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Las interacciones entre alumnos, básicas para su motivación

MAGISTERIO ha organizado un nuevo coloquio dentro del ciclo "La Educación a debate", en esta ocasión sobre "El aprendizaje informal". Para los invitados, el éxito de este tipo de aprendizaje dependerá del protagonismo que les dé el profesor a sus alumnos en clase.
Adrián ArcosMartes, 10 de febrero de 2015
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¿Qué ventajas e inconvenientes tiene el aprendizaje informal? ¿Están los centros preparados para utilizar este modelo? ¿Cómo pueden los docentes aprovechar este conocimiento? ¿Y cómo se evalúa? Fueron algunas de las cuestiones que intentaron resolver los invitados al nuevo coloquio organizado el pasado día 3 por MAGISTERIO en colaboración con Xtend, dentro del ciclo Mesa de expertos: La Educación a debate. En esta ocasión, el tema tratado –El aprendizaje informal– dio pie a analizar cómo conjugar con el currículo oficial todas las nuevas metodologías basadas en el aprendizaje colaborativo, la gamificación y las nuevas tecnologías.

Para Antonio Ramos, el representante de la Administración que participó en el coloquio, “las ventajas de la Educación informal estarían en la utilidad de los aprendizajes y en la motivación, ya que cuando alguien aprende en un contexto o situación informal, lo hace porque los aprendizajes le van a resultar útiles y está motivado para hacerlo”. El jefe del Servicio de Ordenación Académica de la Conselleria d’Educació valenciana considera que “hay que introducir estos elementos en la enseñanza formal, ya que se basan en interacciones con las personas en diferentes contextos y conlleva toda la motivación que suponen el ocio y las tecnologías”.

Ramos cree que “no hace falta destruir todo lo que tenemos actualmente para construir e innovar, ya que existen iniciativas que pueden enriquecer muchísimo la Educación formal e introducir las ventajas de la informal”. Para el representante de la Generalitat Valenciana, “las metodologías tienen que ser activas, por lo que hay que estructurar bien la actividad para los alumnos favoreciendo sus interacciones”. Por tanto, él defiende introducir estructuras cooperativas del aprendizaje donde los alumnos aprendan a partir de la interacción con sus iguales. Todo ello acompañado de la motivación producida por la introducción de las TIC y de la gamificación, y puso como ejemplo “los videojuegos o las aplicaciones diseñadas por los propios alumnos y que pueden ser aprovechadas en un contexto de Educación formal”.

Javier Ibáñez, director gerente del Grupo Zola Educación, apostó porque “la innovación principal sea la metodológica, y no exclusivamente la tecnológica”, aunque reconoció que “la tecnología supone un apoyo fundamental porque facilita y expande todo lo que se puede cambiar con la metodología”. No obstante, advirtió que “puede haber avances a la hora de programar que necesitan un cambio de la estructura arquitectónica de la escuela”, y puso como ejemplo la introducción de más de un grupo en el aula, el trabajo en equipo, la clase magistral para un grupo pequeño, animar a los alumnos a hacer pequeñas investigaciones o la dinámica de design thinking”. “Si acabamos haciendo una programación muy pensada, quizá la propia programación nos pida que cambiemos la estructura”, aseguró Ibáñez.

Paqui Molinero, jefa del Departamento de Ciencias Sociales del Colegio “Brains”, defendió “buscar el equilibrio entre una clase magistral en la que el docente transmita la pasión por su asignatura, y en otro momento le dé la batuta de la clase al alumno y lo convierta en protagonista”. Para ella, “no se trata de poner la escuela patas arriba, sino de lograr ese equilibrio entre todas las actividades que se realizan en el aula”, ya que no cree que sea bueno “basarlo todo en la gamificación ni que tampoco todo el trabajo sea en equipo, porque habrá alumnos que se escuden en ese equipo y no puedan demostrar lo que son capaces de hacer por sí solos”.

Retos en la gamificación
Para Carlos Llorente, director de Marketing y Proyectos del Colegio “Liceo Sorolla”, “la palabra lúdica está mal elegida, y la gamificación no implica divertirse jugando, sino que supone superar retos, lo cual al final significa esfuerzo”. Él pone como ejemplo los videojuegos: “A los alumnos les encanta seguir intentando lo que no consiguen, como ocurre en los videojuegos por niveles, y por eso quieren llevar la realidad virtual a las clases”. Llorente explica que “la gamificación va por fases, de forma que en el juego vas pasando de niveles, pero no se está jugando como se concibe el tema lúdico de hacer algo que no tiene nada que ver con lo académico”. Así, él apuesta por no separar pasarlo bien con aprender.

Cómo hacer la actividad
Por su parte, Antonio Ramos cree que “la clave para introducir las innovaciones está en el tiempo de actividad, ya que no se trata de desechar la clase magistral ni los libros de texto, pero tampoco de dejar de lado la actividad de los alumnos, porque en ese caso nunca llegarán a ser competentes y seguiremos obteniendo los malos resultados actuales”. No obstante, él incide en definir “cómo se hace esa actividad a través de metodologías activas”.
¿Qué sucede cuando el profesor empieza a trabajar así? Según el representante de la Administración, “el profesor reserva un tiempo para que el alumno sea el protagonista y él sigue dando su clase magistral a la que no hay que renunciar”, aunque advierte de que “cuando el docente se da cuenta de que, mediante esa actividad, el alumno se va haciendo más competente y va adquiriendo aprendizajes de mejor calidad y más perdurables en el tiempo, progresivamente irá aumentando el espacio en que da al alumno el protagonismo”.

