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El "mobbing", también entre los riesgos laborales del docente

El "mobbing" o acoso laboral existe también en la escuela pública, aunque las denuncias son raras. Sin embargo, según los expertos, la Ley del Silencio es la peor forma de solucionarlo.
Miércoles, 22 de enero de 2003
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P. es una profesora de Primaria en el País Vasco que acabó pidiendo la jubilación anticipada para huir de “su” escuela –llevaba más de 20 años en el colegio del pueblo donde nació– tras transformarse su vida profesional en un infierno: “Pedí la baja cuando me di cuenta de que estaba buscando una ventana. No volví hasta que solicité la jubilación”.

Todo empezó por el acoso institucional que muchos profesores de línea A (clases impartidas en castellano con euskera como asignatura) han sufrido durante el proceso de inmersión lingüística: juntaron varios cursos de línea A y los dejaron a cargo de una sola profesora, ella. Con la desaparición de otros compañeros de línea A, comenzó a ser conocida en el centro como “la que no sabe euskera”. Así, lo que empezó como maniobra política para marginar el modelo A acabó con el vacío realizado por los propios compañeros: “terminé por no bajar a la sala de profesores, porque si cuando entraba hablaban en castellano, pasaban inmediatamente a hablar en vasco para continuar con el vacío”.

Este caso, en el que se suma un acoso institucional y uno “horizontal” no es poco habitual en la escuela pública: aunque no hay apenas datos oficiales, varios expertos consultados por MAGISTERIO han admitido la existencia de casos de “mobbing” –acoso en el puesto de trabajo– con cierta frecuencia.
Según José Mª Avilés, doctor en Psicología y responsable confederal de Salud Laboral del sindicato STES, el profesor es muchas veces candidato ideal para sufrir acoso por sus condiciones de organización del trabajo, por una relación entre compañeros bastante jerárquica, y por el escaso reconocimiento social de su labor. El resultado, sobre todo si el acosado no es capaz de encontrar una causa, empieza con el desmoronamiento de la autoestima profesional, seguido de la pérdida de la estima personal, desembocando en cuadros de ansiedad y depresión, donde la autoculpabilidad es frecuente.

Uno de los motivos de acoso más común es el ideológico: Alicia San José, psicóloga, escribió un libro (El espacio del profesor, Unisón, 2001) sobre el acoso que muchos profesores sufrieron durante la implantación de la Logse, basado muchas veces en sus propios pacientes. Otros casos comunes son el del sindicalista que deja sus labores y vuelve al aula, o del director que deja su cargo y se reincorpora al aula.

Lo que toda persona acosada debe recordar, según Avilés, es que “el mejor aliado del acoso es el silencio, hay que sacarlo a la luz cuanto antes. Si se acentúa mucho, el docente acosado termina por no poder salir por sus propios medios. Hay que apoyarse en profesionales: sindicatos, psicólogos, etc. La huida no es la solución».

Dime como te acosan…

El mobbing es uno de los riesgos psicosociales que puede sufrir el docente en su puesto de trabajo, consistente en el acoso o presión sufrido por sus compañeros de trabajo o por las condiciones en que realiza su labor. Para José Mª Avilés existen básicamente tres tipos:

–»Mobbing» horizontal: un grupo de compañeros de trabajo, de categoría más o menos afín, acosan a otros, generalmente de manera indirecta, cargando de trabajo, importunando su labor o marginándolos profesionalmente.
–Acoso vertical o «bossing»: cuando este tipo de acoso viene protagonizado por un superior jerárquico (director, inspector, jefe territorial, etc)
–Acoso estructural: es aquel derivado de unas malas condiciones de trabajo causadas por una legislación desajustada o un orden de trabajo abusivo.
Estos tipos de mobbing no tienen por qué darse aisladamente, y de hecho muchas veces van confundidos. Los profesionales más susceptibles de sufrir «mobbing» son aquellos docentes cuyo trabajo no depende sólo de ellos mismos (coordinadores, profesorado de apoyo, orientadores y psicopedagogos), y aquellos con puestos de trabajo precarios (interinos, etc).

Yo también he sufrido acoso moral en mi puesto de trabajo

«Creo que no hay otra forma de definirlo. Hace ya diez años vine, mediante concurso de traslados, a un barrio de Guadalajara. Como maestro, y creo que entregado al cien por cien a la enseñanza, entregué todo mi saber y todo mi buen hacer a toda la comunidad educativa de la mencionada localidad.
Cuando conocí ciertas actitudes y hechos de algunos compañeros que desembocaban en abusos hacia unos y en favoritismo hacia otros, y ante la negativa y falta de atención de éstos a mis sugerencias y apelaciones, decidí ponerlo en conocimiento de la inspección, que, estudiados los hechos, amonestó a los implicados, hecho que hizo que yo me ganara el calificativo de “compañero que denuncia” y también que fuera objeto de sucesivos acosos, difamaciones, calumnias y demás injurias, incluso denuncias durante varios años con comentarios como “para que sepas lo que se siente cuando te denuncian”.
Me pregunto si, cuando ves a alguien abusando del poder o del cargo, cometiendo injusticias, abusos, apropiaciones indebidas y mentiras, debes ser honesto y comunicarlo a quien puede y debe evitarlo, o debes mirar hacia otro lado y aguantarte, o incluso aprovecharte de la situación y sacar beneficio de todo mediante negociaciones (“mi silencio por el tuyo…”).
En conclusión, para librarme de toda esta situación (inmoral, incómoda, deprimente), me he visto obligado a concursar hasta lograr plaza en otro lugar, teniendo que dejar mi trabajo sin concluir, a unos alumnos maravillosos que me quieren y a los que quiero –y que me preocupan por el ambiente en que tienen que trabajar y formarse–, y a unos compañeros (muy pocos pero buenos) que me han demostrado una verdadera amistad en esos momentos difíciles en que me han visto sumido.
Y todo esto sucedía paralelamente al trato de favor hacia otros compañeros pasotas, borrachos y egoístas a los que no logro entender pero que bien pudieran ser fruto de esas negociaciones antes mencionadas (“tu silencio por el mío”).
Que alguien me lo explique».
Carta de un profesor recibida en la redacción de MAGISTERIO

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