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Una dosis recomendable de aburrimiento

Por José Mª de Moya
Martes, 14 de abril de 2015
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Hace unas semanas, Guillermo Cánovas, especialista en jóvenes y tecnologías, escribió en su blog kidsandteensonline una entrada que va por el centenar de comentarios, lo que hace suponer que lo que cuenta nos pasa a muchos. El artículo se titula “Mamá: no puedo parar los pensamientos que me llegan a la cabeza”, que fue, tal cual, el comentario que una niña de 5 años y en estado de agobio hizo a su madre de camino a un cumpleaños. Ser incapaz de parar la mente es algo que nos resulta cada vez más cotidiano y que frecuentemente precipita en estados de ansiedad, estrés… Es la generación de la dispersión, sobreestimulada y que ha perdido capacidad para el asombro, en palabras de Catherine L’Ecuyer.

Según Guillermo Cánovas, “nos encontramos ante la generación más sobreestimulada de toda la historia de la Humanidad (…). Hoy, cualquier niño de 10 años de nuestro entorno ha recibido muchísima más información que cualquier otro homo sapiens de los que han pasado por aquí en los últimos 40.000 años”. Gigas de estímulos amontonados en las mentes de nuestros pequeños sin el espacio, sin el aire que requiere una habitación bien amueblada. Esa necesidad ansiosa de ir solapando planes: “Papá, ¿qué hacemos ahora?”, diez segundos después de haber terminado la peli o de volver de casa de la abuela. Por Dios, un respiro para los agotados progenitores pero, sobre todo, para unas criaturas que necesitan aburrirse, pararse, calmarse.

Pero, ¿quién puede aburrirse con tanta necesidad como nos hemos creado de motivación para todo? Otro día hablaré de un estudio que acaba de presentarse y que desmitifica el poder mágico de la motivación del alumno… Motivar ayuda, pero tampoco es la panacea. Dice Cánovas que “si un niño se aburre y desea actuar tendrá que terminar encontrando o creando sus propias motivaciones. Tendrá en definitiva que automotivarse. Y no les quepa duda de que lo hará”. Si tú, profesor, mamá o papá, lo haces por él sobreestimulándole a base de extraescolares, de planes de fin de semana, de clases hiperdinámicas con vídeos, audios, animaciones y maestro acelerado acabarás por saturarle, agobiarle e impedirle que se desarrolle a su ritmo y de forma autónoma.

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