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“La excelencia educativa es todo lo que hace florecer lo mejor de una persona”

Entrevistamos al escritor, experto en liderazgo y emprendedor Álex Rovira. La confianza, la generosidad y la cooperación son algunas de las premisas de este idealista que defiende "la utopía como medio para avanzar". Sobre el aula asegura que “lo importante es comprender al alumno, el alma: la psicología”.
Gema EizaguirreMartes, 1 de marzo de 2016
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Experto en psicología de liderazgo, sus libros La brújula interior y Palabras que curan han sido bestsellers. Aunque sus publicaciones no se centran en la Educación, sirven a todos para tratar “la labor de orientar, de descubrirnos y de descubrir al otro”, explica Rovira.

¿La escuela debe dedicarse a formar líderes?
Creo que más que educar en liderazgo, se tendría que abordar desde una perspectiva más amplia. Liderazgo es una consecuencia, no es tan importante. Lo importante es comprender cómo funciona el niño, es comprender el alma… es la psicología. Por lo tanto creo que la gran asignatura pendiente es la formación psicológica que deben tener las personas que ejercen la Educación y la formación. Así podrá comprender desde los procesos de comunicación hasta el potencial de la persona. Lo importante es la inteligencia psicológica.

¿Esto lo ha experimentado en su contacto con educadores?
Sí, y yo como educador también. Aunque yo me centro en la Educación de adultos lo comparten otros formadores. Porque una cosa es que tú sepas impartir una disciplina determinada, un contenido y otra es la habilidad para conectar. En relación con la palabra nos han enseñado solo dos habilidades, que son leer y escribir, pero no nos han enseñado ni la de escuchar ni la de hablar. Y la palabra supone esas cuatro habilidades: leer, escribir, escuchar y hablar. Entonces, ahí estaría la cuestión. Saber escuchar, no solo con el oído, sino de forma integral. Y esto pasa por nuestra mirada, a través del contacto físico, de la presencia silenciosa. Y no me refiero a la oratoria, sino a la capacidad de conectar con el otro, de comprender al otro y de hacernos comprender.

¿Qué es la excelencia educativa?
Todo lo que tenga que ver con que las personas que tienen la responsabilidad de acompañar a un ser humano en su proceso de humanización sepan hacer florecer lo mejor de esa persona, desde la disciplina, pero también desde la alegría, desde el placer, desde la curiosidad… Ese recuerdo de su mejor maestro, que puede ser el profesor, el tío, la abuela o el hermano mayor.

¿Crear un vínculo?
Claro, al final hay una vincularidad afectiva muy potente, porque eran personas por las que nos sentíamos amados y, a la vez, nos enseñaron a amar. No puede haber herencia si no va vinculada a enseñar a amar. Y ¿qué es amar? Son tres cosas: la voluntad de comprender al otro (un nivel mental), segundo, cuidar y, tercero, inspirar y acompañar para que el otro pueda crecer y desarrollarse, incluso llegar a ser más de lo él mismo había soñado.

En la actualidad tendemos a dividir mucho la labor de los profesores, que enseñan conceptos, y la de los padres, que lo hacen más desde el cariño.
El desarrollo pasa por educar y formar. La escuela debería tener una acción formativa con un complemento de la acción educativa, y en el hogar debería ser esa Educación acompañada de la formación. La trenza entre las dos llegará a que la persona se pueda educar y formar.

¿Y cuando eso no sucede?
Cuando eso no se produce, podemos tener a una persona eventualmente educada y mal formada, o formada y muy mal educada, que por desgracia es lo que tiende a abundar más. Pero las dos son necesarias y es responsabilidad, sobre todo, de los padres. Estos muchas veces delegan esa formación en los colegios, adoptando una posición excesivamente cómoda.

