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Miguel Ángel Sancho, presidente de Oidel-Europa: “El derecho-prestación en Educación es indisociable del derecho-libertad”

Miguel Ángel Sancho, hasta hace unos meses presidente de Fomento, ha pasado recientemente a presidir Oidel-Europa. Oidel es la Organización Internacional para el Desarrollo del Derecho a la Educación y de la Libertad de Enseñanza, y agrupa a 51 países de los cinco continentes.
Miércoles, 29 de mayo de 2002
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Oidel fue creada en 1985 por un grupo de políticos, expertos en Educación y promotores de centros educativos, y actualmente está dotada de estatuto consultivo ante la ONU, la Unesco y el Consejo de Europa, además de colaborar con la UE y numerosas ONG.

—Entonces, tú eres presidente de Oidel Europa…
—Sí, Oidel Europa soy yo, podríamos decir. Pero por encima, hay un comité ejecutivo, que es el que gobierna toda la organización internacional, en el que hay gente de bastantes nacionalidades y en el que hay representadas muy diversas tendencias, como el jefe de la Iglesia protestante de Holanda; la señora Soares como presidenta de una fundación portuguesa que patrocina iniciativas educativas y sociales;o antiguos ministros de Educación de diversos países europeos, ex diputados franceses, etc. Siempre gente que ha tenido una sensibilidad especial en temas educativos.

—En España se ha pasado de una red privada subsidiaria de la pública a una donde ambas redes conviven en igualdad de condiciones. En Holanda es la pública la subsidiaria. Desde el conocimiento de Europa que tienes, ¿cual es el modelo de colaboración, de relación al que se tiende entre el modelo público de enseñanza y el modelo privado?
—Desde el observatorio de Oidel Europa –estos temas los tratamos en una reciente comisión permanente, en Ginebra– lo que se ve es sobre todo una mayor flexibilidad entre ambos sistemas. ¿En qué sentido? En que se contempla tanto la posibilidad de que el sistema público se flexibilice y presente –por como se profesionalice y como se gestione– una variedad de posibilidades, una falta de rigidez en la respuesta que den posibilidad al pluralismo educativo reflejado en el proyecto del centro.

Las ideas que se va abriendo paso –por lo menos en Naciones Unidas– en los últimos informes que tratan sobre Educación van por la siguiente línea: se concibe la Educación como un derecho humano clave, en el que el derecho-prestación y el derecho-libertad están unidos, son indisociables. Antes se veían ambos derechos cada uno por su lado, pero ahora se ven como una misma realidad, un mismo derecho.

Usted tiene derecho a recibir una enseñanza, pero a su vez tiene derecho a recibir esa enseñanza en libertad, de acuerdo con sus preferencias, su cultura, su identidad: esto reflejan los tratados internacionales. No es sólo garantizar el acceso a la enseñanza, esa libertad es indisociable porque forma parte de la definición del derecho a la Educación; es un derecho transversal que no se cumple simplemente con la escolarización, es que el alumno tiene derecho a una Educación, por que así aparece en los tratados internacionales, entendida como un complementar, un desarrollar su personalidad, su proyección como persona.

—En España entonces se habría hecho mal: con la LODE se generalizó la Educación para todo el mundo, y ahora vamos a intentar ofrecer libertad de enseñanza, calidad, etc. ¿Todo tendría que haber llegado en una misma fase?
—Quizás todo habría tenido que ser más armónico. Hay sociedades que se encuentran ante una necesidad urgente de acceso a la Educación, donde hay que priorizar éste como una estrategia básica. Pero otras muchas sociedades desarrolladas –por supuesto, España y toda Europa– lo que tienen planteado no es un problema de acceso, sino cómo integran, en lo que es el propio concepto de derecho a la Educación, el derecho-prestación y el derecho-libertad, es decir, el derecho a la Educación que a uno lo va a desarrollar, porque esa es la finalidad de la Educación.

La Educación no es un aprendizaje abstracto en el que no esté implicada la persona. Es muy interesante cómo los tratados internacionales, que son fuente de derecho para cada uno de los Estados, contemplan y definen la Educación como un desarrollo de la personalidad; y uno no desarrolla la personalidad si no contempla proyectos que completen, que desarrollen el propio mundo de convicciones y creencias de cada persona.

—Y esa doctrina, ¿cómo se plasmaría en la convivencia diaria de los centros?
—Eso se plasmaría en la práctica pasando de ser una declaración a algo que en la vida real educativa fuera plenamente posible, es decir, que no hubiera ninguna discriminación a la hora de crear centros, ni de acceder a ellos –que no haya barreras por cuestiones de financiación– para que en la práctica esa pluralidad, esa diversidad sea implantable. Por ejemplo, porque estoy siendo demasiado abstracto: políticas de concertación, no discriminación entre unas autonomías y otras, flexibilidad en el modo de plantear los convenios, tratamiento de la Educación Infantil. Son aspectos muy concretos de la Educación española que son los que hacen posible en la práctica o no ese derecho.

—¿Y que regule el mercado?
—No tanto como que regule el mercado. Hay que contemplar que el ser derecho-prestación siempre lo matiza, es decir, el Estado debe garantizar el acceso de todas las personas a una Educación de calidad, en libertad. Al Estado le cabe el papel clave de estar siempre velando por que el sistema atienda a todas las personas. El mercado como tal, a ciegas, podría excluir de manera injusta a determinadas personas. Por ello, considerar indisoluble la prestación y la libertad hace a esta doctrina muy equilibrada.

—Papel subsidiario por tanto.
—No, garante. No tendría que tener un papel residual, sino que debería llegar allí donde no llegan los demás.

—¿Está España preparada para eso?
—La escuela pública debe responder a un planteamiento de calidad. Dispone de espléndidos profesionales y con un fuerte sentido vocacional. Lo que no se puede es plantear el problema en términos de exclusión o lucha, porque no va por ahí ni la calidad del sistema ni la mentalidad de las personas.

—Abandonando el tema particular, ¿cuáles son las tendencias de la Educación en Europa?
—El denominador común en Europa es plantear la libertad como flexibilidad, como garantía de calidad del sistema e incluso como mejora de los costes de la Educación. Y con el estado como garante de esa Educación.

Esto se une a una redefinición y reformulación del modelo antropológico, del modelo de persona que tiene como objetivo la Educación.

Y la tercera línea es una mayor implicación de los padres, un actuar más como comunidad educativa. La coordinación de ese famoso triángulo –padres, profesores y alumnos– se considera esencial. Tras unos años de considerar a la familia como algo más marginal, menos relevante para la Educación, se ha pasado a darle mayor preponderancia, una mayor implicación. 

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