Lejos de la convergencia
Cada año, Eurydice, el organismo europeo encargado de recopilar los datos sobre Educación y Cultura de los países de la Unión Europea (UE), presenta su “Key Data on Education in Europe”, informe que compara el estado de la enseñanza en todos los países de la UE. El de 2002 es especial por dos razones: porque incluye a los diez países que el próximo invierno formarán parte de nuestra comunidad de naciones -de los cuales tendrán cumplida información el próximo número de MAGISTERIO-, y porque se ha iniciado la cuenta atrás de la convergencia europea en Educación.
Convergencia
Dentro de casi diez años la Educación española se va a enfrentar al listón establecido por la UE para asegurar la homologación mínima de los sistemas educativos de cada nación, y para ello ha establecido una serie de indicadores que todos los países deben superar.
Pero España, si bien parece que está en camino de enfrentarse con éxito a algunos de estos baremos -por ejemplo, gracias a la extensión del aprendizaje de idiomas a edades cada vez más tempranas, y a la paulatina introducción de una segunda lengua extranjera, es bastante probable que en 2012 hayamos superado nuestro déficit en estos temas-, no es así en las cifras más globales, como los porcentajes de titulados en Secundaria superior, o de licenciadas en carreras de ciencias.
Por ejemplo, uno de los datos que podría preocupar a nuestros responsables en materia de Educación -tanto el MECD como las consejerías de Educación- es el descenso relativo que en los últimos diez años ha sufrido el porcentaje de personas que estaban estudiando entre los 15 y los 24 años (ver tabla, puntos A.3.a y A.3.b). Si en 1990, España se encontraba igualada con la UE en número de alumnos que aún seguían escolarizados entre los 15 y los 24 años (53% en ambos), en 2000 -y a pesar de que el establecimiento de la Enseñanza Obligatoria hasta los 16 hacía presumir lo contrario- estamos en un 61%, frente al 64% global de la UE.
Contexto desolador
Aunque el informe arranca desde un punto de vista no puramente educativo, al analizar el contexto socioeconómico al que los jóvenes se enfrentan, es indudable que el panorama laboral que los alumnos esperan encontrar influye en su rendimiento escolar tanto como el nivel social de la familia, por ejemplo. Y el problema es que en España, el futuro laboral inmediato no se presenta especialmente alentador.
Si bien es cierto que las cifras de paro juvenil han descendido en picado desde 1994 (el peor momento de la historia reciente española), no es menos cierto que los niveles de precariedad no han dejado de subir: por poner sólo un ejemplo, el índice de temporalidad entre jóvenes de 15 a 24 años que han abandonado sus estudios es del 67%, más del doble que la media de la UE. Es decir, la disminución del paro en nuestro país no ha sido tan equilibrado como en la UE, disparando así los índices de precariedad laboral esperables por cualquier estudiante.
Otro dato que no es especialmente positivo es el paro entre personas con titulación universitaria: España duplica a la UE (ver tabla, apartado A.6). Dato matizable por otro peor: el paro entre universitarios es menor que el de los titulados en FP, y mucho menor que entre los que no tienen cualificación. El último dato preocupante del contexto español es también preocupante: la bajada de la natalidad en los últimos veinte años es la más pronunciada de Europa.
Secundaria
Los datos generales de Secundaria -salvo lo anteriormente señalado del descenso relativo de jóvenes estudiando- son más positivos. Por ejemplo, aunque la Formación Profesional ha aumentado la calidad de sus enseñanzas y ha mejorado los índices de colocación de sus titulados, tan sólo un tercio de los estudiantes de Secundaria está matriculado en FP. Dato positivo si consideramos que aquellos que continúan estudiando Bachillerato quieren encaminarse a la Universidad.
Otro de los datos positivos es que cada vez hay más mujeres que se titulan en Secundaria superior, alcanzando prácticamente los niveles europeos. Aunque, por otro lado, ese nivel europeo -tal y como analizó el informe “El rey desnudo”, que publicamos en MAGISTERIO hace un año- no deja de ser preocupante, pues está escondiendo una salida temprana de hombres del sistema educativo y una falta de perspectivas laborales entre las mujeres. En Educación apenas hay datos sin matices.
En el capítulo dedicado a la situación del profesorado, no de ja de preocupar lo que no es una tendencia española, sino europea: los docentes se jubilan en cuanto tienen la menor oportunidad, incluso cuando se quedan con unas condiciones económicas desfavorables. Lo que ese dato suele esconder es que el impacto principal de cualquier medida política recae en los docentes, y que los supuestos colchones de los que los políticos presumen tanto, apenas amortiguan los golpes. Que las medidas de apoyo al profesorado con que siempre acompañan los políticos sus reformas son definitivamente insuficientes es un principio casi universal. La media de la jubilación docente en Europa ronda los 60 años, aunque en Irlanda, Holanda y Portugal está permitida desde los 55.
Por otra parte, España está al nivel de Europa en número de docentes sobre la población total, superando incluso la media de la UE por una décima. También es positiva la relativa juventud de nuestro profesorado, tanto en Primaria como en Secundaria: mientras la UE tiene un panorama muy desequilibrado, con un peso mayor de los docentes cincuentones, España puede estar relativamente tranquila en ese aspecto, pues aún tenemos la renovación asegurada.
Nuestro país, además tiene más equilibrado la relación hombre/mujer entre los profesores, pues tenemos hasta diez puntos menos de diferencia en Primaria en relación a la UE (ver tabla, apartado C.5.a-c).
En cuanto a sueldos, si lo comparamos con el PIB per cápita del país donde cada docente trabaja, los españoles tendrían un privilegiado segundo puesto en Primaria y un tercero en Secundaria. Claro que nos puede hacer sospechar que en el grupo de cabeza siempre están los de PIB más bajo:como siempre, relativamente bien, absolutamente peor.
Idiomas extranjeros
El capítulo en el que, en principio, podríamos estar mejor, es el de los idiomas. Aunque España ha estado tradicionalmente atrasada en la enseñanza de los idiomas extranjeros, la introducción cada vez más temprana de los idiomas en los centros permite mirar con optimismo el futuro.
Aunque si miramos las medias españolas, el atraso pesa mucho, en general, y siempre refiriéndonos a los alumnos que están aún escolarizados, los datos son muy buenos. Tan sólo el 20% de los alumnos de Primaria no han estudiado al menos un idioma extranjero, por el 50% en la Unión Europea. Y tanto en Inglés como en Francés tenemos a más alumnos estudiandolos que en el resto de Europa.
La única sombra es que seguimos centrándonos en el Inglés (98% de los niños lo estudian), dejando de lado otros idiomas que en Europa cobran fuerza, como el Alemán, o la paulatina desaparición del Francés. Como siempre, no estaría de más mantener un equilibrio.
Más sombras que luces ante la Unión Europea
La comparación de los datos de España con los índices medios de la UE en materia de Educación no nos deja especialmente bien parados aún, aunque hay que reconocer que se ha avanzado mucho en las últimas décadas. En la columna de la derecha se ha preferido señalar “hacia arriba” y “hacia abajo” basándonos en los conceptos “mejor” y “peor” -es decir, en su significación-, y no en los valores puramente matemáticos (p.e, más paro es negativo).