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PISA 2015: Guía para una lectura moderada

Miércoles, 14 de diciembre de 2016
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El Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes se inició en el año 2000 ya con la participación de España como miembro de la OCDE, pero sin muestra significativa de ninguna comunidad autónoma y con poca repercusión mediática.

En el año 2003 por primera vez amplían muestra representativa de sus centros las comunidades autónomas de País Vasco, Castilla y León y Cataluña, en ese momento esa participación era considerada por muchos como un esnobismo de quienes pretendían ser diferentes y aparentar. En 2009 ya fueron 14 las regiones participantes, el proceso era imparable.

Por primera vez en 2015, todas las comunidades autónomas españolas amplían muestra para tener resultados representativos a nivel regional. Por tanto, muchos han cambiado de opinión.

Siempre ha existido una crítica de fondo en que el organismo generador de un informe educativo comparado fuera la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), para algunos es sospechoso de origen porque entienden que la Educación no se puede mercantilizar y, por tanto, de no existir nexo de principio que lo una, a posteriori nada puede tener una conclusión aceptable.

Claro que afirmaciones como las de Irwin Kirsch, director del Center for Global Assessment (Educational Testing Service USA), de que el estudio PISA se ha convertido en la principal referencia de evaluación externa internacional en la actualidad, parece que nos debe hacer tener una confianza parecida a la de todos los países que participan.

Evaluarse comparativamente es referenciarse y la consecuencia de ello no debe ser solamente copiar o trasponer medidas exitosas, la idiosincrasia necesariamente es propia y las soluciones también lo deben ser.

En otras ediciones había países que salían bien en la foto fija, pero cuando se leía en profundidad sus resultados se observaba que presentaban por ejemplo una gran variabilidad entre centros “buenos” y “malos” y eso empaña de inequidad el logro.

Asimismo, en otra escala, comunidades autónomas españolas con una inversión mayor por alumno no alcanzan resultados similares a otros con menos gasto público, otras explicaciones en profundidad referidas a eficacia y eficiencia son necesarias y deben ser dadas.

La relación coste-beneficio por territorios en España es de una variabilidad sorprendente y debe ser analizada en profundidad en esta edición para asegurar futuras convergencias, es básico para conseguir reducir las diferencias regionales que lastran el progreso educativo de España. La financiación debe ser correlacionada con indicadores de resultados aunque no todos de orden académico estricto, ya que los referidos a los aspectos socioeconómicos de origen de los alumnos condiciona resultados hasta el punto que PISA cruza esta variable y debe ser observada con detenimiento ya que a España y sus CCAA les afecta especialmente.

La demonización de los que salen mal, así como la exaltación de aquellos que salen bien en los fríos datos iniciales, debe ser expresada con extrema prudencia y proceder a posteriores lecturas sosegadas de todas las variables que correlacionan, que por ellas mismas no hacen portada mediática, pero que realmente son las que aportan conclusiones significativas de causas posibles.

En todo caso deberíamos preguntarnos qué hemos aprendido si en ediciones anteriores ya hemos vivido lecturas del informe que resaltaban que entre la peor y la mejor comunidad autónoma española había más diferencia que entre el mejor y el peor país de Europa, ¿cómo hemos reaccionado ante ello?

No debemos conformamos con el hecho constatado, también en otras ediciones y nuevamente, de que la variabilidad en España es de intracentro y por tanto las diferencias no son entre colegios sino entre niños del propio centro. Y es la mejora de esos alumnos que tienen dificultades, y que están en todos los centros, una de las causas principales de la mejora de los datos actuales.

Precisamente estos estudiantes que promocionan por imperativo legal o que directamente repiten, son los que significativamente tienen más impacto en los resultados. Hay que identificarles, ya que es clave de la mejora futura, son mucho más que un porcentaje significativo, y no debemos abandonarles a un futuro desolador.

