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Acuerdo por la Transformación Educativa

Miércoles, 15 de febrero de 2017
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La Comunidad de Madrid se ha marcado como objetivo la firma de un Acuerdo por la Transformación Educativa. Llegar a acuerdos está muy bien, pero ¿para transformar la Educación en Madrid? La RAE define “transformación” como “hacer cambiar de forma a alguien o algo” o “transmutar algo en otra cosa”.

La Comunidad de Madrid ha obtenido una vez más buenos resultados en el Informe PISA realizado en esta ocasión en el año 2015. Era previsible, puesto que las políticas puestas en marcha años atrás han demostrado su eficacia y los sistemas educativos funcionan por inercia, es decir que los resultados no mejoran de manera inmediata ni empeoran tampoco de golpe.

Lo curioso es que en ese contexto y ante la expectativa de unos resultados similares a los de PISA 2012, la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid decidiera poner en marcha un Acuerdo con las fuerzas políticas y sindicales para promover una transformación educativa.

El tema suscita interés por varios aspectos de cierta relevancia, uno relacionado con el objetivo, otro con el propio acuerdo y un tercero con el procedimiento seguido.

La búsqueda de cualquier acuerdo es loable, y si el objetivo fuera un “Acuerdo por la Mejora Educativa de la Comunidad de Madrid” habría poco que objetar. Pero la dificultad estriba en llegar a un acuerdo entre quienes tienen la obligación de defender y de mantener las políticas de éxito que se han desarrollado a lo largo de los últimos años y de cuyos resultados se benefician, los que llevan años luchando contra esas políticas, es decir, los que de verdad quieren transformar el sistema, a cualquier precio, aún a riesgo de empeorarlo y los que, contrarios a este último planteamiento, tan solo desean que se sigan mejorando aspectos del sistema educativo. Se trata pues de un Acuerdo bastante difícil de lograr salvo que alguien renuncie a sus principios.

La propuesta de alcanzar un Acuerdo por la Transformación Educativa es, como indica el propio borrador del documento hecho público, una manifiesta voluntad de transformar la Educación madrileña. Pero ante unos resultados educativos como los obtenidos, surgen dudas sobre el conocimiento de la realidad madrileña por parte de los autores.

Los resultados educativos son consecuencia de políticas educativas y si éstas sitúan a la Comunidad de Madrid al nivel de los mejores países de la OCDE, se puede querer seguir mejorándola, ¿pero eso se consigue transformándola? ¿No se corre el riesgo de empeorarla?
Sería interesante conocer los estudios y análisis previos a la propuesta; el tipo de transformación que se propone; la justificación para transformar lo que funciona.

Si se trata de destejer para volver a tejer, lo segundo es bastante más complicado.

Las palabras tienen a menudo más fuerza que los hechos. Mucho es de temer que quien haya tenido la ocurrencia de “transformar” la Educación madrileña haya cometido un grave error y es de esperar, por el bien de los alumnos madrileños que, aunque todo es mejorable, la iniciativa se reduzca a un intento de mejora puntual de ciertos aspectos del sistema educativo madrileño que requieren especial atención.

Los recientes resultados de estudios sobre el bilingüismo que acaba de publicar la Comunidad de Madrid, y que son positivos, deberían hacer ver que más que “transformar” el programa bilingüe, lo que hay que hacer es atenderlo adecuadamente, modernizarlo y tratar de mantener el máximo nivel de calidad. Lo mismo ocurre con otras áreas sensibles del sistema, cuya modificación no puede más que producir efectos negativos a medio plazo.

El procedimiento seguido para la elaboración del Acuerdo por la transformación educativa llama la atención por su extravagancia y por la “transformación” que sufre a lo largo de su desarrollo. Como punto de partida se recurre a un documento poco conocido titulado Innovating Learning: Key Elements for Developing Creative Classrooms in Europe, no traducido al español, que forma parte de un estudio más amplio sobre Up-scaling Creative Classrooms in Europe, del Proyecto Scale CCR que tiene los siguientes objetivos:

–Definir y clasificar innovaciones TIC para el aprendizaje.

–Desarrollar el concepto de Aulas Creativas y los parámetros de referencia para una iniciativa piloto.

–Identificar y analizar estrategias de implementación de algunas innovaciones TIC para el aprendizaje eficaces a nivel del sistema.

–Proponer recomendaciones para el posterior desarrollo de CCR en Europa.

Se trata pues de un informe cuyo objetivo es proporcionar a responsables políticos en materia educativa, a interesados y a profesionales, un adecuado conocimiento de la innovación TIC para el aprendizaje. Además del misterio que rodea a su elección como documento de trabajo para el acuerdo, resulta difícil establecer su relación con unas pretendidas bases para un pacto educativo. Llama la atención que se hayan realizado grupos de trabajo sobre los ocho temas del citado documento, desplazando incluso a expertos desde otras comunidades, y que el resultado del documento final sean 10 ejes que poco o nada tienen que ver con los ocho iniciales. Es sin duda un buen ejemplo de gestión de la transformación.

El borrador de Acuerdo, con sus 10 ejes, sus 37 objetivos y 93 actuaciones se asemeja a un Plan de mejora, como tantos que se han elaborado a lo largo de la historia, cuyo contenido son declaraciones de buenas intenciones con las que nadie puede estar en desacuerdo, válidas para cualquier Administración educativa. Los temas que aborda son los mismos de siempre y, su desarrollo, si es que se realiza, generará resultados positivos en unos casos y negativos en otros, aunque sin aportar nada nuevo. ¿Alguien puede subrayar alguna propuesta nueva u original que pueda generar alguna transformación en el sistema educativo? La lectura del texto del acuerdo deja poco margen a la esperanza.

Xavier Gisbert es catedrático de instituto

 

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