacrificios que yo», resume Carlitos a Efe, y explica que ahora será su hermana de ocho años, Micaela, quien deberá montar sola a Chiverito si quiere llegar a ser maestra, porque la vida no ha cambiado para ellos.
Plisson dice que se conforma con que la gente que vea su película se sensibilice sobre la necesidad de proteger el derecho a la Educación de los niños; que este es su «granito de arena».
El documental, que se estrena el próximo día 23 de enero en unas cien salas españolas, cuenta con el apoyo de Unesco y Unicef, además de la Fundación Caixa Fórum en España, en reconocimiento a su valor humano, pedagógico y cultural.