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“Enseñar en el siglo XXI es como surfear: coge una ola, disfrútala y prepárate para la siguiente”

Brendan Spillane, educador y coach experto en comunicación, opina que hemos olvidado el fin último de la Educación: conseguir que "florezcan ciudadanos que contribuyan al progreso de nuestras sociedades".
Rodrigo SantodomingoJueves, 9 de abril de 2015
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El australiano Brendan Spillane asesora a colegios, empresas o deportistas de élite con vistas a sistematizar el camino hacia una noción de éxito flexible y personalizada. Su enfoque concede un papel estelar al diálogo, el cual, insiste, hay que drenar de prejuicios para que vuelva a fluir el río de la conversación constructiva. La última International Conference on Thinking (ICOT), celebrada en Nueva Zelanda en 2013, sirvió como puesta de largo de Spillane en esta cita bienal sobre nuevas tendencias en pensamiento y creatividad. Su ingenio y frescura le granjearon una invitación para la próxima edición del encuentro, que se celebrará en Bilbao este verano.

Muchos profesores se quejan de que la relación con las familias se ha deteriorado, en parte porque, ante un conflicto, los padres tienden a ponerse de parte de sus hijos. ¿Qué recomienda para mejorar el diálogo escuela-familia?
Es algo en lo que he volcado mi trabajo durante años: cómo conseguir que los colegios aprendan de nuevo a implicar a las familias en un diálogo provechoso. La creciente incapacidad para escuchar al otro se da también en las propias familias, donde todos parecen estar siempre ocupados y sin tiempo para conversar, y a nivel político, donde impera el cortoplacismo y unos ciclos mediáticos cada vez más breves e inmediatos. El diálogo pierde fuerza en todos los ámbitos, y esto nos impide afrontar con esperanza y optimismo nuevos desafíos. Para revertir esta tendencia, resulta clave que empecemos a humanizar al otro e intentemos dejar de lado posiciones mentales fijadas de antemano. Padres y colegios han de volver a considerarse mutuamente como aliados y no como enemigos.

¿Qué actitud comunicativa debe adoptar el profesor con sus alumnos? ¿Es realista pretender que la relación se base en un diálogo de igual a igual?
Niños y jóvenes necesitan fronteras y liderazgo. Esto no significa que no haya que escucharles, pero sin perder de vista que el alumno muchas veces no sabe lo que necesita. También es importante que el profesor responda a las preguntas que plantean los estudiantes y no las que él piensa que deberían plantear. Todo pasa por encontrar un equilibrio entre un buen liderazgo y un cierto margen de libertad. El modelo tradicional “silencio, escucha, nosotros lo sabemos todo” no tiene ningún sentido en un contexto de incertidumbre en el que hay que preparar a las nuevas generaciones para adaptarse a nuevas situaciones y a encontrar respuestas y soluciones que se antojan poco evidentes.

Supongo que el profesor ha de buscar ese equilibrio constantemente, siendo la capacidad de adaptación, en este y otros aspectos, también uno de los requisitos del docente en el siglo XXI.
Sin duda. El profesor tiene que saber que el mundo que está emergiendo nos obliga a encarar cada día como si fuera un nuevo reto y dejarse fluir. Es como si estuviera surfeando: coge una ola, surféala, disfrútala al máximo y cuando se acabe, prepárate para la siguiente.

Muchos profesores se sienten desorientados a la hora de encarar el mal comportamiento en clase. ¿Cuál es la mejor estrategia? ¿Diálogo, castigo, prevención, un poco de todo?
Mi opinión es que cuando estableces relaciones de respeto y honestidad con el alumno, los problemas de comportamiento tienden a desaparecer. La cuestión es cómo conseguimos establecer ese tipo de relación con 30 alumnos de manera simultánea. Resulta muy complejo, sobre todo ahora que muchos chavales mantienen buena parte de sus relaciones interpersonales a través de su ordenador, su iPhone, etc. Ante una situación de conflicto concreta, pienso que la mejor estrategia pasa por que el alumno comprenda las consecuencias para el otro de su mal comportamiento. Añadiría que, cuando el alumno está motivado, cuando valora lo que está aprendiendo, es más difícil que cause problemas.

Usted trabaja como coach para profesionales o líderes de distintos ámbitos (educativo, empresarial, deportivo) con vistas a alcanzar un “alto rendimiento”. ¿Qué debería significar esta idea para las escuelas?
Mi enfoque sobre alto rendimiento, también para las escuelas, se construye a partir de cinco puntos: confianza, diálogo, motivación o implicación, rendición de cuentas y entrega o consecución de objetivos. Con estas etapas como guía, se trata de que el líder y su equipo desarrollen una visión compartida y se pregunten, en sentido amplio, de qué les gustaría sentirse orgullosos en el largo plazo.

¿Y puede una escuela fijar sus propias aspiraciones cuando predomina una cultura de la evaluación que impone resultados desde arriba?
No resulta fácil. Pero vayamos un poco más allá y pensemos en los cinco puntos que mencionaba antes aplicados al sistema educativo en su conjunto. No creo que confiemos en nuestras escuelas ni que dialoguemos lo suficiente con ellas. En cuanto a la implicación de los centros, se intenta conseguir básicamente a través de los exámenes, mientras que la rendición de cuentas funciona cada vez más desde fuera y no en el seno de la escuela. Por último, pienso que hemos perdido de vista el fin último de la enseñanza, que debería ser conseguir que la gente florezca como ciudadanos que contribuyan al progreso de nuestras sociedades.

¿Debe por tanto un buen profesor trascender una idea en exceso utilitarista o técnica de la enseñanza?
Somos seres humanos, no hacedores humanos [Spillane contrapone el vocablo inglés human being a human doing]. La Educación no puede limitarse a lo que podemos hacer para la economía del país. El ser humano respira, ama, teme, se preocupa, tiene una dimensión psicológica, una naturaleza social. España y Australia necesitan personas sabias a todos los niveles que aporten cosas diferentes, acepten al otro, se hagan preguntas…

Antes hablaba del riesgo que implica el que los jóvenes se relacionen cada vez más mediante máquinas. He leído también que se muestra muy crítico que la noción de multitarea. Sin dejar de lado las grandes oportunidades didácticas que ofrece la tecnología, ¿debería la escuela fomentar el contacto humano y la atención reflexiva, servir de contrapeso a esta especie tecnomonopolio en que vivimos?
La tecnología es una herramienta: muy útil si se utiliza bien, dañina si se utiliza mal. Respecto a la multitarea, pienso que la ciencia se ha encargado de demostrar que no es más que un mito, y que lo que hacemos en realidad es dividir nuestra atención entre varias tareas. Si pedimos a los chavales que dividan constantemente su atención, esto tendrá unas consecuencias que aún no somos capaces de entender. Pienso además que un exceso de realidad digital socava la empatía, ya que saca al individuo del mundo social en el que vive. Mi opinión es que no deberíamos exponer a nuestros jóvenes a comportamientos de cuyos peligros no somos todavía conscientes.

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