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“Un país tiene futuro en la medida que tiene una enseñanza de calidad”

El hábito lector no es una tarea improvisada y quizá por ello es necesario hacer hincapié durante la infancia y la juventud en que los más pequeños opten por tebeos, cuentos, ensayos, novelas...
LORENZO SILVA hace protagonista en sus obras al “primer amor”.
Miércoles, 26 de marzo de 2003
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Si perder la cabeza por una “mujer inadecuada” es uno de los peores errores que puede cometer un hombre, a Pablo, el protagonista de la última novela de Lorenzo Silva le ocurre algo aún peor: querer dos amores imposibles al mismo tiempo. No obstante, para este madrileño nacido en 1966 y afincado en Getafe, “el amor es una de las mejores experiencias que se pueden vivir”.

—Escritor de adultos y, sin embargo, todo un referente de la Literatura juvenil, ¿cuál es el porqué del cambio?
—Mis libros se dirigían fundamentalmente a adultos, hasta que una editora me sugirió escribir algo para jóvenes. Después de pensarlo me decidí porque suponía dirigirme a un público que para mi tiene mucho valor porque es el lector del futuro. A eso se suman las razones personales porque es muy gratificante como escritor. Supone dirigirse a las personas en el momento justo cuando se forma la personalidad y, a veces, cuando ya hemos pasado esa edad, la despreciamos en vez de tomarla un poquito más en serio.

—¿Cómo es en realidad este público? ¿Qué le interesa?
—Al público joven le puedes hablar de cualquier cosa y no tienen por qué ser siempre temas divertidos. Puedes incluso tratar un tema triste o deprimente y ellos lo comprenderán, siempre que las historias sean amenas. Pero es lo mismo que los lectores adultos. Los libros siempre tienen que ser amenos, porque además, en el caso de los jóvenes, hay que luchar contra un estereotipo falso pero muy extendido que es el de que la Literatura es algo aburrido. Lo que pasa es que es una tarea que requiere un cierto esfuerzo.

—¿Y desde el punto de vista técnico, como autor?
—En realidad yo sólo tengo en cuenta dos cosas. Por un lado, que la historia sea próxima al lector, es decir, que aunque el protagonista no sea necesariamente de su edad si debe haber elementos para que puedan identificarse con él y sus peripecias y, por otro lado, que la forma de escribir resulte lo más natural y sencilla posible. No me interesa utilizar expresiones retorcidas. Cuanto más transparente sea el texto, mejor.

—¿Es un mercado especialmente difícil?
—Mi camino no ha sido el habitual pero la realidad es que es un camino difícil, al menos si se pretende hacerlo bien, combinar profundidad en las obras con un interés y un crecimiento personal y además llegar a un número importante de lectores.

—¿Leen los jóvenes en España lo suficiente? ¿Qué se puede hacer?
—Ni los jóvenes ni los mayores leen lo suficiente, al menos, para el nivel de renta y de instrucción que se nos presupone como país avanzado. Creo que en parte el problema está en que no se sabe vender y estamos en un mercado de libre competencia por lo que si tú quieres vender tu producto tienes que ser competitivo. En nuestro país se vende bien el fútbol pero no la Literatura porque se nota que el esfuerzo de convicción es falso, defectuoso… A mucha gente se le llena la boca con palabras como el fomento de la lectura pero luego, la realidad es que 20 minutos del telediario se dedican a la feria del fútbol. Y, en ese sentido, los jóvenes no son tontos y ven hacia donde se canaliza la atención de los adultos. El discurso hueco daña la Literatura.

—Y hablando de productos de mercado, ¿es positivo que se etiqueten los libros?
—No me parece mal si ayuda a orientar a ciertos lectores dubitativos. Yo no leo libros etiquetados pero pueden ayudan a los indecisos a acercarse a los libros, y eso es bueno.

—En cuanto a la orientación, ¿son los libros que recomiendan los centros escolares los más adecuados?
—La verdad es que a menudo visito centros y puedo decir que he visto de todo. Habría que buscar un cierto equilibrio entre las lecturas de los clásicos, que ciertamente los alumnos deben conocer, y otras lecturas que estén más cercanas a ellos, pero además habría que fomentar más la iniciativa del alumno, darle varias opciones para que fuera el propio estudiante el que pudiera elegir según lo que más le apeteciera en un momento determinado. Estoy seguro de que si se le cuenta bien, es muy probable que a los chavales les interesen incluso las rimas de Becquer.

—Sería un buen vendedor…
—Hice mis pinitos así que conozco el oficio y puedo decir que enseña mucho sobre la gente.

—¿Qué se encuentra al visitar los centros educativos?
—Para mí es muy positivo, aunque tengo la sensación de que para los alumnos también es siempre una experiencia enriquecedora. Te enseñan a ejemplificar, a no generalizar. En realidad, es uno de esos esfuerzos a los que siempre merece la pena dedicar un poco de tiempo.

—¿Es compatible la Literatura con las nuevas tecnologías y toda la oferta de ocio que posibilitan?
—Son un competidor, eso es cierto. Además con un componente que deja en desventaja a la Literatura, porque frente a los videojuegos e Internet, que son actividades fuertemente adictivas, la Literatura es débilmente adictiva porque requiere esfuerzo, pero eso no significa que no se puedan hacer converger. Así que, más allá de desproticar sobre un competidor, hay que utilizarlo como un nuevo canal. Yo lo he utilizado para crear mi página web a través de la que puedo comunicarme con mis lectores. Es www.lorenzo-silva.com

—¿Cree que la LOCE, que potencia la lectoescritura desde edades tempranas, servirá para mejorar nuestros índices de lectura?
—Conozco la Ley y creo que un país tiene futuro en la medida que tiene una enseñanza de calidad. Creo que la Ley era necesaria porque en los últimos años se ha deteriorado el sistema de tal manera que los chavales de hoy en día tienen peor formación y menos nivel del que tenía yo a su edad, y eso significa que el sistema de enseñanza no ha mejorado en 20 años, que es lo realmente preocupante. Pero no basta con hacer una Ley y tampoco es cuestión de colores políticos, porque lo que realmente falta son medios, recursos económicos… y decisión.

Un perfil…

Lorenzo Silva saltó a la fama al ganar el premio Nadal en el 2000 con El alquimista impaciente. Sin embargo, este madrileño se dedica a la abogacía desde los 24 años y a la Literatura desde los 14.

Además de narraciones breves y novelas como La flaqueza del bolchevique, El ángel oculto o Noviembre sin violetas, Silva recibió el Ojo Crítico por El lejano país de los estantes y, tentado por la editora Norma Sturniolo, de Anaya, dio el paso hacia la Literatura juvenil, donde ya ha publicado Algún día, Cuando pueda llevarte a Varsovia, El cazador del desierto, La lluvia de París y, recientemente, Los amores lunáticos, donde el protagonista se enamora de dos mujeres inadecuadas a la vez. 

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