En el polo opuesto pero también con una falta de atención suficiente se encuentra un déficit evidente del porcentaje de alumnos que deberían encontrarse situados en los niveles de resultados excelentes, también con diferencias intrarregionales, pero todavía con un margen general de mejora muy alto de nuestro país. He aquí otra de las claves estratégicas en las que actuar, en ambos colectivos mencionados no habrá mayor igualdad de trato que ofrecerles lo que necesitan, que desde luego no es lo mismo.

Los resultados PISA 2015 son alentadores en su comparación con los del 2012, con una mejora estimable en compresión lectora que nos sitúa por encima de la media de OCDE, y un ligero empeoramiento en ciencias que encuentra consuelo en la mejoría de dos puntos en matemáticas.

La realidad es que ya estamos ahí, hablando del entorno de la media, mientras que antes mirábamos desde abajo con distancia. Cierto es que también las medias de la OCDE han descendido ligeramente de esta edición a la anterior, pero lo importante es la tendencia al alza que demostramos y la pregunta es qué deberíamos hacer para mejorar el crecimiento, qué hitos de mejora marcarnos, que aunque sean lentos debemos procurar que sean seguros para que sean estables.

PISA ha supuesto un aire democratizador para la Educación mundial, ya que ha entregado a los ciudadanos una parte importante del conocimiento de cuánto pueden valer, en términos comparados, sus sistemas educativos. Lo cual antes solo estaba en manos de los expertos que lo custodiaban como un tesoro.

La comparación internacional ha posibilitado la puesta en valor de las decisiones estratégicas de los gobiernos y convierte a la Educación en una inversión estratégica a largo plazo que beneficia, o perjudica, a sus ciudadanos; destapando a aquellos que solo piensan en el corto plazo electoral y sus palabras grandilocuentes que no se reflejan finalmente en nada sustancial.

PISA no debe ser un escaparate final y completo, ni de triunfos ni de vergüenzas de los políticos y administradores educativos, ya que no enseña el todo de los sistemas educativos. Los resultados básicos pueden ser buenos pero estar tomando decisiones poco justas socialmente, por ejemplo analizando los resultados de los repetidores de curso, sus resultados aislados presentan diferencias significativas por países, lo cual nos indica acciones terapéuticas muy diferentes e incluso inexistentes.

Se puede salir relativamente mal y estar tomando decisiones sensatas para un progreso de futuro, como puede ser invertir en una mejora generalizada de los centros educativos en aspectos logísticos como las infraestructuras, con una progresión más lenta debido a la magnitud y de efecto a más largo plazo. El resultado presente es expresión de las decisiones de años atrás, no de lo que se pueda decir ahora, es demostración del hacer constante, no del decir coyuntural.

El sistema educativo español se compone principalmente de 17 administraciones educativas regionales con diferencias muy notables entre ellas; de hasta el doble de inversión por alumno, de diferencias significativas en número de alumnos por profesor, de diferencias estimables de requisitos y umbrales para obtener ayudas y becas al estudio, con diferencias salariales por territorio de los profesionales de la Educación, en definitiva se podría pensar que tenemos más diferencias que similitudes. La existencia del Ministerio de Educación debe dar garantías a la mejora de todos los alumnos españoles.

Los datos PISA 2015 vienen a demostrar que esas diferencias entre CCAA se profundizan parcialmente, reduciéndose en lectura e incrementándose en matemáticas y ciencias. He aquí la clave de en dónde se debe situar la estrategia futura para la mejora de nuestro país, en la reducción de las diferencias regionales y para ello deberían arbitrarse las medidas necesarias, que desde luego pasan por la solidaridad territorial y la conciencia de la Educación como objetivo estratégico de Estado y por ende en muchas renuncias a personalismos y meritoriajes.

Cuando los otros 71 países evaluados leen los resultados de España solo ven a España, otro país como ellos, en realidad lo que somos, ni más ni menos. Ya que nos importa tanto ver a los demás países, no deberíamos olvidarnos de cómo nos ven ellos a nosotros.

O mejoramos todos o todos empeoraremos, dará igual ser la mejor que la peor comunidad autónoma española.

Fernando Sánchez-Pascuala es pedagogo

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