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Niños de la calle en versión española: pegamento en Sol

Un reciente estudio premiado por Caja Madrid revela que el fenómeno de los MENA (menores extranjeros no acompañados) ha pasado a formar parte de la realidad cotidiana en la capital de España. La mayoría son niños marroquíes entre 12 y 18 años traídos por mafias. Otros vienen por carretera desde el Este de Europa arriesgando su vida en minúsculos escondrijos.
Miércoles, 2 de junio de 2004
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Autor: Rodrigo SANTODOMINGO

Desde hace algunos años, prolifera en el centro de Madrid un nuevo colectivo hasta entonces inédito en las calles españolas. Unos los llaman “los chavales del pegamento”; otros, menos compasivos, “la mafia” del mismo producto, un término que en realidad puede sustituirse por cualquier sustancia inhalante y moderadamente tóxica (gasolina, amoniaco…). Para la mayoría, son los niños de la calle versión española, púberes y adolescentes con características similares a las de sus compañeros de desgracia en Brasil, pero también con rasgos autóctonos.

Por ejemplo, según señala un estudio premiado por la Obra Social de Caja Madrid que se presentó hace un par de semanas, la nacionalidad, que en el caso de la capital suele ser la marroquí. También se han detectado niños del Este de Europa, sobre todo rumanos, pero parece que el perfil responde al de chaval entre 12 y 18 años traído a España por mafias desde el vecino norteafricano con el sueño de una vida mejor.

Hachís

Una de las autoras del estudio, María José Angurel, aclara también que la expresión “chavales del pegamento” no es del todo exacta, ya que el modo de evasión más habitual entre los MENA (menores extranjeros no acompañados) es el consumo de hachís. Una droga a la que tienen fácil acceso por razones culturales, de practicidad (conocen a compatriotas camellos) y, en el caso del estudio, también de edad, ya que el trabajo de campo analizado por Angurel y su compañera Renate Inés Castillo comprende sobre todo la franja 16-18 años.

Como apunta Angurel, “a chavales tan mayores sustancias como el pegamento o los productos de limpieza se les quedan cortas. De hecho, en esas edades muchos adolescentes españoles también toman hachís habitualmente”.
Angurel añade que aunque en el periodo investigado por ellas la mayoría de MENA identificados en nuestro país eran casi adultos, en la actualidad se ha detectado un bajón de edad. Esto se explica porque el niño tiene más posibilidades de regularizar su situación cuanto más pequeño sea, ya que sobre el regirá una legislación más benévola durante más tiempo.

En definitiva –y aunque quizá sea lo de menos–, los denominados chavales del pegamento no eran tales cuando Angurel y Castillo recogieron datos, pero quizá sí lo sean en la actualidad. No hay más que darse una vuelta por los alrededores de Sol y la Gran Vía madrileña para darse cuenta de que los porros han perdido preeminencia en favor de las bolsas de plástico o cartón donde los MENA condensan sus vapores narcóticos.

Políticas

Existe también una gran confusión sobre la noción de “niño de la calle”. En realidad, la mayoría de MENA suelen pasar la noche bajo techo sirviéndose de alguno de los recursos dispuestos por los servicios sociales. Angurel cree que, en sentido estricto, el “niño de la calle” se da en casos muy puntuales. Sin embargo, según Pedro Núñez Morgades, defensor del menor de la Comunidad de Madrid, hay contabilizados en la ciudad entre 68 y 80 menores completamente “nómadas”. Núñez Morgades reconoce que nos encontramos ante una situación nueva que hemos de ir “conociendo poco a poco para tratarla de la forma más eficaz”. Por ahora, admiten todos, las políticas integradoras empleadas están dando pocos frutos.

Xenofobia

En una breve conversación mantenida con este periódico, Pedro Núñez de Morgades, defensor del menor de la Comunidad de Madrid, resumió de forma tan honesta como humana la problemática de los niños de la calle en Madrid: son chavales “que se dañan a sí mismos y que crean xenofobia, ya que muchos delinquen”. Núñez Morgades entiende este rechazo, pero lanza un mensaje al que alberga sentimientos de este tipo: “si una sociedad evita su compromiso para integrar al menor con dificultades, se deshumaniza”.  

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