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“La fe en la Educación para cambiar un pueblo es el pensamiento de Poveda”

Margarita Bartolomé explica la vida de san Pedro Poveda, sacerdote, pedagogo y escritor dedicado a la mejora e innovación de la Educación en España en unos tiempos convulsos como fueron los del primer tercio del siglo XX.
Paulino ArguijoMartes, 23 de mayo de 2017
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Margarita Bartolomé Pina es doctora en Pedagogía por la Universidad de Barcelona, catedrática de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación, y profesora emérita del mismo Departamento en esa Universidad. Coordina la edición crítica de los escritos de Pedro Poveda, Ensayos y Proyectos Pedagógicos, obra de la que Narcea publicó, el año pasado, el Volumen II.

Pedro Poveda conoce una de las etapas más convulsas de la historia de España: desde la pérdida de las colonias ultramarinas al comienzo de la Guerra Civil. ¿Influyó de algún modo en la formación de su pensamiento?
Sin duda. Precisamente, una de las claves de su pedagogía es su capacidad para estar atento a la realidad, para descubrir lo nuevo, para comprender por dónde pasa la llamada de la historia, sin dejar de percibir las necesidades socioeducativas de quienes estaban a su lado e intentar encontrar una respuesta.

¿Cómo fue su vida?
Su vida transcurre desde 1874 a 1936. En ese tiempo, Europa vive profundos cambios. Poveda vive todo esto desde una España en plena transición a la modernidad. España se plantea críticamente sus formas de vida y su modo de pensar. Pero frente al pesimismo de algunos intelectuales, otros buscan las claves educativas que lleven a una real transformación social. “El problema de regeneración de España –afirmaba Joaquín Costa– es pedagógico tanto o más que económico y financiero y requiere una transformación profunda de la Educación nacional”.

¿Este era el pesamiento de Poveda?
A esto se dedicó Poveda. Su mirada al momento presente, sin olvidar las necesidades cercanas, le llevó, apenas ordenado sacerdote, a crear escuelas para la población que vivía en las cuevas de Guadix, en un estado de profunda exclusión y abandono. Poveda vinculará para siempre en su vida acción social, evangelización y Educación. Posteriormente, se pone en contacto con numerosos grupos de intelectuales –entre los que sobresale la Institución Libre de Enseñanza– y de educadores; se dedica al estudio de las ciencias pedagógicas que estaban emergiendo.

¿Qué es lo que buscaba Poveda?
A partir de un análisis crítico, busca alternativas que abran el camino a la democratización de la Educación, que reivindiquen la figura del educador y un plan de formación del profesorado que les permita articular el progreso científico, la competencia profesional y un cristianismo auténticamente vivido. Escribió numerosos proyectos y comenzó por llevar a la práctica lo que había ideado con la creación de unos originales centros educativos para la formación inicial y permanente de los educadores.

¿Cuál fue la esencia de su pen­­samiento pedagógico?
En primer lugar, hay que hablar de su fe en la Educación como un medio insustituible para la transformación de un pueblo. Su propuesta educativa hunde sus raíces en un humanismo cristiano, respetuoso y tolerante con los demás pero exigente consigo mismo. La Educación que propone se centra sí, en la persona, pero ésta no puede construirse sino desde una red muy densa de relaciones humanas tejidas en un ambiente familiar.

¿Y el papel de las mujeres?
Hacia el final de su vida llega a sintetizar su propuesta. “Yo os pido un nuevo método, unos procedimientos tan nuevos como antiguos inspirados en el amor”. Una Educación que es para todos y ha de llegar a todos. “Procurad, por todos los medios que estén a vuestro alcance, prodigar el beneficio incomparable de la Educación a todos los hombres”. ¡Hombres y mujeres! Porque son especialmente estas últimas, un colectivo emergente, las que responden con mayor entusiasmo a la propuesta educativa de Poveda. Incidirá especialmente en aquellas que, desde su vocación pedagógica, deseaban articular la vida de fe y el progreso cultural y científico; el trabajo profesional y el compromiso social; la vida familiar y la apertura al espacio público de una sociedad en cambio.