Guía del aprendizaje
De esa forma, el docente va convirtiéndose en guía del aprendizaje del alumno casi sin darse cuenta. “No me planteo un sistema educativo donde el profesor no esté”, asegura el responsable de la Conselleria, que cree que “toda esa actividad no puede ser hecha por internet, aunque sea una herramienta fantástica, pero el profesorado sigue siendo el protagonista de la enseñanza, mientras que el alumno es el protagonista del aprendizaje”.

Para Javier Ibáñez, “el profesor es el protagonista porque diseña el itinerario del aprendizaje del alumno, o incluso distintos itinerarios dentro de un mismo espacio, por eso no puede faltar ese papel de la persona que arranca un tema y que presenta objetivos”.

Atención a la diversidad
Antonio Ramos tiene claro que “los profesores adecuan el currículo oficial a su grupo de alumnos”, y por eso mismo son los grandes protagonistas en los procesos de personalización de la enseñanza. Precisamente, para Ramos “uno de los grandes retos de la Educación informal, más que de la formal, es que da respuestas adecuadas a cada uno de los alumnos teniendo en cuenta sus necesidades especiales”, es decir, cubre mejor la atención a la diversidad. Para que esto sea un hecho, Ramos considera necesaria “una persona que se encargue de diseñar los distintos niveles de logro de los objetivos o competencias que nos planteamos desarrollar, y ahí el profesorado es la clave”.

Esa construcción de personas y ese contacto personal es una filosofía transversal que no viene reflejada en el currículo, pero para el responsable de la Conselleria es “una de las claves de los centros: formar la inteligencia intrapersonal y la interpersonal, es decir, las relaciones entre los alumnos o la capacidad de trabajar en equipos donde cada uno tiene un rol”. Y Ramos recuerda que “esta metodología, además de formar personas, se corresponde con el perfil profesional que busca la sociedad actual, mientras que a veces, por inercia, hemos formado para una sociedad que ya no existe”.

CÓMO EVALUAR LA EDUCACIÓN INFORMAL

  • Antonio Ramos, jefe del Servicio de Ordenación Académica de la Conselleria d’Educació de la Generalitat Valenciana, tiene claro que “los aprendizajes deben ser muchos y de calidad”. En su opinión, “cuando utilizamos metodologías activas o estructuras nuevas de la actividad, no podemos evaluar de forma tradicional, porque si enseñamos de otra forma, también tenemos que evaluar de otra forma”.
  • Ramos apuesta por las rúbricas, que “nos permiten establecer para determinados objetivos o competencias qué nivel de adquisición tiene un alumno, y son más fiables que poner un número del 0 al 10, porque detallas si en cada objetivo ese alumno está situado en un nivel de ejecución o de logro”.
  • Ramos cree que “más que nunca tenemos herramientas para evaluar bien a nuestro alumnado, y si introducimos nuevas metodologías, pero evaluamos como siempre, el alumno va a pensar que le estamos tomando el pelo, y va a pensar que todo esto es un adorno de la Educación y una moda pasajera”. Por eso, él anima a “establecer los sistemas de evaluación adecuados para esas nuevas metodologías”.
  • Para Paqui Molinero, jefa del Departamento de Ciencias Sociales del Colegio “Brains”, “en la evaluación diaria del equipo, hay que comprobar que se cumplen los roles, de forma que los alumnos hagan un diario de a bordo en el que se fijen los objetivos, y así ellos mismos realicen una autoevaluación, hagan preguntas a sus compañeros y se utilice la evaluación por rúbricas”. Ella advierte de que “un chaval que no quiere trabajar, tampoco lo va a hacer en equipo”. Por eso, es partidaria de poner una nota de equipo, pero también una nota individual. “No hay que hacerlo todo en equipo para que tampoco algunos alumnos decidan escudarse en los compañeros”, argumenta.
  • Molinero también considera que “hay que cambiar la forma de enfocar los exámenes, ya que yo no puedo basar todo el aprendizaje en retos y en proyectos, y luego pedirles las causas y consecuencias de la Revolución Francesa, pero , sin embargo, sí que puedo pedirles que me expliquen como ellos mismos llegarían a firmar un tratado internacional”. El problema, a su juicio, es que ese tipo de evaluaciones las puede hacer en muchos cursos, pero “no en 2º de Bachillerato, ya que los alumnos tienen al final la PAU donde les va a aparecer una pregunta teórica”.
  • Javier Ibáñez, director gerente del Grupo Zola Educación, explica que “en la evaluación es importante tener horizontes claros, saber el perfil que tienen que conseguir los alumnos cuando acaben el Bachillerato: multilingües, tecnológicos, chicos emocionalmente equilibrados, resilientes… Por tanto, vamos a establecer indicadores que nos permitan comprobar que los alumnos son competentes en situaciones prácticas de aprendizaje”.
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