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Javier Cabanyes, profesor de Psicopatología: “El docente debe ayudar al alumno a matizar sin cambiar su postura”

Javier Cabanyes es profesor de Psicopatología en el departamento de Personalidad de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, además de médico especializado en Neurología.
Miércoles, 7 de mayo de 2003
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Autor: José M. LACASA

El profesor Cabanyes nos atiende cortesmente en su despacho, sito en el antiguo colegio mayor de la Almudena, para contarnos qué pueden hacer los profesores ante las imágenes de una guerra que ha impactado durante días a nuestros alumnos.

—¿Qué pueden hacer los docentes para paliar el impacto que las imágenes sobre la guerra pueden producir en sus alumnos?
—Primero habría que diferenciar las distintas edades de los alumnos, y además habría que distinguir entre el impacto en sí de las imágenes y el contenido, e incluso las actitudes que estas imágenes nos trasmiten. Por ejemplo, en niños pequeños es normal que incluyan las imágenes dentro de un contexto irreal, como si fuese una película, pues a ellos no les afecta directamente. El contraste entre el dramatismo de las imágenes y el contexto tan lejano en que las viven produce esa dicotomía.

—¿Y qué puede hacer el profesor ante esa dicotomía?
—En general –luego, cada niño es cada niño–, el mensaje que deben dar iría encaminado a que no se pierda la realidad de estas imágenes. Sin cargar las tintas, se debe dejar claro que no es una película más. Pero todo esto es muy difícil de manejar. Más importante me parece contrarrestar las actitudes que estas imágenes nos están trasladando. Actitudes donde se pone de manifiesto la falta de solidaridad del género humano, que el niño ve de forma patente, y que tiene un poder destructivo mayor que la propia imagen. Habría que hacer hincapié en los conceptos de solidaridad o justicia, haciendo ver que el ser humano no se debe comportar de esa manera, pues el niño podría acabar considerando que cada uno puede tomarse la justicia por su mano.
Otro de los mensajes preocupantes que están trasmitiendo los informativos de fondo es la de desconfianza hacia el otro, el que no te puedes fiar de los demás, lo que es enormemente preocupante, pues el niño puede asimilar ese mensaje fácilmente.
La necesidad de ayudarse unos a otros, o que entiendan que la justicia no depende de cada persona, sino que está por encima de las personas, o crear un clima de confianza, son algunas de las cosas que deben conseguir transmitir los docentes.

—¿Es esto lo más grave de la guerra televisada?
—En otro orden de cosas, es importante saber que el niño puede estar captando –es difícil saber en qué grado– un deterioro de la propia dignidad del ser humano, que deja de ser intangible para pasar a depender de otras cuestiones el que pueda ser “machacado” o no. La persona es digna en sí misma, sin depender de credos o razas, pero estas imágenes trasmiten que unos son mejores y otros peores, unos machacan y otros son machacados. Esto puede acabar con la convivencia.
Por otro lado, se puede estar fomentando cierto odio, pues el niño distingue muy primariamente los grupos raciales o las vestimentas, y al captar los mensajes en términos de buenos y malos, puede crear actitudes de rechazo hacia ciertos grupos, lo que puede desembocar en actitudes xenófobas.

—¿Y los adolescentes que tienden a problematizar estas situaciones?
—El adolescente asume, casi por definición, posturas extremas, no es capaz de captar todos los matices de una situación. Eso forma parte del proceso madurativo de la persona, no es malo en sí. Estas situaciones pueden llevar a que el adolescente asuma actitudes demasiado idealistas, despegadas de la realidad, lo que puede desembocar en una pérdida de ilusión o de esperanza. El profesor debe ayudar al adolescente a matizar las cosas sin quitar contenido a la postura que defiende: debe ayudarle a ver la gama de grises, para evitar que su conduzca se evolucione hacia la esterilidad o hacia la contradicción. No es reconducirle hacia un camino medio, porque a veces hay que adoptar posturas extremas, pero sí ayudarle a matizar.

—¿Combatir la guerra con “esloganismos”, sin contenidos, puede perjudicarlos?
—Si la sociedad no ofrece un sistema de valores, que es necesario para que cada persona fundamente su vida, el adolescente se agarra a cosas, cosas que a veces son muy manipulables. Un eslogan cargado de un valor afectivo grande pero sin estar fundamentado sólidamente puede hacer que la persona pierda el sentido de sus posiciones, puede hacer que todas las actitudes positivas se vaya al traste.
Con el tema de la guerra puede pasar esto: muchas personas se han movilizado, pero cuando la situación pierda interés informativo todas estas actitudes pueden diluirse en nada, todo vuelve a la “normalidad”. Hace falta cierto esfuerzo para no olvidar, y desde el punto de vista educativo conviene mantener vivas las razones de aquello, porque si no puede parecer que las cosas se resuelven solas. El alumno debe entender que para conseguir cosas de cierto peso, de cierto valor, hace falta constancia, no abandonar una línea determinada: no por dejar de pensar en algo se va a resolver. 

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