Esto es todo un ejemplo de evolución.
El aprendizaje que requiere ese proceso supone una apertura al mundo intelectual. “La colectividad y el cambio de impresiones y de iniciativas hacen surgir estímulos y desa-rrollar energías que existen”. Claro que se trata de despertar esa dinámica: una biblioteca bien surtida, paseos, visitas a museos y excursiones, elaboración de proyectos, propuesta de certámenes, donde, desde un estudio y una investigación serios, es posible compartir. Y una revista para comunicar esa vida y ese pensamiento. Después vendrá la participación en congresos nacionales e internacionales, la publicación de libros y artículos, el acceso a puestos de relieve en plataformas públicas. Todo desde un sueño que se comparte y que, para Poveda, adquiere una importancia extraordinaria en cualquier proyecto educativo.

La Educación es un campo controvertido en el que han confluido corrientes muy diversas, a veces de modo violento. ¿Cómo explicaría ese choque ideológico?
Posiblemente porque, con frecuencia, no se acepta un diálogo respetuoso como medio habitual de tratar el tema educativo. Poveda, no hay duda, vivió en un ambiente fuertemente polarizado, donde la fe se veía incompatible con la modernidad y el progreso. Mientras la élite intelectual se involucró activamente en la enseñanza dando al movimiento secularizador un aire académico y universitario, las clases populares vinculaban más la Iglesia con los grupos de poder y de bienestar económico.

La opinión pública hacia la Iglesia no era positiva.
Era visible le presencia oficial de la Iglesia en las Cortes o en círculos cercanos a la Monarquía. Se vinculaba también con la escuela privada burguesa, mientras se hablaba de la escuela pública como “escuela de los pobres” y escuelas populares como escuelas anarquistas. Estas identificaciones no eran siempre reales, pero el imaginario colectivo funcionó de esa forma. De ahí que el proceso de secularización provocase enfrentamientos entre grupos católicos y los partidarios de una Educación laica. Las reacciones anticlericales, de gran radicalidad, condujeron a una acción cada vez más violenta.

¿Cómo ha evolucionado esa opinión ahora?
Hoy estamos en mejores condiciones para hablar de una laicidad, normalmente tolerante y respetuosa –salvo excepciones– que garantiza el pluralismo y la libertad crítica de creyentes y no creyentes en los procesos educativos. Entre todos debemos intentar avanzar en la construcción de proyectos más humanizadores, con metodologías más innovadoras.

¿Qué ha permanecido de su pedagogía?
La pedagogía de Pedro Poveda está construida para tiempos difíciles. Por eso creemos que sus claves pedagógicas siguen teniendo vigencia hoy. Poveda creía que una estructura de apoyo fundamental era la creación de ambientes educativos, ricos en relaciones humanas, que hicieran posible esa relación de ayuda que, en un mismo movimiento, aspira a servir a cada persona y a la sociedad.

¿Cuál sería su deseo para la sociedad actual?
En este momento nos animaría a trabajar con “ideas rompedoras”, a buscar nuevas estrategias que favorezcan el crecimiento de la gente. Pero, sobre todo, a ser personas abiertas a los problemas de la comunidad, capaces de confiar en los demás, “no dando por fracasado lo que aún no se ensayó”. Y que ponen, desde una fe comprometida, estudio, investigación y cultura al servicio de la vida de los más frágiles.

¿Cómo funciona la Institución Teresiana en el presente?
La Institución Teresiana, asociación internacional de laicos, fundada por Poveda, continúa la misión de trabajar desde esas coordenadas. Contribuye a la promoción humana y social a través de la mediación cultural y educativa, en entidades públicas y privadas. En torno a la asociación alientan movimientos de educadores y agentes sociales en diversos países, algunos de ellos muy potentes.

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