También se puede deber a los horarios laborales.
Llevamos un desfase horario y tenemos unas pésimas políticas de conciliación que provocan baja productividad, no disponer de tiempo y unos horarios nefastos para la estructuración de las comidas y el ocio. Tenemos mucho trabajo por hacer en este aspecto, pero parece que estamos enquistados en “el día de la marmota”.

¿Los informes PISA y similares ¿cómo hay que interpretarlos?
Son indicadores. A partir de ahí hay que analizar la letra pequeña y ponerlos en el contexto cultural junto a otros estudios. Al final, la señal más alarmante que he visto en este tipo de estudios de Educación es la que muestra el fracaso escolar, al ser una cifra realmente alta.

En sus libros resalta la necesidad de potenciar la confianza. ¿Cómo lograrlo?
Sí, la confianza, necesariamente nace del respeto y también del afecto y la intimidad. La confianza es algo que se conquista. Como atributo humano, al margen de otros en los que observar evolución, la confianza no admite grados; o confías o no confías. Es un trabajo sistémico. El maestro tiene que ganarse la confianza del alumno a través de la manera de acercarse a él, de cómo hace pedagogía, de la capacidad de afecto que le muestra…, y también del rigor, de saber poner límites y de hacer respetar su autoridad. También intervienen los padres, y si ellos respetan o desprecian la figura del maestro. Por tanto, no es algo que quede en el ámbito maestro-alumno, sino que tiene que haber un trabajo sistémico. Como dice José Antonio Marina: es una tribu la que educa a un niño.

¿Existe un desprestigio del docente?
Tengo un profundo respeto a los docentes de mis hijos. Ellos han ido a la escuela pública y, para mí, la función del educador me debe un respeto reverencial, al igual que la del policía o la del médico, que atiende a mis padres ancianos. En ese sentido creo que depende del sujeto. Además, debería ser el Estado el que hiciera respetar la figura de los maestros y su autoridad. Hacer pedagogía, a través de programas y de divulgación, en los que se subraye la importancia. El futuro se está construyendo ahora, a partir de lo que nuestros hijos están aprendiendo y estudiando. No puede haber una evolución en una sociedad sin una cultura que la sostenga, y los difusores de ella son los maestros.

Y la Educación, ¿está realmente inmersa en una crisis?
Estamos en un momento de crisis global, la crisis económica es una crisis de valores, de conciencia. En el futuro, o planteamos nuevos modelos de vida y de convivencia o esto no será sostenible en muchos sentidos. Lo que no cambiemos por convicción, lo cambiaremos por compulsión o por obligación. Tarde o temprano tendrá que cambiar, porque el sistema no se podrá sostener.

¿Qué camino debemos emprender?
Creo que todo está inventado, pero veo muchas bondades en las socialdemocracias del norte de Europa: Dinamarca Suecia, Noruega… No solo la referencia en Educación, sino en solidaridad, la distribución de la riqueza, la gestión de lo público. Nos queda mucho por aprender de ellos.

¿Hacia dónde va la Educación del futuro?
Hemos visto grandes cambios: pasamos del método prusiano de contenidos definidos y alumnos homogéneos, y vemos que irá más a la Educación de grupo, donde los estudiantes tendrán más protagonismo. Se emulará más el funcionamiento de nuestro cerebro, que es sistémico y no compartimentado, como ya lo hacen en Brasil, a partir del modelo de Ricardo Semler o los jesuitas, que están introducción métodos revolucionarios sin exámenes y sin asignaturas.

¿Vamos hacia una Educación colaborativa?
Estoy seguro de que por ahí vamos a ir; por ahí debemos ir, porque va a ser una réplica de lo que en el futuro necesitaremos como especie. Compartir, colaborar… eso se puede introducir en el sistema educativo. Será un proceso, como todo, pero en la medida en que está funcionando y que otros quieren replicarla, vendrá otra generación de educadores con unos nuevos protocolos y procesos de transmisión del conocimiento y sabiduría a las nuevas generaciones. Pero ante todos estos retos, lo fundamental es tener una visión de lo que queremos ser en el futuro.

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