Y si con 13 años no lee...
No hay recuerdo más difuso y a la vez más penetrante que las primeras lecturas que un niño escucha en la cama
antes de dormir. Ese ronroneo que nos envuelve sin comprender exactamente el mensaje que contiene pero que,
de alguna manera, queda en la retina de la memoria por siempre.
Autor: NAYRA SUÁREZ GUIMERÁ
Los cuentos narrados en nuestra infancia son el primer paso para lograr que nuestros hijos adopten un hábito tan saludable y hermoso como el de la lectura. Sin embargo, cuando creemos que el gusto está adquirido, alcanzan una edad en la que sus vidas comienzan a llenarse de tareas y responsabilidades que antes no tenían, lo que conlleva que los libros queden arrinconados y en último término.
No debemos permitir que llegue esta situación, pues la recuperación del placer de la lectura será complicada. La labor de los padres es pretender que los libros se conviertan en una vía de descanso y diversión en la vorágine de sus nuevas vidas, lograr que encuentren entre las páginas un mundo mágico que les transporte a mundos más allá de los conocidos.
La edad quizá sea crítica, ya que la adolescencia se acerca y la cabeza se centra en otros aspectos, como las amistades, los cambios físicos y los nuevos intereses. Es aquí donde los padres deben estar atentos y ser cuidadosos. Si el niño se muestra poco interesado por la lectura, a pesar de ver en casa libros pululando del salón al dormitorio, ellos deben saber que sus hijos tienen que encontrar su espacio, su mundo propio.
Así, si nuestro hijo tiene algún interés en particular, ya sea el deporte, la astronomía o las plantas, los libros que lea deberían tener alguna de sus aficiones como tema principal. De esta manera se sentirán parte de un microcosmos del que serán los máximos protagonistas.
ALGUNOS EJEMPLOS
De este modo, libros como el recientemente publicado por Anaya, ¡Polizón a bordo!, de Vicente Muñoz Puelles, sirven para introducir a los jóvenes en la historia de nuestro país, a interesarse por un período ya lejano para ellos como pudo ser el descubrimiento de América. Pero si este nos parece un tema demasiado serio, otras obras como El río que se secaba los jueves, de Víctor González, nos introduce en el buen humor a través de historias sencillas e ingeniosas, muchas veces muy cortas, para pasar y pensar un buen rato. Si no, clásicos como Momo, de Michel Ende, (ed. Alfaguara) servirán siempre para dejar volar la imaginación y comenzar a apreciar los aspectos positivos de la vida. Y, por seguir por los libros que, si enganchan, tienen mucho para seguir leyendo, nada mejor que clásicos como El pequeño Nicolás, de René Goscinny, las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis o la introducción a Tolkien que es El hobbit
INTERACTÚA CON ELLOS
Igualmente los padres pueden practicar con sus hijos juegos estimulantes como la experiencia de compartir el inicio de cada libro, adivinar la lectura. Es decir, que al comenzar la lectura ambos propongan un final, siempre diferente entre ellos. De esta manera, los hijos se sentirán motivados para descubrir quién tuvo razón e intuyó el final y sentirán un pequeño triunfo.
Asimismo, libros con finales abiertos, en los que según la elección que tome el lector el libro terminará de un modo u otro. La intriga se despierta en los chicos y desarrolla la imaginación, el arma más poderosa del ser humano. Se trata así de un camino lento pero mágico, a la vez que determinante para que nuestros hijos se conviertan en futuros y ávidos lectores, en personas que vean en las páginas mundos alternativos y consigan vivir en paz consigo mismos y tengan presente que siempre que quieran podrán adentrarse por la ranura de la literatura para seguir soñando
CONSEJOS PRÁCTICOS
– No hagas que los libros no sean un regalo exclusivo de los cumpleaños y fiestas señaladas, sino algo espontáneo que viene sin más. Así no lo verán como un sustituto de otro juego, sino como un estímulo cuando menos lo esperan.
– Intenta que los momentos que tu hijo considera de descanso, de diversión propia, vengan acompañados de libros, sean cómplice de su mundo interior, con personajes que cobren vida cuando meriendan o juegan.
– Si notas que da muestras de desidia y abandono, reconquístalo con obras muy vistosas, de nuevo con ilustraciones atractivas. Nada mejor que los cómics para que el niño o niña se enamore de los personajes, los haga suyos y viva al límite sus aventuras. De este modo las historias cortas no le agotarán y serán siempre algo novedoso.
– Existen libros muy didácticos que aúnan el placer de la lectura con el aprendizaje, ya que desarrollan de modo ameno su interés por materias que en el colegio no le gustan mucho o le parecen difíciles, o también incentivarán su pasión por las que más le gustan y mejor se le dan.
– Aprender jugando y leyendo es ideal para que no tenga «manía» a los libros por relacionarlos con obligaciones. Una ejemplo interesante es el libro ilustrado de Jason Shiga, Fleep, cuyo personaje es un apasionado de las matemáticas y las estadísticas.